Sin mediar palabra un cliente borracho y abusivo, pero muy amigo de la casa, silenció la voz de Silvio Rodríguez a mitad de la canción. La gente se quedó con el brindis y el trago remojando los labios sin entender qué sucedía, y entre los murmuros sonó distorsionadamente el himno de las Farc. Las risas acabaron con el eco de la confusión y las botellas chocando fueron el preámbulo que me dio a entender que estaba en la cuna de los mamertos capitalinos.
Por Café Cinema han pasado importantes políticos, estudiantes, milicianos y uno que otro incauto con ideas de izquierda que afloran con la icónica imagen del Che Guevara pintada en una de las paredes rojas del bar. En 1990, Hugo Sánchez con un grupo de amigos adictos al cine decidieron alquilar una panadería en el centro de Bogotá para poder hacer los foros que se habían vuelto una rutina todos los sábados y domingos. “Queríamos tener un lugar donde pudiéramos tomarnos un buen tinto o una cerveza fría para poder hablar de la película que nos habíamos visto ese día”. La idea fue todo un éxito. A la gente le gustaba tener un lugar donde podía llegar desde temprano y escuchar las canciones de Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Facundo Cabral o los músicos andinos tan populares entre algunos estudiantes.
Cuando León Valencia publicó su libro Las columnas de la paz, en 1998, Hugo Sánchez, quiso hacerle el lanzamiento en el bar. Desde hace varios años León se había vuelto un cliente fiel, y por el centro siempre se le veía en las tardes tomando café, leyendo discutiendo. En 2004 repitió la fórmula, y presentó Con el pucho de la vida entre las mesas que son carteles de grandes películas como El Resplandor, Todo sobre mi madre o Viaje a la luna de Georges Méliès.
Durante los gobiernos de Uribe la situación no fue tan fácil. Los clientes empezaron a tener miedo porque sabían que alguno de ellos podía ser un guerrillero de las FARC o el ELN. El teléfono del bar estuvo chuzado durante varios años. “Nunca pasó nada, pero sabíamos que nos estaban escuchando las llamadas. Estaban esperando que alguno dijera algo comprometedor, pero ahí no había nada”.
Hace 10 años Café Cinema abrió su segunda sede en Chapinero. Durante la primera administración de Peñalosa, la alcaldía prohibió la venta de licor estacionario en toda la zona centro de la ciudad, y tocó buscar un nuevo local para seguir con los cineforos. Pero los clientes le exigieron a Hugo que volviera a abrir un bar en el centro.
Iván Cepeda, Gustavo Petro, Andrés París, incluso Carlos Antonio Lozada, de manera clandestina, se pasaba cada vez que podía por Café Cinema para tomarse una cerveza. Pero tal uno de los clientes más queridos de la casa es el escritor cartagenero Efraim Medina. A principio de los noventa, el joven costeño llegó hasta el centro y con pantalones cortos y un buso de lana que le quedaba pequeño, pidió un café. Hugo Sánchez lo recuerda bien, porque le dijo que era escritor y había llegado a Bogotá a triunfar. Sin plata, pero con ganas, Efraim se volvió mesero del bar. “Me llamaba para decirme si tenía trabajo por ahí. Acá lavó platos, trapeó, en fin, fueron como dos meses trabajando duro”. En 1995 Medina salió a flote. Con su libro Cinema Árbol ganó el Premio Nacional de Literatura Colcultura. En Café Cinema lo celebraron por los cielos, y mandaron a hacer varios afiches con la carátula del libro y un fragmento del relato. “Me ha llamado a preguntarme si tengo alguno de los afiches, pero él y yo fuimos los únicos que no nos quedamos con ninguno, los regalamos todos”.
La rumba capitalina obligó al bar a transformarse. Hoy los viernes son de salsa en chapinero y los sábados de música en vivo. Entre los recuerdos más queridos de algunos clientes está el haber conocido a Facundo Cabral. Un bar que no se ha rendido ante la oleada de bares hípsters y tecnocumbieros que invadieron chapinero. Después de 28 años, Café Cinema lucha por mantenerse a flote, pero con una clientela fiel que sabe que las canciones de Silvio, Piero e incluso una que otra canción subversiva les espera en su cueva mamerta bogotana.