La falta de cuidado por el patrimonio cultural es quizá una de las cosas que más sobresale en el municipio de Rionegro. Aquí las casas que algún día habitaron de las personas célebres solo se destacan por estar abandonadas. Son casas que no parecen casas o por lo menos no son habitables. En algunas ya no hay ventanas y si las hay, están que se caen de lo oxidadas. No hay puertas ni techos, las paredes están rayadas y llenas de moho, tanto así que contaminan con solo mirarlas. Ni hablar del interior de estas que está lleno de maleza, que sobrepasa la altura de la parte en la que antes había un techo.
La razón para que se den estas cosas, según dicen, es que mantener una arquitectura así resulta muy costoso, más si no hay ayuda de los entes públicos. Sin embargo, la pregunta sería: ¿Realmente es esto o priman otros intereses? Sí, pues tener una sola casa y vieja puede resultar algo irónico, ya que eso en vez de generar ingresos económicos, genera un gasto grande. Entonces, lo que manda la parada es dejar que estas casas se caigan del abandono para que no haya más remedio que buscar otras alternativas.
Resulta que lo que hacen las personas dueñas de estas casas es construir en este abandono que ya se ha convertido en un espacio inservible para restaurar. Y bueno, pensándolo bien, puede resultar muchísimo más provechoso económicamente construir un edificio de 7 u 8 pisos que genere unos ingresos altos, ya sea por la venta de estos mismos o un alquiler mensual. Así se libra el terreno y además quedan unas ganancias generosas.
¿Realmente vale la pena que prime un interés monetario al cultural e histórico? Estamos insertos en unas lógicas del mercado que nos guían casi de manera automática al capitalismo absoluto, donde estamos dominados por un modelo neoliberal que le da más importancia a la propiedad privada, ya que es el generador de riquezas para un país. Es por eso que en este municipio si movemos nuestra cabeza hacia arriba, aparte de ver el cielo, podemos observar los edificios que están dominando el territorio y opacando la poca riqueza cultural e histórica que hay.
Como bien lo decía el periodista y escritor uruguayo, Eduardo Galeano: “la cultura del consumo que exige comprar, condena todo lo que vende al desuso inmediato: las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cocas de la vida fugas”. Estamos permeados por un nuevo paradigma que se compone de una simbología dominante en la que estamos fuera del tiempo y el espacio, estamos perdiendo nuestra memoria.
Después de decodificar algunos de los factores que hacen que se dé esta enajenación de la cultura, es posible buscar el culpable del fondo de esta situación. Sí, llegamos al inicio del problema: poca alfabetización cultural y la enseñanza de la riqueza que tiene el patrimonio para que recordemos cuál es nuestra historia, cuáles han sido nuestros antepasados y qué le han aportado a nuestra patria. De aquí radica la causa por la cual no tenemos una apropiación del territorio y preferimos pagar dinero por ir a centros del consumo que nos brindan “diversión” en vez de ir a un museo o simplemente detenerse unos segundos en el parque de los mártires a observar los monumentos a la patria que se encuentran en este lugar. Monumentos en los que los perros se orinan, las personas se sientan sin respeto alguno e incluso se convierten en puntos comunes para ingerir bebidas alcohólicas por habitantes internos o externos del pueblo. Otro dato, esto no solo se da en el municipio de Rionegro, es en todas partes, por eso es posible decir que no somos ciudadanos formados para respetar y darle valor a los lugares dotados de significancia histórica.
El ejercicio de observación es muy sencillo y enriquecedor si se hace de manera consciente. Es demasiado interesante ver cómo las personas y a los animales hacen alguna de las prácticas mencionadas anteriormente e incluso, son acciones que la mayoría de nosotros mismos hemos hecho de manera inconsciente, porque cuando no se educa, ni se genera una consciencia colectiva de esto, nos volvemos individuos que habitamos los lugares y adoptamos prácticas que para nosotros parecen ser normales si no se le da una interpretación del contexto en el que se está desarrollando.
El municipio se está convirtiendo en un pueblo con identidad perdida, lo que hace que se llegue a una descentralización; es decir, la pérdida de los centros, los lugares que están planeados en el territorio para ser habitados y en los que se dan unas relaciones sociales enriquecedoras; pero que debido a la mala alfabetización están perdiendo su significado y están modificando el patrimonio cultural.