Cuando a Botero le preguntaban por qué pintaba gordas, él contestaba siempre diciendo: no pinto gordas, lo que me interesa es el volumen. “Todo es acerca del volumen” fue el título de la exhibición a la que lo acompañé y en donde presentó sus obras simultáneamente en las tres galerías más importantes de Suiza - una en Zurich y dos más en Zug - la galería Gmurzynska, una de las grandes representantes de los maestros modernos latinoamericanos. Y, como todo, lo que realizó en su vida fue una apoteosis. A final nos decía: “fue una maravilla”.
Fue en Alemania en los años sesenta, cuando Botero expuso en nueve galerías, se hizo visible, lo descubrieron si se quiere, y se consagró. Lo que también muestra la dedicación a su trabajo y lo prolifero que era.
Vale la pena mencionar que en esta galería Gmurzynska también comenzó uno de los movimientos más relevantes de siglo XX como fue el Dadaísmo. Lo que también demuestra los altos niveles en donde se movía.
Como siempre, y en esa época, las exposiciones presentaron obras nuevas de dibujo, pintura y escultura con los temas icónicos de su gran universo. Botero fue todo al tiempo: pintor, dibujante y escultor.
Nos acordamos de su comienzo en 1957 cuando vivía en México y encontró la mandolina que le reveló su secreto. En ese momento preparaba una exposición para la Unión Panamericana que se realizó en 1959. Botero pintó y se dio cuenta cómo sí comprimía el círculo del instrumento, crecía el volumen de la superficie del mismo. De ahí en adelante, cualquier forma que tuviera un detalle mínimo, le permitía trabajar un espacio que se volvía voluminoso, sensual, complejo y un especio para del color. Este fue el inicio de su lenguaje único.
Siempre estuvimos viendo los recorridos por los diferentes temas que Botero fue un habítate de su imaginación. Las calles de Medellín y la gente de todos los niveles sociales que la vive. La tauromaquia, una afición del niño artista que buscaba en el toro la representación o el circo.
A los toros los empezó a pintar en el suelo cuando era niño. Tanto, que su tío Joaquín – hermano de su mamá- pensó que quería ser torero y lo puso a estudiar en la plaza La Macarena de Medellín- ahí aprendió los ritos de los toros, las poses, los movimientos del torero, del toro y de la cuadrilla incluyendo al picador de donde surge el caballo, otro de sus temas preferidos que provienen de Uchello- uno de los grandes del Renacimiento italiano.
La primera vez que se enfrentó a un novillo se murió de miedo, e inmediatamente supo que ese no era su oficio, pero se llevó con él el mundo taurino que fue a ser parte de su producción artística. En otro de sus temas, El circo, también encuentra un mundo de parafernalias lleno de claves que le permiten crear y adornar superficie más esos movimientos paralizados que también hacen parte de su estética.
La temática de las mujeres de sociedad empieza con una lectura suya de la pintura europea, la mujer con el adorno, los aretes, el reloj, las uñas, el sombrero, las plumas, etc.
Lo acompañé por el mundo y todas las exposiciones reafirmaron siempre la grandeza de un colombiano excepcional en el mundo.