En bus tradicional pa'l pedazo de Pance que nos han dejado

En bus tradicional pa'l pedazo de Pance que nos han dejado

"Mi experiencia entre el río Pance y el Cauca siempre ha estado en medio de esa paradoja del dolor de la muerte y la alegría de la vida"

Por: Bencho Gómez
septiembre 15, 2017
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En bus tradicional pa'l pedazo de Pance que nos han dejado

Soy uno más de los miles de habitantes de esta hermosa y contrastada ciudad que creció viajando a Pance en el atestado y tropeliado Recreativo cinco. Con la familia nos atravesábamos del caliente nororiente hasta el extremo refrescante del suroccidente, donde se inicia la montaña. Durante el viaje todos mirábamos boquiabiertos las mansiones que colonizaron las zonas más frescas y ambientalmente resguardadas de Cali. En el bus se decía: "Esa 'chimba' de casa es de los Rodríguez, esa otra es de los Carvajal, esa de allí de los Garcés, esa de los Correa". En medio del paseo, uno se antojaba de vivir en esas condiciones y cerca al río, pues, aunque morábamos al ladito del Cauca, este significaba el opuesto a la alegría del paseo de olla, porque bien es sabido que por sus corrientes bajan muertos envueltos hasta Puerto Mallarino.

Mi experiencia entre el río Pance y el Cauca siempre ha estado en medio de esa paradoja del dolor de la muerte y la alegría de la vida; entre las desigualdades para el acceso a la vivienda, que van de los asentamientos, las casas de interés social de 42 metros cuadrados, hasta los condominios de $2.000 millones que se venden con la oferta de no tener vecinos.

También he sido testigo de cómo se vulnera la vida sin que esto le importe un carajo a nadie. En la calle, hace muchos años, nos dimos cuenta de que los muertos no son producto de invisibles fronteras o balas perdidas. En el barrio sabemos que los torturados, los cuerpos en carros abandonados y los desaparecidos son amparados por carteles de tierras, de drogas y alimentos… todos con prestigiosos nombres y apellidos. Sabemos también que son muy hábiles echándonos la culpa: llegan al barrio a decirnos que nos ayudan, nos ofrecen negocios legales e ilegales y luego nos piden calma, dicen que les duele ver como nuestros jóvenes se matan unos a otros, pero siguen orquestando esta matanza.

Solo les importamos cuando les incomodamos, cuando ven en nosotros una amenaza en sus intereses, pero si les servimos de convidados de piedra, no hay problema. Sin duda solo andan detrás de su “Ciudad Paraíso”, su “Ciudad de Servicios”, su conexión y mercadeo con el Pacífico, pero en nada tienen consideración con que las poblaciones no tengan ni tan siquiera agua… eso no les importa, aunque lo prometan con su publicitado desarrollo. No les interesa la vida, únicamente los privilegios de su apellido.

Nunca se han preocupado por las víctimas de pedófilos, por los niños asesinados en el oriente o por los errores de una iglesia, siempre la han tenido en sus anaqueles como aval de las desgracias de este pueblo empobrecido. Sin embargo, y sospechosamente, hoy coinciden en salir con mandados editoriales a hacerle el cajón a un obispo que no les aceptó sus invitaciones a juntas de prestigio como convidado de piedra.
Sin duda, a esos mismos que colonizaron el sur de la ciudad con sus casas enchapadas en porcelanato y mármol les molestó profundamente que un representante de iglesia popular les viniera a decir que la paz debía ser concebida desde la verdad, y que ello implicaba que los empresarios caleños, esa élite descarada que no le importa untarse de los negocios más sucios: cartel del azúcar, de los pañales, de los útiles escolares, implicadas en Agroingreso Seguro y comprometidas con la financiación del paramilitarismo en el Valle del Cauca, tuvieran que salir al escarnio público como familias untadas del cruel desangre.

Sin duda, les incomodó que las organizaciones sociales de Buenaventura vinieran a reunirse con ese tal Darío de Jesús, a proponer alternativas de vida y organización diferentes a las que ofrece el abundante mercado de multinacionales que arrasan a las comunidades mientras les mantienen en la miseria. Como tampoco les dejó de molestar que se intercediera por las rutas de buses tradicionales, los pequeños transportadores, los trabajadores informales, las familias que reclaman reubicación justa y digna de sus casas. Claro, les molestó la oposición a los grandes negociados que han instalado en la ciudad a merced de los más de 100 asesinatos mensuales que ocurren como si nada en la Cali Calentura, esa que aún acostumbra ir en bus tradicional pal pedazo de Pance que nos han dejado.

Eso es lo que les molesta y por eso están hoy tan incomodas con los mensajes de un arzobispo y de un papa latinoamericano que les cuestionan sus avaricias, su cizaña y su crueldad con los más desprotegidos.

“Estamos ante una estafa moral que, tarde o temprano, queda al descubierto, como un espejismo que se disipa. Los heridos están ahí, son una realidad. El desempleo es real, la violencia es real, la corrupción es real, la crisis de identidad es real, el vaciamiento de las democracias es real" —(Papa Francisco, 2017)

(1) Aclaración: Este cuento es pura ficción, no tiene ninguna coincidencia con la realidad y sus personajes solo habitan en la imaginación del autor.

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