El concepto de estado moderno fue forjado en la Francia de Luis XIII por el cardenal Richelieu y refinado por las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII en Inglaterra y Francia. El estado se estructuró como una entidad abstracta, unitaria, asociada a un territorio, una nación y superior a quién detentase la corona; quizás en semejanza con la iglesia católica, la institución más longeva de occidente, la cual es también superior al pontífice que ocupe la silla de Pedro en un momento dado.
Los estados, como los conocemos hoy en día, garantizan su existencia en dos principios pragmáticos: legitimidad y poder; un estado con baja legitimidad debe aumentar su capacidad militar para poder sostenerse y un estado militarmente frágil debe estar muy atento a fortalecer su legitimidad. Cuando los estados no logran equilibrar adecuadamente poder y legitimidad suelen quedar a merced de las potencias y deben resignar algunos de sus propios intereses en favor de los estados poderosos para poder sobrevivir.
Colombia desde siempre ha sido un estado desequilibrado en razón de su poder y su legitimidad, la institución “República de Colombia” nunca ha logrado ejercer plena soberanía en la totalidad del territorio y cuando lo ha intentado, la corrupción rampante y la atención exagerada a los intereses de los grandes centros urbanos en detrimento de la periferia han herido profundamente su legitimidad. Por esta razón siempre hemos sido un estado de tercera en el orden mundial a merced de los intereses de Inglaterra primero y de Estados Unidos después.
Durante la guerra fría los soviéticos vieron en la debilidad estructural de los estados latinoamericanos la oportunidad para debilitar la hegemonía Estadounidense en el hemisferio y de tal circunstancia geo-política nacieron diversos movimientos revolucionarios en el continente, la reacción de los estados unidos fue propiciar el aumento del poder militar en los estados latinoamericanos, aún en detrimento de su legitimidad y los abusos resultado de tal estrategia son ampliamente conocidos.
Las FARC son producto de tales circunstancias, eran guerrillas liberales que combatían en una mezcla de bandolerismo y autodefensa a un estado al servicio de los intereses económicos de la minoría, la escasa legitimidad y poder del estado en las regiones apartadas facilitó su consolidación y la adhesión posterior al proyecto soviético les dio una idea propia de lo legítimo. El abandono y el desdén con el que el gobierno central ha mirado a la periferia permitieron que las FARC se convirtiesen en el gobierno de facto en muchos rincones de la geografía nacional, toda vez que no eran considerados por el establecimiento un problema de orden público prioritario, pues era una disputa por el control de la periferia.
Con el paso del tiempo el enfrentamiento se fue recrudeciendo, la entrada de dineros del narcotráfico a la guerrilla la hizo ganar poder, pero en la medida en que ganaba poder y avanzaba militarmente iba perdiendo legitimidad por los excesos de la guerra; el estado permeado por ese nuevo poder que era el narcotráfico se hizo cada vez más ilegítimo, recurrió a prácticas propias de las mafias para detener el avance guerrillero y consiguió a costa de comprometer su poca legitimidad y soberanía, hacer retroceder a la guerrilla, pero no logró derrotarla.
En este escenario surge el proceso de paz, entre un estado y una guerrilla con muy poca legitimidad, con una relación de poder asimétrica que por razones tácticas hace imposible el triunfo de una fuerza sobre la otra y con el agotamiento que en cualquier población producen 50 años de guerra. La extrema rigidez que ha producido el enfrentamiento dificulta cualquier opción de solución negociada, pero en la práctica es claro que la solución militar no pudo ser.
Es entonces el proceso de paz la única opción para resolver el conflicto, no es una capitulación de una fuerza derrotada, es la negociación de dos poderes asimétricos en búsqueda del entendimiento y es el reconocimiento que hace la fuerza más pequeña de las instituciones y las prácticas de la fuerza grande, pidiendo naturalmente garantías que le permitan hacer la difícil transición de fuerza beligerante a partido político dentro del establecimiento.
Voy a votar Sí aunque entiendo que la tarea recién empieza, el estado colombiano debe ganar mucha legitimidad para ser respetable en el plano internacional y esa legitimidad exige un apego irrestricto a las normas y una reducción drástica de la corrupción, es muy largo el camino que tenemos que recorrer, pero no podemos darnos el lujo de seguir sacrificando legitimidad, vidas y recursos en una lucha estéril, es necesario pasar la página y entrar en un nuevo capítulo de nuestra historia.
