El carro bomba del jueves pasado, en la Escuela de Cadetes General Santander de la Policía Nacional, terminó con la mesa de negociaciones del ELN y terminó por dividirnos frente a la discusión de aplicar o no, los protocolos que se firmaron entre el ELN y el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos.
Aplicar o no los protocolos formaron un nudo gordiano; que pareciera apretarse más fuerte, ante la amplia interpretación de juristas, políticos, diplomáticos, internacionalistas, defensores de la mesa con el ELN, opinadores y los mismos ciudadanos; intentar desatarlo sin algo de consensos, podría generar más polarización en el país.
Las sintonía de Cuba y Noruega como dos de los países garantes, exigiendo la aplicación de los protocolos acordados, agitaron la intensa labor diplomática del gobierno del presidente Iván Duque; a esto le suma o resta expectativas a nuestro gobierno, la posición garantista del consejo de seguridad de la ONU que condena el acto terrorista del ELN, dando un espaldarazo a nuestro presidente, pero por ningún lado menciona los cuestionados protocolos.
A punta de cacerolazos terminará el padrinazgo al ELN
El patio vecino está que arde; durante las últimas horas miles de venezolanos, con cacerolazos y gritos de “Fuera Maduro” exigen la renuncia del dictador. El joven Juan Guaidó, logró reactivar y unir la oposición; se juramentó como presidente encargado de Venezuela, siendo reconocido como presidente interino, por la OEA, el Grupo de Lima, el gobierno de los Estados Unidos, Ecuador, Canadá, Paraguay, Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, Guyana, Honduras, Alemania, Brasil, Francia, y Colombia. Muchas más adhesiones vendrán durante las próximas horas, desde otros lugares del mundo.
Si los venezolanos logran sacar al dictador Maduro de Venezuela, el ELN deja de ser el ahijado del Socialismo del siglo XXI. En cada hecho consumado por la diplomacia internacional, se advierte, que el cálculo y la mesura deben prevalecer.
Entre tanta agitación y discusión, es claro que no hay cabida al unanimismo; por tanto, la entendida postura de nuestro gobierno exigente ante Cuba, para que proceda con la captura o extradición de los negociadores del ELN, merece decantarse: varias opciones están sobre la mesa, en medio de esta ambiente tan volátil.
Mientras la calentura se atempera, es preciso observar al ELN en su real dimensión.
Seis frentes de guerra, entre 2000 y 2500 hombres en armas, es la fuerza activa del ELN; son fuertes en milicias y redes de apoyo en los centros urbanos del país; hacen presencia fragmentaria en doce de los veinticuatro estados de Venezuela y se conciben como un mando federativo, que otorga autonomía a los jefes de frente; por ello, algunas de sus acciones como la perpetrada contra la escuela de cadetes de la policía, no necesariamente requieren el consentimiento del comando central COCE.
El ELN es distinto a las Farc; Pastor Alape del partido político Farc, le contó a Las2Orillas, que hay coincidencias con el ELN, “en cuanto a la visión de los cambios necesarios en la forma de gobernar, las reformas rurales agrarias, la participación de la sociedad en las economías dentro del marco de la asociatividad, el cooperativismo, la participación del Estado con amplia visión de asistencia social; las diferencias parten en principio por la misma condena que el partido Farc, hace al atentado, que por sí solo, beneficia a quienes usan la guerra como pretexto para mantenerse en el poder; mientras las Farc plantean acompañar la sociedad en todas sus formas de expresión, en los reclamos y exigencias al gobierno, el ELN plantea que los cambios se hacen exclusivamente bajo la lucha armada”.
Es por tanto, que el gobierno del presidente Iván Duque tendrá que innovar para que no vuelvan los bombazos que crispan, que aumentan el miedo y la zozobra por acción del terrorismo de los “elenos”; su política de seguridad y defensa nacional, deberá integrar acciones de gobierno efectivas, sobre los territorios dispersos del país rural, con fuerza coercitiva contra todas las expresiones de violencia, bajo el estricto apego a la ley, para el uso de la fuerza.
Por todo esto, para enfrentar al ELN se requiere: inteligencia estratégica superior, operaciones cubiertas de infiltración y penetración, medios electrónicos con tecnología de punta que permitan localizar células urbanas, cabecillas, estructuras políticas, logísticas y núcleos armados clandestinos.
La inteligencia moderna con tecnología de avanzada, es vital para prevenir, anticipar acciones y asestar golpes militares, que develen los sitios más recónditos de la organización; de esta forma, la fuerza pública, podría mermar los apoyos y la capacidad armada de los “elenos”, que cuentan con amplia experiencia para instalar explosivos y minas antipersonal, capacidades para mimetizarse dentro de la población civil, desarrollando fachadas, e historias ficticias para el funcionamiento de sus células y núcleos de resistencia urbana.
Todo indica que a los “elenos” se les acabó su juego de mentiras y que deben esconderse muy lejos, para seguir sobreviviendo en su malvada oscuridad; pero en cualquier lugar de la vasta geografía nacional, de las densas ciudades y su periferia, la fuerza pública los alcanzará, los combatirá con contundencia; será un combate en la manigua y en su terreno, en los campos y ciudades; habrá combate cuerpo a cuerpo y se usarán los medios legítimos del Estado en operaciones conjuntas, desde el aire, los ríos y las selvas, bajo reglas de nuestro Estado de Derecho.
Tienen razón quienes defienden que negociar es la mejor salida; pero ante una guerrilla que funge como una banda de asesinos fundamentalistas, que fusiona en su cerebro el marxismo-leninismo, aplicado puro y duro, con la teología de la liberación y el castrismo-guevarismo más obstinado, obcecado y tozudo, el propio Sun Tzu, en el Arte de la Guerra, recomienda mano dura, antes que la alternativa de quienes deseamos la resolución negociada de los conflictos.
https://twitter.com/rafacolontorres