Fue a través del maestro Estanislao Zuleta que leí y descubrí la voz de Johann Wolfgang Von Goethe en esa colosal tragedia llamada Fausto, donde declaró: “También esta noche, tierra, permaneciste firme. Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor. Y alientas otra vez en mí la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia”. Pues bien, dado que esta cultura contemporánea del correcaminos ha sido frenada en seco, reclamo estas palabras, valiéndome del recogimiento en nuestros hogares, para reflexionar, primero, el miedo en la vida, y segundo, la velocidad con que llevamos nuestras existencias. Reflexiones que quizás en la vida cotidiana normal están exiliadas en las honduras del alma humana, impidiendo quizás en gran medida esa ilustre existencia que nos habla Goethe en su afirmación.
Pensar la vida es pensar la muerte y muchas veces lo hacemos cuando en nuestro vivir ocurren acontecimientos o “eventos raros” —leer El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable— que son imprevistos que rompen los moldes, no ocurren con frecuencia, de amplitud mayor, de efectos gigantes y excepcionales como la pandemia actual —los virus han estado presentes en la historia de la humanidad— donde se pone en cuestión todo —la economía, la política, cultura, etcétera—, especialmente los patrones habituales de la cotidianidad. Lamentablemente en todo este suceso el miedo en estos días reposa en un nuevo enemigo que es invisible y que tiene la capacidad de sembrar incertidumbre en muchos y muerte en otros.
Ahora bien, en la película El curioso caso de Benjamín Button, cuento del escritor Scott Fitzgerald, hallamos una escena sobre la muerte, en la que un capitán de barco tiroteado ya moribundo expresa: "Puedes estar furioso como un perro rabioso por como salieron las cosas. Puedes insultar, puedes maldecir al destino, pero cuando se acerca el final debes resignarte". Palabras que nos develan la finitud del hombre, que nada es para siempre, que lo que no se hizo, ya no se pudo, y lo triste que resulta.
En el film Apocalypto del director Mel Gibson, en la escena del nuevo comienzo, el nativo jefe dice a su hijo Garra de Jaguar: “¿Estas preocupado? miedo, un miedo profundo podrido, estaban infectados por él, ¿lo viste? El miedo es una enfermedad, se mete en el alma de cualquiera que lidia con él y ha contaminado tu paz, no te críe para verte vivir con miedo” en la actualidad sucede exactamente igual, se observa con recelo a las personas que más queremos y a las que considerábamos más fuertes. Se sabe que el miedo imposibilita la vida, vivir con miedo no es vivir —aunque en ciertas circunstancias tenerlo mantiene las alertas encendidas—. Así que debemos tener cuidado con esos leviatanes internos escondidos en el corazón y que, como un virus golpea y liquida.
Hay que encarar la realidad y el destino —las amenazas siempre estarán presentes— y en estos momentos de incertidumbre, es necesario enfrentarlo al lado de las personas más cercanas, seres queridos y amigos, quienes pueden ser un motor para seguir, para pensar tal vez en los deseos genuinos que habitan en nosotros, de hacer un alto en el camino y pensar un poco en esos recursos ilustres que pueden tallarnos mejor, repensar un poco sobre esa labor creativa que nos alegra la vida, sobre cuál ha sido esa labor mecánica que nos ha entristecido, que nos ha agotado en gran medida nuestra energía vital que ha fortalecido nuestros dragones internos, a fin cuentas todo esto puede ser un instante para ser mejor, vivir mejor, de ahí que son días para sacarles el máximo provecho, no para quedarnos inertes si no para la transformación de nuestras existencias.
En un texto del filósofo Friedrich Nietzsche que se llama Schopenhauer como educador, este dice “uno no enseña tanto con lo que sabe, cuanto con lo que es”, y si ahora no es el momento de pensar en cambiar algunos aspectos, y “ser más humanos”, ¿entonces cuándo?; a la postre, la reflexión hace parte de la vida y uno guarda la esperanza de que, si pensamos mejor, que si organizamos las ideas, tal vez podríamos vivir mejor. Y este santiamén infausto que pasamos puede ser una oportunidad.
Por otra parte, en relación a la velocidad con que hemos venido llevando nuestras vidas, esa cultura de la prisa, de la distracción constante propios del mundo contemporáneo han conducido a que con frecuencia perdamos de vista el enorme daño que nos hacemos nosotros mismo. La rapidez, la intranquilidad, el estrés, el agotamiento, entre otros aspectos vienen deteriorando nuestra salud. Estamos corriendo en lugar de vivir, por ello, este momento, también puede ser un llamado de atención y deliberación sobre la vida que llevamos y quizás pensar en el daño que nos hemos estados haciendo.
Un ejemplo concreto de lo expresado anteriormente, es la observación que como preceptor realizo, y es cuando noto personas que en la adolescencia son y se descubren inteligentes, vigorosos, volcanes en erupción; y de quienes se resguardaba una esperanza superior en lo que serán un día, no obstante, en un momento determinado, nos percatamos que han pasado los años y hemos sido vencidos brutalmente por el modo que afrontamos la existencia. Artur Rimbaud, en su poema El adiós nos insinúa a lo mejor algunas ideas de las razones de la capitulación, al decir, “…los mil amores que me crucificaron! … vuelvo a mirar mi piel roída por la suciedad y la peste, los cabellos y las axilas llenos de gusanos y gusanos más grandes todavía en el corazón…” y más adelante finiquita expresando una frase demoledora: “hay que ser absolutamente modernos”
Por su parte, y en sintonía con la idea preliminar el escritor y cantante, Bob Dylan en la canción Mr. Tamboraine Man dice “mis sentidos han sido arrebatados, mis manos no pueden sentir el agarre, mis pies están demasiados entumecidos…” revelando de alguna manera también, que un día el cuerpo dice no aguanto más este ritmo, y todo cambia, y es cuando quizás nos damos cuenta que tuvimos tiempo para todo menos para tomar un café con la mujer que amabas, con un amigo, un colega.…No se trata de entrar a detenernos, o a ser “pacientes retrógrados”, lo que se pretende es de desacelerar, elegir qué cosas logramos y precisamos hacer con prontitud y a ir más pausado, la paciencia en términos de cultivo y embellecimiento de la vida sigue y seguirá siendo una importante potestad, no siempre la velocidad es lo mejor, es posible que este periodo sea esa oportunidad para renacer y luchar sin descanso por una encumbrada existencia, seguro estaremos contribuyendo a la construcción de una sociedad más humana y razonable.