Brasil: corales y caballitos de mar

Brasil: corales y caballitos de mar

Porto de Galinhas y sus piscinas naturales

Brasil: corales y caballitos de mar

Ha pasado un mes intenso para miles de personas. Fueron aquellos turistas que tuvieron la ocasión de descubrir o regresar a un país maravilloso, un fantástico destino turístico más allá de la efervescencia de la cita futbolística universal. Ahora que llega la hora del adiós para el Mundial y que disminuye la presencia de los focos mediáticos del mundo entero, desde Caminantes y Caminos queremos detenernos durante dos semanas consecutivas en dos destinos turísticos singulares del Brasil, uno al norte y otro al sur, destinos no tan famosos ni ruidosos ni masificados, pero cien por ciento recomendables y ejemplos ambos de la vasta diversidad del mayor país de América del Sur y uno de los más extensos del planeta. Empezaremos por el norte.

Era una de las citas ineludibles para los visitantes de una de las sedes mundialistas, la más oriental de todas, localizada en la ciudad de Recife en el estado de Pernambuco. La cercanía de Porto de Galinhas con la histórica y poblada ciudad que emana su nombre de los arrecifes de coral, era una tentación casi obligada en la agenda de los turistas, principalmente de los países cuyas selecciones jugaron algún partido en el Arena Pernambuco. El 14 de junio jugaron dos selecciones del grupo de Colombia: Costa de Marfil derrotó a Japón por 2-1; el 20 de junio Costa Rica daba la segunda de las grandes sorpresas de su sobresaliente participación al derrotar en Recife a Italia por 1-0; el 23 de junio México certificaba su pase a octavos de final al derrotar a Croacia por 3-1; el 26 de junio fueron los alemanes quienes derrotaron por la mínima de 1-0 a Estados Unidos y finalmente los ticos regresaron al Arena Pernambuco para su partido de octavos de final que acabarían dándole el pase a cuartos tras derrotar a los griegos en el punto penal. Muchas nacionalidades y muy diversas, algunas habituales del turismo sudamericano y con gran poder adquisitivo, se unieron al habitual turismo del lugar procedente del propio Brasil, Argentina y en menor medida Europa, que tiene Porto de Galinhas como un lugar mágico e irrepetible, al que siempre se vuelve por su exclusividad.

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Piscinas naturales únicas

Entre Fortaleza y Salvador de Bahía, Recife, la capital más antigua del país, fundada por los portugueses en 1537, se sitúa al norte en plena costa atlántica en uno de los puntos más orientales del Brasil, con una latitud más próxima al ecuador que al trópico de capricornio, hecho que justifica su temperatura media de 25 grados centígrados y un 69% de humedad. Su moderno aeropuerto es la referencia de todos aquellos que se dirigen a nuestro punto de destino. Desde el aeropuerto internacional de Recife en Guararapes hasta Porto de Galinhas hay una distancia de 49 kilómetros que normalmente se recorren en carro en aproximadamente 45 minutos.

Lo primero que despierta la curiosidad de quienes llegan por vez primera a este entorno natural de extraordinaria belleza es el nombre, ¿por qué puerto de las gallinas? La explicación la encontramos en los guías de color, a los que, salvo que se sea pleno dominador de la lengua portuguesa, hay que solicitar que hablen un poco más despacio para poder entender el mensaje que con amabilidad quieren transmitir para ganarse sus propinas. Según nos cuentan, la primera denominación que los portugueses dieron al paraje fue la de Porto Rico, es decir, Puerto Rico. Sin embargo la nomenclatura mudó a mediados del siglo XIX debido al tráfico de esclavos para las plantaciones de azúcar, que a esas alturas era ilegal pues ya había entrado el vigor la prohibición de llevar seres humanos procedentes de África con dichos fines. A fin de burlar la prohibición y de seguir con el mercadeo de personas, los esclavos viajaban junto a gallinas que pretendían disimular la verdadera naturaleza de las mercancías que llegaban en barco hasta la costa nordeste de Brasil. Las gallinas se convirtieron en metáforas y en contraseñas en el puerto, lo que acabó en 1895 oficializando el nuevo nombre de Porto de Galinhas.

