Radilla era una mística sufí, que una tarde cualquiera caminaba desesperada en medio de la calle en busca de algo. Con su mirada clavada en el suelo, buscaba y buscaba; más la noche que ya se acercaba, pronto la dejaría sin posibilidades de hallar lo extraviado.
Una multitud, queriendo ayudarla, le preguntó que buscaba con tanto afán.
—Mi aguja más preciada se ha perdido— respondió la mujer.
—La calle es muy amplia, Radilla, si nos dices más o menos por que parte crees haberla extraviado, de seguro entre todos la encontraremos.
—No me preguntes eso, no querrás saber— respondió mientras seguía buscando.
—Por Dios mujer, claro que queremos saber. Es la manera más fácil y pronta de ayudarte.
— Es que la he perdido en el cuarto de mi casa— respondió Radilla algo avergonzada.
Todos se rieron a carcajadas.
—En verdad estás loca mujer. Si la has perdido en tu casa, ¿por qué diablos la estas buscando aquí en la calle?
—Es apenas lógico, es que aquí en la calle hay más luz que dentro de mi casa.
Ja, ja, ja... Rieron todos al unísono.
—Sabía que estabas loca Radilla, pero jamás pensé que tanto— exclamó alguno y comenzaron a dispersarse.
—Esperen por favor, ¡escuchen!— exclamó Radilla.
—Lo mismo les pasa a ustedes en la vida. Buscan placer y felicidad en el exterior; en las cosas materiales, en las personas. Olvidando lo realmente importante: la dicha. Y esta solo puede ser hallada en el interior de uno mismo.
Eres tú y solo tú el único responsable de que la dicha este presente en tu vida. Las personas, las situaciones y las circunstancias son el exterior, van y vienen.