En una columna reciente en el portal Los Danieles, Antonio Caballero nos muestra cómo se estrella la calidad de quien es una buena pluma contra la pobreza de sus contenidos.
Caballero se muestra hoy como aquel de quien se dice que tiene un mar de conocimientos pero solo un milímetro de profundidad. Con una serie de epítetos, insultos y frases arrogantes se despacha contra Gustavo Petro, Margarita Rosa, Gustavo Bolívar, la Colombia Humana y el Pacto Histórico. Contra ellos y ella se deja venir como un tropelero de cantina que dispara o lanza botellas, así no tenga claro cuál es el blanco al que dispara: politiquero, farsante, demagogo, ambicioso, ingenua, novata...,
No dice nada que merezca al menos una vana reflexión, ni siquiera se formula o formula una pregunta seria sobre el tema del que aparentemente se ocupa la columna, que va mucho más allá de Petro, Bolívar y Margarita Rosa; ante todo porque se trata de un momento en el que, gústele o entiéndalo él o no, la política colombiana se ve bastante agitada ante la posibilidad de que, en efecto, un nuevo Pacto Histórico se sobreponga a la caduca y perversa hegemonía de los que hasta ahora nos han gobernado y que, tal vez también a Caballero, los tiene con cierto nerviosismo. De eso, que es realmente lo importante, no se ocupa el afamado columnista.
La magistral pluma de Caballero, así como la extensa erudición y cultura general de que presume, nos recuerda la figura del burro que camina con una biblioteca encima; lo muestra insulso, vacuo ignorante; porque si hay hoy una propuesta clara frente a las próximas elecciones es la que presenta la Colombia Humana, y con ella el Pacto Histórico, de lo que, aparte de nombrarlo con sorna, no le merece un solo comentario.
En su “reflexión” no tiene cabida el hecho de que por primera vez el Frente Nacional, que aún está vigente, pueda ser derrotado; no le dice nada que la Colombia Humana está proponiendo un nuevo modelo económico que supere el oneroso extractivismo que es parte de la bancarrota en que se encuentra la economía nacional; tampoco que tiene una propuesta frente a los efectos del cambio climático, que propone devolverle a los ciudadanos el derecho a la salud, a la educación, a un empleo digno y, más aún, a que se le respete la vida, que es lo mínimo que necesitamos y esperamos los colombianos de ese nuevo Pacto Histórico al que Caballero simplemente ridiculiza.
Para Caballero, el Pacto Histórico es solo ficción, claro, como lo es para todos los abierta o camufladamente defensores del statu quo, como lo es él, heredero de terratenientes y acaparadores de tierra, niño rico y señor que ha vivido siempre entre las mieles del poder, escribidor cómodo de sillón que nunca ha tenido que pasar las afugias de la mayoría de quienes pensamos que sí, que Colombia necesita y está hoy a punto de dar el paso y romperle el espinazo al viejo Pacto de los que durante más de doscientos años se han venido defecando en un país que ya no aguanta más insanias, las mismas que la pluma magistral —pero al fin y al cabo inofensiva— de Caballero ha criticado.
A Margarita Rosa la muestra como una pieza decorativa, es una actriz famosa, muy bella y tiene bonita voz, nada más; es “un gancho”, una especie de señuelo, un canto de sirena para atraer incautos, pueblo, vulgo, populacho, nadie que sea como él, rico, erudito e ilustrado. Como es actriz y es bella, Margarita ni sabe ni tiene derecho a opinar, es, para Caballero, de esas bonitas bobitas, además de ingenua y novata, a las que les va mejor quedarse calladas porque crispan la sabiduría del arrogante y machote columnista al que la opinión de una mujer, por ser bella e inteligente, escandaliza.
Uno de los más reconocidos columnistas de Colombia desluce en buena medida la presentación de este domingo del portal de Los Danieles, no tanto por su opinión, a la que tiene todo el derecho y merece su respeto, sino porque, después de tanto que lo hemos leído, viene hoy a asaltarnos y dejarnos con una pregunta: ¿de qué sirve una buena pluma en la cabeza de un Caballero inútil?
*Economista-Magister en Estudios Políticos.