Soy colombiana de nacimiento y de corazón. Amo a mi país y nunca me he avergonzado de él, pese a lo que veo y de lo que me entero por mi labor periodística. Pero esa soy yo: romanticona y aterrizada —ya he aprendido de varios barrigazos que me he dado—; curiosa y preguntona, pero no para dañar a nadie; a veces imprudente y metepatas, aunque la vida ya me ha enseñado; con un desarrolladísimo sexto sentido, pero también ingenua; amante del núcleo familiar; creyente y ya casi camandulera de a diario como lo era mi mamá; claramente apolítica porque, como la canción, “no soy de aquí, ni soy de allá”, aunque sí tengo de aquí y de allá porque siempre busco el equilibrio, la justicia, la igualdad. En fin… todo esto para decirles que desde que comencé a descubrirme columnista en Las 2 Orillas me propuse no meterme en temas aburridos de política, de economía, de todo eso en lo que ya hay gurúes, expertos especializados y reconocidos en su campo. ¿Más de los mismo?, ¡qué pereza! Sin embargo, ¡Si!, ¡hoy caí!; es que hay algo que no he podido superar: no me gusta quedarme callada con lo que creo que debo decir. No lo puedo evitar. Me siento atorada. Creo que si no lo digo me enveneno. ¿A qué me refiero? Al Proceso de Paz, sí, reitero que caí, pero sentía el deber moral de hacerlo, solo que como en todo lo que hago, busco la diferencia. ¿De dónde surgió esta “zancadilla” a mi silencio? Aquí va:
El punto de partida
“Con un pueblo entero ilusionado con la posibilidad de que haya paz no se pueden hacer bromas”, Juan Gossaín.
Con la masacre de los quince soldados hace diez días, me preguntaba qué mensaje estaban enviando las Farc, qué querían que entendiéramos porque yo no le encontraba ni pies ni cabeza a ese crimen tan brutal en medio de una negociación de paz, que rompió con cualquier concepto sobre los derechos humanos en momentos de guerra y sobre el cual no escuchamos a ninguna ONG ni a organismos internacionales de izquierda pronunciarse. Una amiga que milita en la izquierda me dijo: “Vas a sentir más rabia cuando veas la respuesta de Jesús Santrich, uno de los guerrilleros de las FARC en La Habana, a un periodista español cuando le preguntó si en algún momento iban a perdir perdón, y le respondió cantando y riéndose. Míralo en YouTube, se llama El Quizás de las Farc”.
Paralelamente, leía una entrevista que Juan Gossaín —uno de mis maestros— concedió a Semana sobre el proceso de paz y en la cual decía: “Un periodista es un escéptico bien informado. Yo soy de los que desea que lleguen a acuerdos respetables y que sean respetados. Pero mucho me temo que con tal de tener la reelección puedan llegar a cualquier cosa”. Vi que la última frase reflejaba exactamente mi sentir, lo que yo quería decir. Recordé que una conversación con Juan es como bailar un porro o un merengue con el mejor parejo de la fiesta, así que lo invité a En Blu Jeans el programa que dirijo en Blu Radio los fines de semana, de donde extraje los siguientes apartes que les quiero compartir:
"Mi escepticismo viene por otro lado (no por el de las Farc ni la guerrilla). Viene por la frase que dije en la entrevista que usted menciona. Para ser más claro, cuando el entonces presidente Uribe hizo aprobar la reelección inmediata, a mi me alarmó porque pensé que de aquí en adelante todo plan de gobierno iba a dependerde las ganas que tenga el presidente en ejercicio de ser reelegido. Y mucho me temo que no sólo el presidente Santos en este momento, sino hacia el futuro, va a coger el gran tema del momento y va a decir ‘resuélvanlo’ porque de eso depende la reelección. Y el país no puede vivir así, no puede vivir diciendo que va a haber un acuerdo de paz solo porque el Gobierno lo necesita para la reelección. Se convierte en un tema subalterno dependiente de la reelección presidencial. Sé que todos queremos la paz, sería una estupidez decir que los colombianos no la queremos después de tantos muertos, pero no podemos poner la paz en manos de la reelección. Ese es mi temor, mi preocupación."
