Hace más de quinientos años eran tomados prisioneros cientos de negros del continente africano, para luego ser esclavizados y embarcados en buques denominados con desprecio “negreros”, donde se los trasladaba en una disposición y condiciones infrahumanas, encadenados, mal alimentados, hediondos, carentes de las mínimas condiciones higiénicas. Emprendían así una larga travesía a lo ancho del océano Atlántico, muriendo a veces hasta la tercera parte de ellos por el abominable trato. Cuando esto tenía lugar, sus cadáveres eran arrojados a las aguas para el “festín” de los tiburones. Hoy, cinco siglos después, los habitantes del puerto de Buenaventura siguen sus viacrucis; arrojados a las fauces de quienes ostentan la guerra.
La bahía de Buenaventura, ubicada en el océano Pacífico al suroccidente de Colombia, fue descubierta el 14 de julio de 1540 por el licenciado Pascual de Andagoya, quien la nombró así por sus aguas tranquilas, su paisaje pintado con gaviotas y sus manglares.
En 1962, una comisión especial rindió el primer informe científico sobre la violencia en Colombia y sus autores, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña y Germán Guzmán Campos concluyeron que, exceptuando al Chocó, la violencia que se había vivido en el país no había llegado a la región del Pacífico. En ese momento histórico Buenaventura era un lugar de agricultores, mineros artesanales y pescadores de noches largas y celebraciones comunitarias, donde confluían personas afrodescendientes e indígenas provenientes de los ríos que bañan a Cauca, Chocó, Nariño y Valle. (Fuente Histórica: Comisión de la Verdad).
Buenaventura, un puerto enclavado en el Pacífico colombiano, por donde sale y entra el 70% de las mercancías del país, con una superficie aproximada de seis mil kilómetros cuadrados, una población aproximada de quinientos mil habitantes; hacen de la región pacífica una fuente de gran biodiversidad. Al norte tiene una gran zona selvática, mientras que el sur se caracteriza por sus playas rodeadas de manglares y sus acantilados; característica muy importante para la explotación turística. La mayoría de sus habitantes son hijos del salvajismo negrero esclavizador; amantes de la música y sus currulaos, donde sus cantos y música son un patrimonio intangible de la humanidad.
“En Buenaventura y en el Pacífico no existió una desmovilización. Los jóvenes que hicieron parte de los grupos paramilitares no tuvieron las garantías para dejar las armas. Esto fue solo una situación que vimos por televisión, pero en el territorio los rostros de las bandas criminales son los mismos de los paramilitares”, expresó Orlando Castillo, defensor de derechos humanos del espacio humanitario Puente Nayeros.
Hoy, el puerto de Buenaventura se convierte en un hervidero de sangre, donde los niños y jóvenes se les escapa la vida, en medio de la pobreza extrema; allí donde impera la ley de la selva (solo sobrevive el más fuerte).
El Consejo Noruego para Refugiados (NRC), apoyado por el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, retrata la siguiente realidad: “El vínculo existente entre el desplazamiento forzado y la violencia sexual basada en género, en el marco del conflicto social y armado en Colombia es cada vez más evidente. En un extenso documento elaborado por el consejo noruego describe cómo la violencia sexual se ha constituido en una práctica habitual y frecuente en el contexto colombiano. A través de la visión de sobrevivientes de este delito y de la experiencia de trabajo de varias mujeres de Buenaventura (una de las ciudades más afectadas por el conflicto armado) se exponen elementos para la comprensión de esta práctica regular e invisible, que afecta miles de mujeres en Buenaventura” (donde sus críos terminan siendo hijos de los alquimistas de la Guerra y violencia, violencia que queda marcada en sus vidas de infantes).
Hoy, en pleno siglo 21,sigue el trato cruel contra una raza a la que le violan sus mínimos derechos básicos fundamentales. Las comunidades negras del puerto de Buenaventura siguen resistiendo contra el látigo de la infamia de la pobreza, la miseria y la exclusión.
La historia se repite: toda esta larga cadena de abusos de poder por parte de terratenientes, políticos y carteles de la droga amparados bajo la ley del más fuerte, no solo contra los aborígenes sino también contra los afros y campesinos, trae consigo rebeliones e insurrecciones continuas de masas inconformes que, a pesar de ser de distinto color, se identifican con la necesidad de unirse para derrotar sus miserias.
Como lo expresara el poeta de la salsa colombiana, Jairo Varela, en esa bella letra de Buenaventura y Caney:
(…) “No es nuestra culpa
que en la costa del Pacífico hay un pueblo que lo llevamos
en el alma, se nos pegaron y con otros lo comparamos,
allá hay cariño, ternura, ambiente de sabrosura,
los cueros van en la sangre del pequeño hasta el más grande.
Son niches como nosotros, de alegría siempre en el rostro.
A ti mi Buenaventura con amor te lo dedicamos” (…).
Buenaventura, clamor de vida, con estos sutiles versos, te digo:
¡Oh!, mi bello mar de Buenaventura... ¡Perla negra del Pacífico!/ Retumban los cueros de mi tambor... / Sonidos del África, son paz y amor.../ Viene del más allá un grito de dolor…/ Clamamos, ¡por favor!/ No descuarticen sus cuerpos morenos.../ No despellejen su piel de ébano.../ Casas de descuartizamiento, ¡desapareced!.../ ¡Basta ya!/ No más ríos de sangre.../ ¡Suficiente fue el látigo del amo./ Clamamos ¡un grito! trepidante de vida,/ niños con sus trenzas negras llenan de alegría,/ en bellas tardes la brisa mía./ ¡Oh!, mi negra bella olor a mar,/ en tu piel morena saboreo tu océano y manglar./ Calles polvorientas de mi bello puerto/ danzan con la tulpa,/ caderas cimbreantes de mujeres bailando por la vida./ Porque Buenaventura retumba de alegría,/ desterrando la muerte,/ sus corazones seguirán siendo puros como la luz del día./ Mi Buenaventura eres sonoridad de ritmo africano,/ tus manos morenas como los cueros de mi tambor,/ tu pueblo baila en místico danzón./ En tus tardes de puerto el calor se detiene/ convirtiendo la brisa en lágrimas de aguacero./ Embriago de piel morena/ musitamos en noche ardiente,/ arde el currulao./ Mí Buenaventura melanina de sal, sabor a calamar,/ mi Buenaventura de dulce manglar./ Buscando la paz, día a día./ No más pies descalzos, niños de Buenaventura,/ no volverán jamás a pisar la muerte, pobreza y miseria./ ¡Basta ya!, permitan que las pieles de los tambores y timbales sean fe de vida,/ porque yo canto con mí pueblo.../ del bello mar de Buenaventura.../ Donde se acaricia siempre la brisa pura.../ ¡Buenaventura! hermana del litoral, eres espejo de matiz abisal, embriago de piel negra azul;/ en bello puerto escuchamos el trinar de tus olas.../ Guardando su estrella en luna morena./ ¡Buenaventura, eres borojó!/ Labios de biche.../ Dientes de coco.../ Sos novia de los vientos.../ Pargo rojo.../ Eres chontaduro.../ Eres amor del negro puro.../