Desde niño he padecido las problemáticas que han azotado a Buenaventura, una tierra olvidada por aquellos que ufanan cambiar este país, pero tan trabajada incansablemente por aquellos líderes fuertes que salen del anonimato. Hoy, en medio de tantas problemáticas, pero con mayores esperanzas, recuerdo a Eliécer Arboleda, un humilde bonaverense que me impartía clases de trompo, que trabajaba con nuestra comunidad y por nuestra comunidad para que nosotros, los jóvenes, a los que muchos nos llamaban "harapientos" cambiáramos las drogas por el trompo, el yoyo y el deporte que también construye un mejor futuro.
El Profe Eliécer, como le llamábamos, no solo nos enseñó a construir un mejor barrio o un mejor distrito. Nos enseñó que la familia es más que el núcleo fundamental, tal y como lo expresa la Constitución del 91. Es trabajar sin cansancio por cada joven que pierde una oportunidad por su color de piel o por estigmas sociales. Porque aunque la gente no lo crea, en Buenaventura sí existe el racismo. El profe, fue nuestro ejemplo de familia con su señora esposa e hijos. Con ellos siempre vivió en una sola casa y en la que para nosotros también había un espacio, compartiendo así sea una aguapanela o lo que en su alacena alcanzara. Fue para mi, mi segundo padre y por adopción el de muchos otros bonaverenses.
Hoy con tristeza, viendo mi país y mi Distrito de Buenaventura en medio de paros, carencia de agua, luz, infraestructura; esas mismas que padecen centenares de lugares de Colombia, conmueve que la élite que se ha robado nuestro Puerto no permita que avance. Esos mismos que por décadas, con nombres propios, tapan el trabajo de líderes como el profe Eliécer, por su humildad, no venir de un apellido político, por trabajar con gente pobre como nuestra comunidad, por conocer en realidad las necesidades del Distrito y por lo esencial, querer transformar a Buenaventura y sacarla del letargo de la corrupción y miseria que padece de antaño.
Hoy, escribo esta carta con una profunda esperanza, sabiendo que Buenaventura también tiene un mejor futuro, como el que el profe Eliecer nos regalo a los jóvenes de la comunidad. Buenaventura lo merece.