“La tierra: un punto azul pálido” que fácil resulta sentir la insignificancia de la esencia humana desde este balcón de universidad. Paradójicamente, tal abstracción no resulta tan fácil aun cuando un espinazo de estrellas rompe el cielo e ilumina los cultivos de café que caen de las faldas de la cordillera central colombiana. En Ortega- Tolima, tierra cafetera, miles de soldados vegetales forman filas en las laderas mientras amanece. Estas rubiáceas, arábigas, castillas, ganadoras de premios y reconocimientos, hoy crecen fuertes aferradas a una tierra abonada por el paso constante de frentes, batallones, escuadrones, desplazados, ollas y perros olvidados. A cargo de dicho ejercito vegetal, un grupo pequeño de mujeres agremiadas nos observan con desconfianza. Es fácil entenderlas: ¿cuántos académicos y empresarios no habrán estado acá antes?
Desde hace varios años, un grupo de mujeres de Ortega-Tolima tomó la decisión de conformar la Asociación de Mujeres Cafeteras de Horizonte de Ortega, lo que implicó para muchas de ellas el retorno a su territorio, después de años de desplazamiento. Mediante una capacitación intensiva, el desarrollo de una practicas excepcionales y protocolos de cultivo y colecta rigurosos, las mujeres de han logrado alcanzar una producción de cafés especiales merecedora de premios y reconocimientos por su calidad sensorial y desarrollo orgánico. Es así como han sido beneficiadas de varios proyectos para el mejoramiento de la infraestructura productiva y capacitaciones técnicas por parte de varias entidades como el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, el SENA y la cámara de comercio de Ibagué. No obstante, el difícil acceso a esta región ha constituido una barrera importante para la instalación y seguimiento de desarrollos tecnológicos que mejore su cadena de valor. La gran mayoría de los granos fermentados se transportan por horas bajo la dependencia de carreteras inundables y perdiendo en gran medida el valor aportado por procesos estandarizados de secado y tostación. Sin embargo, estas mujeres se las han ingeniado para encontrar estrategias de valorización de los residuos de la cadena productiva que permitan su aprovechamiento in situ.
Desde el punto de vista académico, este escenario representa un laboratorio excepcional para el desarrollo de proyectos orientados al diseño e implementación de tecnologías autosostenibles de cultivo, cosecha y aprovechamientos de residuos que contribuyan al desarrollo regional y el reconocimiento de la asociación. Es de esperar que los estudiantes que formamos en la universidad sean conscientes de esta realidad y del papel importante que ellos podrían jugar para su mejoramiento. A sí mismo, resulta igual de relevante la participación activa de empresas privadas que contribuyan significativamente al desarrollo de estrategias de comercialización, marketing e internacionalización. Un claro ejemplo de esta necesidad ha sido el desarrollo de diversos productos derivados de residuos del café (i.e. vino de café, dulces, abonos) que pese a su alta calidad no han dejado de ser una novedad regional momentánea y se han quedado cojos para alanzar otros mercados. Es precisamente allí donde academia y empresa deberían jugar su papel principal.
Esto observado entre cuatro montañas del sur del Tolima, alejado del pueblo y de la ciudad, se repite a lo largo de cada cordillera, en los llanos y en las selvas colombianas. Yo lo invito a usted, que sobrevivió este articulo hasta el final, a preguntarse: ¿alguna vez se ha preguntado a quién beneficia cuando compra una taza de café?