Brechas generacionales… y paz
Opinión

Brechas generacionales… y paz

Los jóvenes con los que he trabajado en tecnologías de la información me han mostrado que el debate sobre Sí y No que los mayores hemos entablado poco tiene que ver con ellos

Por:
septiembre 23, 2016
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Siempre habrá brechas entre generaciones. Sin embargo, pocas tan profundas como las que hay hoy entre los adultos menores de 35 y los que clasificarían como sus padres. Las hay en los más variados terrenos: en la relación con los mundos de la tecnología, la música, la política, el mundo religioso, el mercado laboral.

Aspirar a catalogar el tipo de diferencias entre generaciones en un país tan diverso y con tanta inequidad resulta imposible. Solo me voy a referir a algunas que tienen que ver con algunas personas jóvenes con las que trabajo.

Hay contextos que marcan las generaciones. Una cosa es haber nacido a pocos años de declarada la Guerra Fría y otra ser adolescente o adulto joven en la época de las redes sociales, la nube y el internet móvil. Nadie que se graduara de bachiller o profesional en los 70 o en los 80 hubiera imaginado ocupaciones como community manager (gestor de comunidades virtuales) o de “analista de tráfico virtual”, entre muchas nuevas.

 

 

“No me importa tu apellido, ni dónde estudiaste,
ni lo que sabes, entre otras, porque Google lo sabe todo.
Me interesa lo que puedes hacer con lo que sabes”

 

En el campo laboral las diferencias son enormes entre hoy y, digamos, 1970. Nuevas reglas de juego se van imponiendo gradualmente. Aunque Colombia está lejos de superar algunas barreras de apellido y estatus asociados al tipo de colegio e institución de educación superior en las que se estudió (alguien diga cuántos ministros han estudiado en el Sena), al acceso al bilingüismo, entre otros, se va abriendo paso, lentamente, el ascenso social y económico de una juventud meritocrática.   No hace mucho leí acerca de lo que alguien que engancha personal en Google en EE. UU.  les dice a los candidatos algo así como: “No me importa tu apellido, ni dónde estudiaste, ni lo que sabes, entre otras, porque Google lo sabe todo. Me interesa tu iniciativa, tu capacidad de trabajo en equipo, lo que puedes hacer con lo que sabes, si eres capaz de actualizarte por tu cuenta...”

He tenido la oportunidad de trabajar con gente joven en el terreno de las tecnologías de la información (TI), cuyo uso ha cambiado la forma en que nos relacionamos entre nosotros y con el mundo, incluyendo la manera en que aprendemos, protestamos, opinamos y nos contamos unos a otros las incidencias cotidianas.  Hablé con tres de ellos (de 24, 27 y 35 años), excelentes profesionales y personas, muy parecidas a lo que el señor de RRHH de Google mencionado esperaría: iniciativa, autoaprendizaje permanente, liderazgo. Dos son comunicadores (mujer y hombre) y una es diseñadora gráfica. Una costeña y dos rolos.

En ninguno de los tres hogares de mis jóvenes colegas hubo dinero de sobra y sí padres que realizaron todo el esfuerzo para que estudiaran.  En lo profesional, todos cuentan con título expedido por institución de educación superior y consideran que han llegado más lejos que sus progenitores. Dos, los mayores, tienen su vehículo propio y han viajado, con sus ahorros, fuera del país después de llegar a adultos.

Llevan rato metidos en el mundo de las TI y tienen claro que deben estar en permanente “modo beta”: nunca se llega a saber y manejar algo en forma total; siempre se debe estar en situación de aprendizaje y mejoramiento. La diseñadora, por ejemplo, cuenta que cuando estudió, el marco era analógico y que solo después de graduada, fue asaltada por la incursión de las tecnologías digitales. Aprender, constantemente, es un imperativo en su oficio.

Aunque son empleados en la actualidad, se ven como empresarios dentro de algunos años. “La búsqueda de la pensión no es mi proyecto de vida”, dijo el comunicador, que sueña con una fábrica de chocolates cuyas ventas promovería con lo que ha aprendido en el manejo de redes y comunidades virtuales. Contraste inmenso con el sueño que de jóvenes tuvieron muchos mayores de hoy, de pensionarse en tal o cual entidad pública o empresa.

Los tres son religiosos practicantes por decisión propia. Dos son cristianos y una católica. Aunque tienen amigos homosexuales, ninguno está de acuerdo con la adopción de parte de parejas gay, por principio. En el reciente rifirrafe de las cartillas alrededor de la educación sexual sintieron que al MEN se le fue la mano, que el Estado no tiene por qué meterse en los hogares.  Aunque solteros, sueñan con su propia familia. Una de ellas ama el rock religioso de la Orange County Supertones, grupo gringo de punk rock cristiano.

No tienen confianza en instituciones como el Congreso y no ven liderazgo en los políticos jóvenes. Sobra decir que la vieja política los espanta.  Mockus, cuando era irreverente y ellos adolescentes, les atrajo. A veces opinan sobre lo público a través de las redes sociales. En cuanto a la paz, ninguno ha sido afectado, en forma directa, por el conflicto. Los hitos violentos que recuerda la diseñadora cuando niña fueron la toma del Palacio de Justicia y los asesinatos de Galán y Pizarro. Para la menor (24) tales catástrofes son solo datos.

Todos coinciden en que deben realizar un ejercicio de abstracción para decidirse a votar por Sí o No el próximo 2 de octubre en el plebiscito. Han ejercido el derecho al voto para Presidencia. Izquierda o derecha significa poco para ello, aunque conocen los respectivos clichés. El comunicador piensa que para él y su generación el mundo seguirá igual después del 2 de octubre, independiente de qué postura triunfe.

La comunicadora, costeña, tiene más afinidad con Salcedo Ramos que con García Márquez. La diseñadora lee ficción futurista (como Divergente, la trilogía de Verónica Roth) y uno de los últimos libros que leyó fue La chica del tren. No pudo terminar Cien años de soledad, aunque sí leyó los Cuentos peregrinos. El periodista lee sobre mercadeo y deportes. el encarnizamiento del debate sobre Sí y No que los mayores hemos entablado poco tiene que ver con ellos.

Son optimistas respecto de su futuro y están orgullosos de sus logros. Pienso diferente a ellos en temas como el de las adopciones y, a la vez, los admiro porque son líderes por mérito propio. Y muy buenas personas. También sé que el encarnizamiento del debate sobre Sí y No que los mayores hemos entablado poco tiene que ver con ellos.

 

 

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