Le manifesté al aire a Juan que a uno le cuesta mucho trabajo decir hagamos la paz con seres humanos que no respetan, no aceptan sus errores y que difícilmente van a dejar el lucrativo negocio del narcotráfico, por lo que él dijo de inmediato: “En ese mismo orden de ideas, habría que decir lo siguiente: La paz es un tema tan delicado que, primero, no puede depender única y exclusivamente de las decisiones de los políticos; segundo, de las del Gobierno o de la guerrilla. La paz es un tema que nos compromete a todos, nos interesa y nos preocupa a todos. Todos queremos un país en paz. Lo que yo estoy preguntándome es a qué precio, es decir, cuál es la clase de acuerdo al que vamos a llegar en La Habana con tal de tener las dos cosas: un acuerdo de paz y una reelección presidencial. Dígame usted si hay en el criterio, en la mentalidad, en el corazón de los colombianos algún tema más decisivo. Ninguno. Ese es su valor. Por eso digo que uno no puede volver subalterno un tema y que dependa de la reelección presidencial; eso es reducirle el tamaño al tema de la paz; eso no puede ser así.”
¿Pero cómo evitar que pase algo así?, preguntó mi compañero W: “La única manera de evitarlo es bajo la vigilancia del país, de los colombianos; impedir que la clase política: uribistas, santistas, partido de la U, Polo Democrático, quienes sean lo hagan. La única manera de evitar que la paz se vuelva negociable políticamente hablando, es que el país lo impida. Queremos una paz pero seria, duradera, unos acuerdos respetables y respetados”.
Otras opiniones
Y es que pensar en cómo se va a llegar a la paz en nuestro país es tan complejo, que cuando terminé la entrevista con Juan quise escuchar muchas opiniones, de todo tipo y de todas partes; seguro que me quedaron faltando, pero quería saber si había alguna luz que enmarcara un camino de claridad sobre lo que se viene si se firma la paz. Solo pregunté dos cosas: ¿Qué le preocupa del actual proceso de paz? ¿Qué no debe dejar de incluirse?
Una empleada, un portero, una señora de cafetería: “Nos preocupa que no pase nada con esos señores. Ellos tienen que pagar por lo que han hecho. Si quedan libres van a seguir matando. Que liberen a todos los secuestrados. El perdón es un sentimiento personal en donde uno debe quedar tranquilo. Nosotros vemos eso revuelto, sin claridad. Llevan tantos años en ese proceso de paz y parece un sancocho que no tiene ni pies ni cabeza. Siempre aparece algo nuevo, no lo vemos cercano”.
Familiares de las víctimas: “Es mejor hacer la paz de una vez para que no siga pasando lo que nos pasó a nosotros, pero tienen que pagar por sus crímenes”.
Militantes de izquierda: “Como actúan las Farc, los de izquierda no nos sentimos para nada representados. Esa ironía y cinismo de la guerrilla no causan nada diferente a rabia y tristeza. Y es que estas negociaciones están iniciando con un escenario muy complejo. Es como si la guerrilla tuviera su concepto de paz, el Estado colombiano tuviera otro concepto, y otro —que es muy importante— tiene la Corte Penal Internacional. Pero en los corredores de La Habana se dice que el Gobierno ya les hizo saber a los negociadores que si bien puede manejar unas fórmulas jurídicas para saldar o tratar de esquivar ciertos delitos, los crímenes de lesa humanidad sobre todo el reclutamiento de menores, el desplazamiento, la desaparición y el secuestro obligan a que haya investigación, juzgamiento y condena. Sin duda el concepto está chocando con la postura que las Farc han presentado al Gobierno, la cual les está dando argumentos a los enemigos del proceso de paz para decir que la guerrilla quiere impunidad y esta, que también lo ha dicho, no está dispuesta a pagar un solo día de cárcel. Se abren diferentes escenarios. Por ejemplo, la posibilidad que los altos mandos no vayan al capitolio a hacer política, pero que lo hagan lo mandos medios; o que los comandantes se queden en Cuba en el escenario de que se firme el proceso de paz”.
Un empresario amigo del Gobierno: “Sé que habrá paz. Debe incluirse el resarcimiento a las familias de las víctimas. La agenda y las fechas deben ser inmodificables. Me preocupa si se estudia crear el ejército rural con los exguerrilleros. El perdón debe darse y los efectos serán culturales y generacionales, es decir, desaparecerán en los corazones después de viente años. Pero el país será otro y ahí es donde debe prepararse para crear empleo, salud, educación y -en especial- dignidad”.
