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La circunstancia de que Petro, según las medidoras de opinión, esté conservando su índice de aceptación popular a lo largo de todo su mandato, con todo y ser un logro notable, no es suficiente para conseguir la permanencia del progresismo en el poder más allá del 7 de agosto de 2026.
Y no es suficiente porque la derecha a la que hoy se enfrenta no es la misma de hace tres años. Aquella estaba acostumbrada a medirse electoralmente con contradictores que no podían ofrecerle un mayor riesgo a su propósito de manejar omnímodamente el Estado. La de hoy ya sufrió en el 2022 un aleccionador traspié, que le está significando cuatro años de abstinencia en el disfrute de ese suculento plato representado en burocracia, presupuesto y, sobre todo, garantías de crecimiento al gran capital.
No, esa derecha golpeada en aquellas elecciones no está hoy debilitada, y sí fortalecida por tal experiencia, de la cual aprendió que, para garantizarse su superioridad electoral, ya no puede confiar tanto en los que han sido sus métodos tradicionales, muchos de ellos constitutivos de delito electoral. Por eso la veremos redefiniendo estrategias, siendo la primera el evitar dispersarse en tantas candidaturas como las del 2022, de las cuales no pudo hacerse una sola capaz de evitar el desliz del elector hacia otras toldas en contienda, como finalmente ocurrió.
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El Pacto Histórico, por el contrario, parece haber aprendido mal esa lección, como lo evidencian algunos de sus líderes. A estos, antes que advertir las dificultades que ofrece el camino próximo a trasegar y definir la manera de sortearlas para encausar más sabiamente a la militancia, se los observa más preocupados por el cómo quedarse con una candidatura, la cual, en caso de lograrla, dará para que la asuma como un logro personal, cuya transformación en curul se convertirá en su preocupación exclusiva y excluyente, esto es, sin el compromiso de asumirla como parte integral de una campaña electoral de naturaleza colectiva.
Antes que en candidaturas, la coyuntura presente nos llama a enfocarnos en dos tareas de mayor prioridad. En primer lugar, la transformación de la coalición Pacto Histórico en partido político y, en segundo lugar, la consulta convocada por Petro con el fin de recuperar lo que no se pudo a través de la frustrada reforma laboral. Esto, por supuesto, no significa que olvidemos el debate electoral. Es tan solo un llamado a enfocarnos en lo que es de importancia inmediata y cardinal, que ya para definir candidaturas habrá tiempo, y esto con arreglo en la responsabilidad con que hayan asumido tales tareas quienes quieran ser tenidos en cuenta para tales dignidades.
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