El humor probablemente no es un estado de ánimo, es más una disposición frente a la existencia. En estos tiempos inusuales se hacen necesarias situaciones guasonas porque generan una mejor aptitud en la vida. Sin embargo, el humor y la chanza no solo son un medio para liberar el alma y los miedos, también son ese vehículo que devela las flaquezas del mundo moderno como la soledad, la exclusión, el racismo y demás realidades que disgustan al ser humano y de paso incomodan al poder en diferentes latitudes del planeta.
Ahora bien, en el trasegar de la humanidad la presencia de humoristas no ha sido menor, ellos están ahí con esa peculiaridad de hacer reír a las personas y en el siglo XX y XXI obtuvieron una visibilidad mayor gracias a ese artefacto llamado cinematógrafo que conduciría al desarrollo del al séptimo arte (cine) y con ella la aparición de grandes figuras como: Charles Spencer (Chaplin), Mario F. Alfonso Reyes (Cantinflas), Rowan Atkinson (Mr. Bean) y un centenar más; este último personaje es pertinente puesto que representa un humor crítico y fino en el mundo reciente, abordando y escarbando los cimientos de la cultura planetaria en relación a esas flaquezas antes mencionadas en especial la soledad del hombre moderno como sujeto que transita en medio de la multitud pero yace alejado de ella.
Entonces, ¿qué se observa en este personaje humorístico que permita encontrar luces a tan complejo tema? Se distinguen características que facilitan diversos análisis, pero nos enfocaremos solo en algunas donde creemos yacen fuertes elementos del tema que nos atañe, Mr. Bean es un individuo que no deja ver la consigna de su vida y las ilusiones que tiene, se muestra como un sistema cerrado, no dilucida un horizonte claro, se ejemplifica como un superviviente sin origen como quien cae del cielo, no deja ver claramente sus valores, un sujeto sin compromisos y acuerdos con nadie, se exhibe siempre competente e insensible, problemático, confuso y sin amigos, todo concluye y gira en su sobrevivencia y satisfacción.
Esos rasgos permiten examinar posibles causas de la soledad contemporánea agravada en parte con la pandemia actual que azota el planeta, pero sin desconocer el palmarés de la modernidad en términos de vitalidad y no todo se puede anular entendiendo también que toda victoria trae consigo él riesgo el cual en nuestro parecer se ha retratado y recogido en la insatisfacción del individuo actual; y quizás la obra literaria que mejor nos ayuda a sostener esta idea y condición es: Fausto del alemán Johann Wolfgang Von Goethe, clásico donde localizamos esa infelicidad alegórica del hombre moderno como sujeto que está corriendo detrás de nuevos propósitos y tristemente en ese andar va perdiendo su caridad, su candidez natural y toda capacidad para la satisfacción, pareciera que nadie y nada es capaz de hacerle feliz, ese sujeto que mira al cielo y lo encuentra vacío, se centra en la tierra y el culto al dominio técnico y el afán de poseer objetos lo enceguecen generándole en el fondo una sensación de desamparo.
Pues bien, esa criatura que puede sentir esa condición de desamparo y estarlo es la humana, ningún animal está solo a no ser que este en vía de extinción o haya sido excluido por la manada, por ello el escritor Mexicano Octavio Paz en su poema “piedra de sol” nos recuerda: “(...) ¿la vida?, ¿cuándo fue de veras nuestra?, ¿cuándo somos de veras lo que somos?, bien mirado no somos, nunca somos a solas sino vértigo y vacío, muecas en el espejo, horror y vómito, nunca la vida es nuestra, es de los otros…”. Estas palabras denotan una conciencia de la soledad y la invitación a tejer la singularidad en el contacto con el otro, en el vínculo con la cultura, en aquellos rasgos que nos distinguen y en la mirada del otro que nos configura y nutre nuestras formas frente al aislamiento.
