Así se saluda en nuestra tierra y, con ello se dicen muchas cosas, prosperidad, suerte, buen ánimo; exprésase un conjunto de parabienes que son, por supuesto, con especial ahínco respondidos de la misma manera: buenas buenas. A partir de esa expresión tan sencilla y llena de significado, el diálogo es versátil, casi interminable, pues cada uno sin esperar la respuesta del otro va contando lo que sucedió el fin de año y, contestando, a la vez y, eso sí en orden, los requiebros de su contertulio, sin que falte o sobre detalle, ni respuesta, gracejo y apunte. Todo ello, así las personas en muchas de las celebraciones hubiesen compartido con las otras. Es una forma de ser, de pensar, de consentirse en el medio. Entonces, bajo tal propósito y contenido: buenas buenas.
El año que inicia, que será de convites y combates electorales muestra que amanece, según cifras oficiales, con menos accidentes producidos por la pólvora y, al parecer, con un índice de menor accidentalidad producto de la ingesta de alcohol. Buena señal, salvo porque no se ofreció por efecto de la cultura ciudadana, sino por las penas económicas y, en fin punitivas imponibles. Aún nos cuesta mucho, en demasía, aceptar la norma cultural, sin que se le acompañe la amenaza penal. Pero ahí vamos.
Se inicia un año electoral, se aspira a que los contendientes lleven teorías y tesis; que la punta sea la democracia y, lo contrario, se desea que no exista compra de votos, corrupción del elector y, por supuesto, que se desate en el país una grande fuerza contra los contactos con la parapolítica, la farcpolítica y, la narcopolítica; esas mafias ya hicieron el suficiente daño para poder ser reelegidas. Un buen deseo; ¿quedará en mero deseo?
Un año electoral que se halla en campaña por la reelección presidencial; poco gusta la idea, a pesar de lo cual va avanzando aunque no en todas las encuestas —especialmente las que surgen en cualquier reunión social— y, como todo estaba tan de la mano de lo obvio, parece que el milagro saltó cuando fue inhabilitado el alcalde de Bogotá y, por cuenta de una decisión administrativa, la contienda será bien que interesante, pues el fenómeno Petro-Ordoñez dará con la elección presidencial; y, para ponerle picante a la comidilla política, qué sucederá cuando Petro no sea revocado y así, o, por ello, tenga influencia en la elección presidencial. Ahhh, ¿qué tal el regalito que por cuenta de la decisión administrativa inhabilitante se encontró el mismísimo Petro?
El año que comienza tendrá también especiales repercusiones sobre lo que se ha dado por denominar marchas ciudadanas y redes sociales; indicadores que hoy se manifiestan claramente, sin mediaciones ni interpretaciones, como es el caso del agro con los cafeteros, los paperos, los cacaoteros, los arroceros; a lo que se le suman la ola estudiantil y la población vulnerable que mucho darán de sí, para el entendimiento y la solución de los temas, que no han sido resueltos, con el perdón de los titulares de prensa, según los cuales ya fueron solucionados.
Un año de importancia para la paz: la deseamos y es una necesidad, así agoreros de la guerra insistan en otra cosa. Una paz sostenible y respetuosa de las víctimas, en resalto, las mujeres y los niños. Una paz que se debe cuidar especialmente cumpliendo y haciendo cumplir los compromisos internacionales. Es un deber y un derecho del Estado y de los ciudadanos. No puede ser un capricho de un gobierno, menos aún en reelección. Y, como se dice en el imaginario colectivo: Amanecerá y veremos.
En fin: buenas buenas. Ojalá que los deseos y parabienes se hagan realidad y no nos quedemos con un año más: con una reelección sin mayor predominio de la idea, sin resolver los temas sociales, con la influencia de la manifestación mafiosa en los cuerpos colegiados (...); es decir, como aquel que se pueda llamar: el Año de dos mil…