Toca explicar por qué esta pregunta.
Lo primero es establecer los puntos fuera de discusión:
Venezuela sí está sufriendo una crisis económica, política y humanitaria. La peor de su historia.
Maduro sí es un personaje caricaturezco. Su comportamiento y su lenguaje ofrecen la posibilidad de burlas. Pero representa el gobierno de ese país.
La opinión internacional —la oficial de los países— sí considera que el gobierno venezolano se salió de los cauces democráticos. Los medios han asumido una campaña para aumentar esta posición.
La represión está sustituyendo las vías institucionales, es brutal y no disminuye sino aumenta.
Hay otros menos claros:
En Colombia tenemos una percepción más sesgada que la que presentan los noticieros internacionales.
Aquí se asume que todo el pueblo venezolano está en contra de Maduro. La realidad es que hasta la última elección, la de miembros de la Asamblea Constitucional (el Parlamento legitimo) que ganó la oposición, las fuerzas estaban divididas prácticamente por mitad.
No hay duda que hoy el respaldo popular a Maduro ha disminuido pero es también indudable que sigue siendo considerable; como lo expresó un analista invitado por CNN (que no es un canal cercano a ese gobierno), es especulativo hasta dónde ha bajado, pero si dependiera de lo que dicen las encuestas casi todos los gobiernos regionales tendrían que dimitir (Santos el primero). Respecto a la votación de la ‘Constituyente’, se sabe que fue menos numerosa que la que se presentó para impedirla, pero no se puede establecer por cuánta diferencia, pues tanto las cifras de la una como de la otra no tienen certificación diferente que la de los mismos que las promovieron.
Preguntado un analista chileno en el canal de ese país “¿Cómo se sostiene Maduro?” planteó que por supuesto porque tiene a las fuerzas armadas, pero que no estarían con él si no tuvieran a su turno suficiente respaldo popular. Tal vez por eso no ha habido un enfrentamiento frontal ni ataques a la policía o al ejército.
Lo que los noticieros reflejan es a su turno lo que la ‘oposición externa’ de los Estados que se han pronunciado proponen: ninguno pide la renuncia de Maduro sino el desarrollo de elecciones que lleven a ese resultado.
Venezuela parece caracterizada por un fetichismo jurídico
que hace que todo paso político, sea del gobierno o de la oposición,
busque una justificación en sus normas
Venezuela parece caracterizada por un fetichismo jurídico que hace que todo paso político, sea del gobierno o de la oposición, busque una justificación en sus normas. Sin embargo es evidente que por ese camino se puede llegar y se ha llegado al descalabro mismo de las estructuras democráticas sobre las cuales se pretenden apoyar; basta ver como la separación de poderes se ‘respeta’ pero mediante cooptación desaparece. O por parte de la oposición el intento de usar la calle no es para forzar la dimisión del gobierno sino para el llamado a un referendo revocatorio, o para presionar las elecciones que con argumentos ‘jurídicos’ se difieren.
El hecho es que por las razones que sean la expectativa en Venezuela y en el exterior es una negociación y no la huida del gobierno.
En un noticiero argentino mencionaron (cono si fuera rumor conocido) que la factura del intento de golpe de Estado en Pajakaray la pagaron Estados Unidos y Colombia. No es claro si insinuando que financiaron la operación o si van a ser los más afectados por el fracaso. Pero en todo caso muestra que hay una visión según la cual el gobierno colombiano se encuentra más comprometido en la oposición al gobierno venezolano que los otros gobiernos regionales o mundiales.
Y pueden aducirse razones para ello, como las consecuencias que sufrimos por el desplazamiento. Pero igualmente hay razones posiblemente más fuertes para no hacerlo como ha sido la colaboración pasada y esperada futura en las negociaciones con los grupos insurgentes.
A Andrés Pastrana alinearse protagónicamente le ha servido en algo para intentar reencaucharse al figurar como conciliador detrás de los exmandatarios de México y sobre todo de España —Rodríguez Zapatero—. Pero Santos no está para competir con él, ni los resultados de esa gestión ameritan copiarla. Si de figuración se tratara la tiene más como Nobel de Paz.
Que ante la poca aprobación que aparece le conviene buscar solidaridad ante un problema externo es obvio; pero lo es tanto que sería arriesgarse a que le saliera ‘el tiro por la culata’, cosa que no haría un buen jugador de póker.
Por eso la pregunta: ¿qué espera el presidente Santos al poner a Colombia como el país más comprometido en el conflicto interno venezolano? ¿Por qué escogió ser el más vehemente cuestionador cuando era el más interesado y tenía la posibilidad de ser el más conciliador?