Ahora, el espectro de la pandemia actual que nos ha llevado al aislamiento total e involuntario devela esa soledad accidental revelando amargamente que un número significativo de seres humanos en todos los rincones de la tierra yacen en una invisibilidad absoluta, nadie los percibe, ninguno sitúa su mirada en ellos, nadie les da valor, no los reconocen, nadie examina su gracia, un ejemplo en relación a la soledad imprevista la encontramos en el cine, en la película El náufrago, retrato del hombre solitario, ahí localizamos a Tom Hank, quien le da vida a Chuck Noland, un personaje al que le cambia la vida por un incidente aéreo quedando abandonado en una isla deshabitada y donde un balón lo acompaña en su soledad creándose un fuerte vínculo entre ellos, luego el balón le abandona en la mar como si supiera que ya cumplió con su su deber; y en esa misma cinta hallamos también unas palabras esperanzadoras y llenas de ilusión: “ya sé que tengo que hacer ahora…seguir respirando… porque mañana saldrá el sol y quien sabe que traerá la marea”.
Por otra parte, se devela también esa otra soledad que se da por voluntad propia, de quien decide un día cesar la comunicación temporalmente para encontrarse con algo personal o como terapia oportuna que amerite concentración y reflexión; por ejemplo, en la historia de la literatura Emily Dickinson y Marcel Proust resolvieron enclaustrase un buen tiempo más la primera que el segundo y lo hicieron en este caso para buscar las palabras, declarándose como escritores cuando supieron que tenían lectores, más el segundo que la primera (sus publicaciones fueron póstumas), y aquí sucede algo relevante y es que al escribir y ser leídos ya son reconocidos por el otro, así no se lo hayan propuesto e inconscientemente quizás ese ejercicio no haya sido otra cosa si no el acto preparatorio para el rencuentro con los demás. En ese orden de ideas se puede citar al poeta Alemán Rainer María Rilke quien decía: “Tenemos que aceptar nuestra existencia tan ampliamente como sea posible…todo aun lo inaudito debe ser posible en ella, pues solo quien esta percibido para todo, quien nada excluye ni aun lo más enigmático sentirás las relaciones con otro ser como algo vivo…”. Lo anterior simbolizando en parte este verso que la separación con los que más amas es una experiencia dolorosa y a veces necesaria, pero también la experiencia del encuentro con los que quieres como algo vivo y mundano.
De todas formas, la soledad es una sola independientemente de si se produce de forma circunstancial, elegida u otra y es un estado del cual no hay que necesariamente huir como si fuera una peste si no que se puede tratar de un estado reflexivo e introspectivo detonante del autoconocimiento y de la necesidad de ir en busca de los demás sin la pretensión que de un momento a otro todos sean amigos nuestros porque como exponía el escritor Antoine de Saint-Exupery: “Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo”, dado que en la vida esforzándonos y siendo optimista a lo máximo que uno puede aspirar es a dos o tres amigos.
El capitalismo económico moderno es un promotor de soledad y desamparo y unas víctimas son los habitantes de la calle, desterrados del mundo pudiente, seres solitarios, caminantes incansables que cargan sobre sus hombros el peso de la exclusión y el error, el dolor de su realidad, el odio y desconfianza por el otro, la derrota de las palabras, la constatación en vivo y en directo del lado oscuro de la actualidad. De otro lado, se encuentran las personas mayores quienes ya han padecido el despotismo de la historia y llevan en su memoria un listado numeroso de muertos, aferrados a los recuerdos saben de qué les hablan cuando de soledad se trata, algunos seguramente para enfrentar esa etapa aplican la máxima de Gabriel G. Márquez: “el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”; y otros con mejor fortuna se ven rodeados de sus familiares y amigos enfrentando mejor esa circunstancia, por supuesto no todos somos Nelson Mandela o Jorge Luis Borges quienes se despidieron rodeados de sus amistades.
En conclusión, el sujeto moderno devela que a pesar de andar en multitud yace completamente solo, la sociedad actual es un conjunto de muchos en soledad. Esa es la sociedad instituida, gústenos o no, donde agresión y sufrimiento están en la vuelta de la esquina y no hay superhéroes que lleguen a salvarnos o satisfacer nuestros deseos. Es posible que nuestra única ilusión en este momento aciago de enfrentar la soledad e insatisfacción siga siendo ese pequeño atisbo de esperanza en que el hombre se salve así mismo, sintiéndose vivo y exprese: echen un vistazo, yo estoy aquí, esta es mi singularidad y mis valores, esta es mi dignidad y humanidad.