¿Cuántas veces hemos escuchado a la gente hablar y quejarse de Bogotá? Temas tan reales como el frío, los trancones, la inseguridad, el transporte insuficiente, los vendedores ambulantes, el costo de vida, los andenes dañados, los huecos en las vías, la desigualdad, entre otros.
Sí, la verdad, Bogotá como todas las grandes ciudades del mundo tiene muchos problemas, sus más de ocho millones de habitantes así lo confirman cada día. Además, según cifras reflejadas oficialmente por el Dane hacia mitad de siglo seremos alrededor de 11 millones y seguramente los problemas podrán ser iguales o mayores a los de hoy.
Sin embargo, como todo en la vida tenemos dos opciones: seguirnos quejando de lo que no tenemos, de lo que nos hace falta, de lo difícil de todas las circunstancias que conlleva esta urbe o aprender a ver primero las cosas buenas que nos da una gran ciudad como Bogotá (las oportunidades para crecer profesionalmente, como familia, como personas, sus teatros, su paisajes, su centros religiosos, sus museos, bibliotecas, zonas antiguas, modernidad digna de copiar en otros países como el TransMilenio, la atracción de grandes empresas como inversión extranjera y el turismo, la gastronomía, entre otras).
En Bogotá la única salida que tenemos es empoderarnos de la ciudad y lo que nos corresponde: elegir bien a nuestros gobernantes, tener cultura ciudadana como nuestra bandera, aprender a convivir sanamente con las diferencias, respetar al otro (el ciudadano de a pie), rescatar la urbanidad y el civismo que durante tantos años nos predicaron en escuelas y en familia, comprometernos con el medio ambiente, ser solidarios con los demás permanentemente y tener siempre una sonrisa a flor de piel.
480 años de historia hacen de Bogotá la que alberga a todo un país. Cuántas veces hemos escuchado familias con arraigos paisas, santandereanos, tolimenses, costeños, vallunos, por nombrar algunas zonas del país, y aún extranjeros que venían solo de paso y decidieron apostarle a Colombia, en este pedacito que hace que sea la más cosmopolita del país, la Atenas Suramericana, llamada así por la cultura, civismo y buenas maneras a finales del siglo XIX por el poeta Rubén Darío… Orgullo que se perdió, pero que aún hoy podríamos rescatar.
Personalmente, llegué hace 24 años a esta gran urbe, y aunque en un inicio fue bastante difícil enfrentarse a su tamaño, aprender rápido de sus calles y avenidas para desplazarme, a saber cuáles son los sitios vulnerables y tener cuidado, a saber que a veces la gente es un poco más fría que en otras ciudades, a que el tiempo rinde menos y un montón de cosas más, siempre tuve y tendré la mejor actitud para adaptarme. Los que vivimos aquí tenemos una gran deuda de gratitud con la ciudad, la que nos da todos los días para cumplir nuestros sueños, la que nos permite salir adelante cada día en medios de sus dificultades. Por eso y por más yo digo simplemente: "Invito a que brindemos todos por Bogotá".