Hoy no son gallinas, sino peces y caballitos de mar, lo que buscan los miles de turistas que aquí llegan cada año. Desde Argentina se suelen preparar paquetes turísticos a un destino de sol y mar con un plus que lo hace distinto y que provoca que la mayoría de quienes lo prueban, repitan. Se trata de las piletas o piscinas naturales que se forman gracias a la espectacular barrera de coral, donde los bañistas conviven, nadan, juegan, alimentan y se fotografían con un sinfín de peces de colores tropicales en un entorno que tiene difícil réplica natural en cualquiera otra parte de la región.

PORTO GALINHAS 3 - Brasil: corales y caballitos de mar

Esto no es Río ni Salvador de Bahía, aquí se impone la tranquilidad y el disfrute diurno sobre cualquier tipo de actividad o vida nocturna. Esto lo ha convertido también en destino de personas jubiladas que ven en este paraíso el lugar idóneo donde vivir la última etapa de sus vidas, como por ejemplo Joâo, un arquitecto retirado que construyó aquí su propia casa: “estamos muy cerca también de Recife, de vez en cuando nos damos nuestras escapadas hasta la capital o a Olinda, un pueblo realmente lindo, de ahí su nombre. Sin embargo adoramos Porto de Galinhas porque aquí no encontramos tráfico, no hay trancones, ni ruido, ni aglomeraciones, ni el bullicio de la vida nocturna. Las piscinas naturales que se forman entre el arrecife son un regalo de Dios, hay otros lugares donde también se ven peces y uno puede nadar, pero ninguno se compara con este, lo que aquí se puede hacer y en el marco que lo puede hacer no lo he visto en otro lugar. Los paseos en carros todoterreno o los parajes como Muro Alto, sumamente románticos, hacen de mi residencia un sitio que no cambio por ninguno”.

Joâo tiene en su casa junto al mar dos hamacas en las que gusta recibir el sol por las mañanas a la hora del amanecer, “es el mejor momento del día, cuando el sol emerge del océano Atlántico y tiñe todo el mar, me da una energía única. Este espectáculo lo pueden ver en todo el conjunto de playas que tenemos aquí, desde Pontal de Maracaipe hasta Muro Alto, son más o menos tres kilómetros muy exclusivos donde los arrecifes de coral forman las famosas piscinas naturales”.

Algo parecido es lo que manifiesta Laura, argentina, madre de dos hijas y abuela de cinco nietos. Repite todos los años en los días del invierno austral en los que pueden escaparse de los fríos y el estrés de Buenos Aires para meterse unos días en Porto de Galinhas y otros en Maragogi, unos 70 kilómetros más al sur, un auténtico oasis de paz: “Las playas de Maragogi son muy lindas, calmaditas, y lo mejor de todo es que se atinan a escuchar los sonidos de la tranquilidad. Nada de aglomeraciones de turistas o vendedores. No vi un azul más lindo en mi vida que el de este mar y el de este cielo. Esta es un área marítima protegida. Maragogi es el corazón de una formación de 132 kilómetros de arrecifes”.

PORTO GALINHAS NADAR CON PECES 2 - Brasil: corales y caballitos de mar

Los caballitos de mar

El lugar amerita dedicarle unos buenos días para adentrarse en las excursiones y exprimir al máximo el privilegio de esta naturaleza. Algunas de las más demandadas son las de Ponta a Ponta, un delicioso paseo en buggy que nos dará un recorrido inolvidable por las playas. Hay empresas especializadas para estos menesteres que recogen y dejan al turista en el hotel o apartamento con buenos precios y servicios. Es bueno informarse bien al llegar.

La excursión estrella imperdible que recomendamos especialmente es la que nos conducirá a poder ver los famosos caballitos de mar, una especie protegida a la que poder encontrar en la zona de manglares de la desembocadura del Río Maracaipe. El Proyecto Hipocamppus es el que se encarga de velar por el cuidado y la subsistencia de esos animalitos de aspecto onírico, inspiración de cuentos y aventuras con final feliz. Eso es precisamente, un final feliz, lo que intentan quienes se dan a la tarea de la conservación de la naturaleza para blindarla de la destructiva mano humana.

Para esta excursión debemos dirigirnos al Pontal de Maracaipe, un paraje por otro lado espectacular como bien nos decía Joâo con una playa interna de 570 metros de extensión. Ahí podemos contratar el paseo en jangada, una balsa fabricada con cinco palos de madera muy popular en Brasil. Un espectáculo superior probablemente al mejor gol que haya visto.

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