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¿Qué es la escalera de Penrose? Es una escalera infinita. Se puede recorrer por ella toda la vida, bajar y subir, pero nunca llega a un destino diferente; En pocas palabras, no es una escalera progresiva, es circular. En definitiva, es la escalera de Sísifo. ¿A qué viene esta vaga pretensión analógica de Buenaventura con la escalera de Penrose? Esta ciudad, con un vasto territorio en el que cabe diez veces Cali, tiene los sitios más exóticos para explorar y encontrar el entretenimiento que millones de turistas de todo el mundo desearían conocer. Un territorio con una gastronomía y bebidas típicas envidiables, con una música que está a la puerta de convertirse en el “jazz” del siglo XXI.
Pero toda esta bella imagen se ha quedado aparcada en la recreación folclórica de unos versos para entretener a los espectadores que miran desde afuera. Esta imagen contrasta con la realidad que se vive en el día a día de los ciudadanos.
¿Quién puede discutirle al hombre de a pie que, mientras sostiene una botella de la bebida más cara y con un tono de sabrosura, te dice que estamos en la mejor esquina del mundo, cuando en su casa recibe solo cuatro de agua día de por medio? Nadie se atreve a contrariar la forma de alegría con que se celebra algún acontecimiento, aunque este resulte perjudicial para el conjunto de la sociedad; nadie puede contrariar porque para muchos eso es cultura.
Sin embargo, no pasa de ser un reflejo sintomático de la decadencia de una comunidad. Nadie le llevará la contraria a los famosos intelectuales que, con su pseudo discurso de la defensa de la identidad cultural y del hombre negro, pronuncian su discurso cargado de metáforas y adjetivos que parecen predicadores protestantes dispuestos a salvar a la humanidad, pero cuando llegan a los espacios de poder son más destructivos que los “blancos” contra los que se manifiestan. Para muestra, un botón: un alcalde y su PCN, de cuyo nombre no deseo
Pero esto no termina ahí, esta es apenas la punta del iceberg. Es mejor no profundizar, para no parecer pesimista; Sin embargo, la misma realidad que nos ofrece el contexto ya de por sí es pesimista: Buenaventura es una escalera imposible; no porque ella quiera o tenga que ser de esa manera, sino porque a sus políticos en turno no les interesa desarrollar su potencial, y porque una gran parte de sus habitantes cree ingenuamente en las máscaras que usan cada cuatro años.
En consecuencia, estamos condenados en la ilusión de creer que estamos subiendo una escalera, cuando en realidad estamos bajando.