Brasil 2014: el mundial de algunos no de todos

Brasil 2014: el mundial de algunos no de todos

Es más para los extranjeros que para los mismos habitantes

Por: Juan Pablo Pineda Arteaga
julio 01, 2014
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Brasil 2014: el mundial de algunos no de todos
Foto: Archivo magazin-10.com

Resulta una cuestión de lógica, algo casi natural, pensar en un mundial de fútbol como un evento que conlleva a un desborde de alegría y alborozo desbordado e, incluso, a veces desmedido, como lamentablemente lo vimos en los dos primeros partidos de la Selección Colombia en esta edición del campeonato.

Este deporte, el más popular del planeta, es por supuesto sinónimo de fiesta, carnaval, regocijo, esperanzas, así como el camino a hermandades y amistades, ya sean efímeras o se conviertan en eternas. Sin embargo, Brasil 2014 permite ver una cara pálida y distante de lo que todos pensamos se desprende de un campeonato de esta categoría e importancia.

Contrario a lo que se esperaría fuese normal a raíz de la organización y celebración del certamen en el vecino país, este Mundial tiene un lado absolutamente adverso al colorido que se puede ver en televisión u otros medios masivos de comunicación. Para quienes han estado enterados, no es desconocido que desde el año pasado, cuando se jugó la Copa Confederaciones, las calles de Brasil han sido el escenario principal de diversas manifestaciones sociales, alegando por varios temas y en contra del torneo orbital.

La semana pasada, viendo uno de los noticieros nacionales colombianos, presencié las palabras de un joven brasileño que se manifestaba en la ciudad de Sao Paulo. Él expresó que no comprendía por qué se cree que ‘ser patriota’ es una cuestión exclusiva de colocarse la camiseta verde amarela y gozar del fútbol que se vive en su país. Para él, el patriotismo va más allá de eso: significa “…preocuparte por la salud de tu país, la educación de tu país, el desempleo de tu país…”. Sin duda, la realidad brasileña es más álgida de lo que todos podemos pensar; la odisea del fútbol, por su puesto, se encarga de opacar lo indeseable.

Después de tener la oportunidad de estar presente un par de días en las ciudades de Belo Horizonte y Río de Janeiro, estoy en capacidad de decir que el Mundial de fútbol y su alegría son más de los aficionados extranjeros que de los ciudadanos locales. Por lo menos en la capital del estado de Minas Gerais (Belo), el ambiente que se percibe en las calles no da la menor idea de la existencia de un acontecimiento de tal magnitud. Por supuesto, la algarabía de los visitantes foráneos, en especial de los colombianos (en la fecha en que enfrentó a Grecia en tal ciudad), contextualizaba a los turistas acerca de la celebración. No obstante, esperaría uno ver que la ciudad fuera una sola fiesta, cuestión que no sucedía.

Fue bastante curioso para un visitante como yo ver cómo en una ciudad del país más futbolero del mundo, en pleno inicio de la festividad más importante que alberga a este deporte y conociendo la alegría que caracteriza al brasileño, la realidad sea más opaca y silenciosa que alegre y festiva. Hay una verdad que se va decantando sin argumentos de peso en contra: este Mundial no desata para los habitantes de ese país lo que todo el mundo piensa que desataría a priori.

Otro aspecto intrigante que pude observar en las dos ciudades visitadas, fue la cantidad de hombres en condición de calle que se presentan en las calles, valga la redundancia, de dichas urbes. Hechos como estos demuestran que la realidad social de Brasil requiere una intervención estatal urgente, intervención que, por lo que parece, no interesa con urgencia, mientras se pueda mostrar al mundo el colorido del país y los hermosos estadios construidos o reformados. Sin duda, los manifestantes en contra del Mundial pueden tener alguna razón en sus quejas, pues las condiciones, por fuera de la fiesta, no son las más óptimas.

Todo lo expuesto permite una idea sobre la cuestión: Brasil 2014 es el Mundial de algunos, no de todos. Esa palabra: mundial, está bastante separada de la realidad, pues mientras una gran cantidad de hinchas de los 32 países clasificados disfrutan de la algarabía, los ciudadanos brasileños piden por condiciones favorables para sus vidas, condiciones que nada tienen que ver con un torneo de fútbol cuyos beneficios no cobijan a todos. Tristemente, como sucede también muchas veces en nuestro país, los grandes espectáculos son la cortina de humo perfecta utilizada por el Estado para ocultar sus fallas y las manchas sociales que permean su realidad.

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