Como la peste informativa que rodea el cambio climático que soporta el mundo entero no parece ser suficiente para explicar científicamente lo que sucede, por estos días ha vuelto a ponerse de moda el pronóstico meteorológico de las cabañuelas. En Colombia siempre se ha dicho, cuando se averigua por ellas, que las cabañuelas son un conjunto de métodos tradicionales de predicción del clima a largo plazo, heredadas de nuestros ancestros españoles. Los mexicanos, empero afirman que ellas provienen de los aztecas quienes a su vez adoptaron ese conocimiento climático anticipado de los mayas. Comúnmente se vinculan los 12 primeros días del mes de enero con los 12 meses del año, es decir que hoy,12 de enero, culmina el pronóstico del tiempo para 2023 y por lo que ha ocurrido en el occidente colombiano (no así en el oriente y los Llanos) va a llover 10 de los 12 meses del año porque los aguaceros han sido abundantes y en la cordillera oriental y las llanuras orientales y la Orinoquía un verano el tenaz.
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Cuanto más avanza la ciencia, más candela se mete al fogón del ocultismo primitivo para explicar lo inexplicable
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Afortunadamente se trata de un mito vuelto modernidad y no de una forma adelantada de averiguar por un clima que ya está estudiado de tantísimas formas y cuando existen canales especializados en youtube con informaciones satelitales completísimas sobre intensidad, orientación y magnitud de vientos, nubes y lluvias. Pero como cuanto más avanza la ciencia, más candela se mete al fogón del ocultismo primitivo para explicar lo inexplicable, las cabañuelas se han seguido este año con mayor intensidad, o ansiedad. Y como todo pastel tiene su cereza, el adivinatorio del crudo invierno que avecinamos se aumenta de manera dramática sobre lo negativo que va a resultar el 2023 porque este año, por primera vez desde hace 823 años, el mes de febrero tiene cuatro domingos, cuatro lunes, cuatro martes, cuatro miércoles, cuatro jueves, cuatro viernes y cuatro sábados, lo que a sabedores de la quiromancia y el lado oscuro lleva a creer que será un febrero maldito. Hay que comprobarlo. Esperemos.