Colegas y ciudadanos colombianos: “Se complica porque las negociaciones decidieron hacerse en el silencio para evitar los problemas que se dieron en el pasado. Este silencio está llevando al desconcierto. Es indudable que las Farc están cometiendo un gravísimo error al tener esos actos de desprecio y de arrogancia cuando los ciudadanos solo le ponemos la fe. Entonces la gente dice ¿cómo seguimos hablando con estos señores que nos toman del pelo y son tan agresivos? Eso en realidad para quienes saben de negociación no hace parte sino de la negociación. Es como cuando juegas póquer, es una forma de cañar. Pero están cañando haciéndose querer muy poquito. Yo me hago la pregunta, y esto sí es muy personal, hagamos de cuenta que esto se arregla: ¿Quién va a votar por ellos después de semejantes cañazos, después de semejantes agresiones verbales a todo el país? Acaban de morir quince soldados la semana pasada; el Presidente nos debe decir “tengan cuidado porque estas negociaciones se decidieron hacer en medio de la guerra, por lo tanto su muerte es parte de la forma como estamos negociando”, pero es profundamente doloroso porque están violando los derechos humanos y este es un punto relevante. La guerra tiene unas reglas que no se están respetando; se tienen que cumplir. Es muy difícil combatir cuando el Estado tiene miles de organismos internacionales que miran si se cumplen y la guerrilla no cumple, y por el contrario se burla. Sí, este grupo armado viola los DD. HH. y al mismo tiempo se burla desde La Habana. Que nos digan ya que el Gobierno así haya justicia transicional tiene que aplicar justicia; eso tranquiliza el alma nacional. Va a haber impunidad, gústenos o no. Tenemos que aceptar que la justicia colombiana no es la adecuada”. Natalia Orozco, colega periodista, piensa que la historia de Colombia ha crecido sobre la impunidad. “La guerrilla tiene que pedirle un enorme perdón al país. Tiene que pedirle perdón de rodillas durante otros cincuenta años. Pero también tienen que hacerlo las clases dirigentes; cuántas muertes dejaron las peleas entre liberales y conservadores, cuántos campesinos despojados y ¿cuántas veces la clase dirigente le ha pedido perdón al país? Ese sería un acto revolucionario que podría comenzar con la reconciliación nacional.
Perdón y justicia, pero de todos: Clase dirigente, guerrilla y paramilitares
Y aquí sí prendo mi “opinador”. Si uno mira la cadena de violencia en Colombia, nace con una clase dirigente dedicada solo a ella, a hacer dinero para ella explotando a pueblo y tratándolo como cualquier cosa sin escucharlo. Pues la guerrilla no nace de la nada; hay que decirlo. Después de su surgimiento, la guerrilla comienza a desdibujarse afectando a poblaciones inocentes y forjando negocios ilícitos que hoy comparte con el siguiente eslabón de la cadena: el paramilitarismo, que nace a su vez de la existencia de la guerrilla. ¿Dónde queda entonces la clase dirigente que hoy acusa, que ha sido dueña de este país y ha abusado de los colombianos?; hay que llamar a esa sensatez porque todos tienen un dolor detrás y una culpa. Todos tienen que pedir perdón: Clase dirigente, guerrilla y paramilitares. Como lo dijo mi colega Héctor Fabio Cardona: “Porque todos los que hoy gritan ‘no a la impunidad’, y especialmente los que están haciendo política en este país, que se sienten representando un Estado pulcro, prístino, transparente tienen unas cuantas calaveras entre el closet”.
Sin duda, la justicia y el perdón son los dos pilares del proceso de paz. La justicia hay que reformarla y hacerla menos corruptible. ¿Y el perdón? Perdonar es recordar sin dolor, pienso yo. ¿Sin dolor sin han asesinado a mi familia?, dirán algunos; ¿si me han despojado de lo que con sudor he construido? ¿de vivir una vida digna?...
En todo proceso de paz, el tema más complejo es cómo poner cara a cara a víctimas y victimarios. En África, en las guerras de las tribus, o en Irlanda del Norte el problema comenzó a resolverse cuando víctimas y victimarios pudieron verse a la cara, y los victimarios reconocieron lo monstruoso que habían hecho. Mientras eso no ocurra no hay sinceramente un proceso espiritual de reconciliación. Sin eso, todo lo demás resulta un poco artificial, armado pero no espontáneo.
Después de todo este ejercicio me quedó claro que caí en lo que no quería, pero me quedé sin saber si a las Farc las veremos “modelando”, “picoteando”, o en el Congreso. ¿Usted qué dice?