La frase de cierre fue "Boyacá es una maravilla", después de eso un apretón de manos y las gracias por el remate de una experiencia que dejó en la memoria el placer de compartir la ruta de las luces tomando algunas buenas fotografías, degustando la gastronomía boyacacuna (ahí la razón de unos kilos de más en estos días) y por supuesto, hablando de historia y disfrutando de la excelente compañía de las cuatro fieras que abrazan, besan y consienten.
En la preparación del viaje, se dijo: la primera parada tiene que ser en el mítico puente de Boyacá, donde se selló la independencia de Colombia y donde se conoció al hombre más honesto del mundo, un "culicagado" de trece años en alpargatas, quien rechazó el soborno de Barreiro y lo apresó dejando de lado las morrocotas de oro. Ese sitio no necesita iluminación para verse hermoso, pero se la pusieron y se veía aún más esplendoroso, recorrer ese valle imaginando a un puñado de soldados criollos corriendo en busca de chapetones para luchar por la libertad (concepto que estoy seguro muchos no comprendían en otrora), esa imagen mental definitivamente erizó la piel.
Por ahí derecho se pasa a Sámaca donde los visitantes son recibidos con orquesta y parranda, par cervezas, iluminación bonita, especialmente la imagen que hace referencia a los ciclistas boyacenses, reyes de la montaña en la mayoría de las competencias mundiales; un par de horas más y rumbo a la legendaria ciudad de Villa de Leyva. Allí la sequía obligó a las autoridades a apagar el alumbrado a la una de la mañana (muy ecológicos), la verdad no hizo falta, la ciudad tiene tanto misticismo que estar en esa plaza departiendo en familia y ver a los niños maravillados escuchando algo de historia fue suficiente, especialmente cuando recordaron que allí se grabó parte de "La Pola" y que ahí reposan los restos de Antonio Nariño.
Por otra parte, Duitama tiene un atractivo promocionado de muchas maneras, "El pueblito boyacense" es la representación arquitectónica de ocho municipios, casas pequeñitas pintadas de colores vivaces y calles empedradas; muestra lo mejor del departamento de Boyacá, de día con el sol radiante se pueden lograr imágenes interesantes, de noche el alumbrado lo hace excepcional. En cambio en Nobsa, el atractivo es un pesebre móvil en el cual trabajan artesanos durante seis meses, para así poder atraer a propios y extraños en las fiestas decembrinas.
Al anochecer se puede visitar un tridente de municipios, seguramente desconocidos para la mayoría. Tibasosa fue el preferido en esta excursión, el alumbrado algo más que excepcional, la iglesia tenía color azul esplendido que la exaltaba como catedral, había orquesta, comparsas; se celebraba el cumpleaños 237 de su fundación y además estaban diablos y diablitos golpeando con los famosos vejigones, a quienes pasaban por la plaza central.
Corrales es un pueblo chiquitico, algo menos de 3000 habitantes según el Dane, pero en estos días concurren por noche más de 5000 visitantes, todo el comercio desbordado atendiendo a tanto foráneo que llega a deleitarse con el alumbrado, la amabilidad de sus gentes, el calor humano y el frío tan "hijuemichica"; el pesebre no era gran cosa pero llegar al sito donde estaba, permitió ver la panorámica de Corrales, fue lo esplendorosamente excepcional. Decían algunos paisanos: si visitan Corrales tienen que probar la rellena, y sin pensar en la dieta, téngalas, comilona de rellena, definitivamente fue muy buena.
El tridente de municipios se completó con la visita a Buzbanza y a Floresta dos municipios fríos como ninguno, un alumbrado bonito, pero impresionó más el paisaje de las montañas entre oscuro y verde, iluminadas por la luna que en su creciente avance destellaba una luz radiante, la carretera un poco tenebrosa por los abismos, pero igual eso hace parte de conocer y recorrer este país.
Quien visita Boyacá no puede dejar de ir a la cuna de la libertad. Dicen algunos historiadores que fue más importante la batalla en Paipa que la de Tunja. Allí, en Paipa, hay mucho que ver y que hacer, pero con poco tiempo se debe escoger lo mejor. Primero el Lago de Sochagota, los tímidos darán una vuelta por el lago y aprovecharan el paisaje para tomar fotografías, los más arriesgados montaran en el gusano o harán el "oso" intentando hacer esquí náutico, cualquiera que elijan será pura diversión.
El Pantano de Vargas se llama así porque en esa zona vivía la familia Vargas, quienes fueron fusilados cuando ayudaban a los criollos. El monumento esculpido por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt es un homenaje a Simón Bolívar y a los 14 lanceros del ejercito criollo liderados por José María Rendón, información aprovechada por una pareja de paisanos: uno vestido con el atuendo de Bolívar y la otra con el atuendo de mujer granadina de la época, ambos con entonado acento y febril entusiasmo relatan la campaña libertadora desde la salida en el Orinoco y hasta la entrada triunfal a Santafé de Bogotá el 10 de agosto de 1810, pasando por la orden de: "¡Salve usted la Patria, General Rendón!"
Cuchuco con espinazo, mute con pata, rellena y papas criollas de la tierrita, cazuela boyacense, carne oriada, almojábanas, arepas con cuajada, aguardiente Líder, ron Boyacá; si se antojaron no dejen de visitarla, ahí Bolívar dijo "sí Caracas me dio la vida, Boyacá me ha dado la gloria", hay que agregar que el paisaje permite tomar fotografías de toda clase, que la temporada del año es ideal para la calidez de las imágenes, y que no hay nada mejor que estar con la familia disfrutando de lo excepcional. Solo faltó decir que el remate fue a punta de rancheras y aguardiente líder comprado en Ventaquemada último municipio boyacense antes de entrar a la tierra del cóndor.