Cuando se duerme profundamente a veces se da una vuelta en la cama y ¡suaz!, al suelo y se acaban los dulces sueños. Claro, eso pasa con mayor frecuencia en la infancia. A medida que los porrazos nos van despertando de esos ensueños vamos aprendiendo a dormir y a controlar los movimientos. Eso, entre otras cosas, es lo que significa crecer, no caerse de la cama.
Lo mismo les pasa a los pueblos, en especial cuando están bajo el embrujo de un hermoso sueño como el Campeonato Mundial de Fútbol. Los países duermen felices y sueñan que ganan cada juego pero cuando no hay triunfo sino derrota, caen al suelo y despiertan. A veces el porrazo lo producen siete goles disparados por los pies de los gigantes alemanes. Un golpe duro para cualquier equipo, pero mucho más si el que lo recibe se consideraba o melhor equipe do mundo.
Ver a las gentes brasileras llorando como si hubieran perdido a la mamá me conmovió. Era como si Brasil se aferrara a sus éxitos futbolísticos para no pensar en sus problemas. Pero no lo logró, se cayó de la cama y después de la tristeza y el desconcierto vendrá la frustración y la rabia, estarán de nuevo frente a su dura realidad.
Se acabaron los sueños, ahora a enfrentar el día a día de un país en una crisis política que se había amortiguado con la expectativa del Mundial. Las gentes en Brasil protestaron hasta el mismo día de la inauguración del evento, pero después fueron cayendo en el ensueño del campeonato hasta que el “Alemaniazo” los despertó.
Ahora tendrán que pagar con sus impuestos esos elefantes blancos que construyeron a costos exorbitantes, estadios innecesarios en sitios que escasamente los utilizarán una o dos veces al año y que al parecer llenaron los bolsillos de más de un corrupto. Tendrán que decidir si siguen tolerando al PT, con Dilma y Lula, y con toda esa camada de bandidos que roba bajo la consigna de darle también al pueblo, o si cambian de gobernantes. Esa será la realidad a enfrentar.
No va a ser fácil, volverán las protestas, ahora con más rabia por la derrota y por lo frágil de esa mentira que les había vendido. Pero hay otro problema y es que para el año próximo les tienen montada otra ilusión: Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Parece que el modelo brasilero está haciendo agua, que fracasó la revolución democrática de este otro modelo “socialista” muy distinto al venezolano, boliviano o ecuatoriano, pero socialismo al fin y al cabo, y que por lo tanto había generado grandes expectativas en quienes soñaban con un cambio en las élites que han gobernado nuestra América por siglos.
Si Brasil no endereza ese rumbo retorcido de corrupción y politiquería acabará también con ese sueño político, ya no habrá un socialismo democrático a seguir, sino un modelo fracasado y un pueblo que dará un timonazo hacia el lado opuesto, como se busca dar en la Venezuela pos-Chávez.
Ese lío no fue culpa del Mundial, ni del equipo de Scolari, es culpa de la clase política que metió al país en semejante crisis. La derrota del equipo apenas la estaría acelerando. Tal vez fue eso y no los goles lo que puso a llorar a tanta gente.
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