Para hacer contexto, mi vida se ganó una lesión de cola de caballo por culpa de una quiebra intencionada para no seguir estudiando Estudios Literarios en la Universidad Nacional, mi vida se jodió en el 98.
Muchos años ignoré mi discapacidad, pero el infierno son los otros, dijo Sartre.
Como funcionario rural en Santander, nadie se sentaba en el bus conmigo cuando íbamos a trabajar.
En Boyacá, entre errores propios que no niego, el sistemático bullying se dio. Por traición regaron mis secretos como asesor de medios y fui la burla de estudiantes, terminando con un hackeo a mis emails y mis secretos y amenazas a mi integridad y un proceso que está en Fiscalía y debilitó mi ánimo de vida.
De allí la Unidad Nacional de Protección pidió medidas para mi protección, cosa que ocultó un buen tiempo el secretario de Educación de Boyacá, así como notificaciones que me favorecían; dudaron de renovarme mi contrato por mi salud, a pesar que lo gané por méritos, así olvidaron reportarme en Fiduprevisora para mantenerme en Eps y descontarme, un sistemático ataque a mi dignidad y mi derecho a la vida.
Por otro lado, las directivas a prueba en la Institución Educativa en el occidente de Boyacá, donde trabajaba, montaron un proceso sin darme detalle de los cargos y violando el debido proceso a la defensa. También dudar de mis sistemas de evaluación y no apoyar procesos como Premio Santillana. Allí también recibí amenazas y siendo el occidente, decidí terminar con mi vida y dormir por la calle. Me metieron las uñas a mi corazón y perdí las ganas de enseñar. Varios compañeros me rescataron y me dijeron que no dejara pisotear mi dignidad.
Contra la rectora prepotente y anarquista hice la denuncia en Personería de Tunja y la presento y guardo más pruebas.
Pero si no fuera por mi escolta, quizá hagan mis depredadores un caso perfecto de bullying y ya no esté para defenderme, solo con mi escritura.
Esta nota la hago como disculpa por fallar como profesional a Fabio Jurado. No tengo fe ni voz.