¿Borrar la historia o reconstruirla y aprender de ella?

¿Borrar la historia o reconstruirla y aprender de ella?

"Debemos propender por rescatar la historia completa, que no solo contemple una versión dominante, sino que entienda las diferentes aristas, contextos y épocas"

Por: Carlos Alberto Crespo Carrillo
junio 17, 2020
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¿Borrar la historia o reconstruirla y aprender de ella?
Foto: Daniestrada01 - CC BY-SA 3.0

Desde mi convicción antirracista, y entendiendo las razones de la ola de desmonte de estatuas de personajes relacionados con la esclavitud, veo necesario no destruir toda huella que ha dejado la historia que está llena de opresiones e injusticias, más aun teniendo en cuenta que aquellas personas que abogan por borrar de tajo estatuas o monumentos históricos que tienen que ver con la opresión, casi con total certeza hacen parte de algún otro sistema de opresión, entre la más común, el sistema de explotación especista hacia los animales. Es fácil arremeter contra los privilegios ajenos, pero no tanto cuestionar nuestros propios privilegios.

Recuerdo con tristeza las muchas muertes que causó Isis. Pero también recuerdo el dolor que me causó las imágenes de esa gente destruyendo la huella histórica más vieja de la humanidad en Irak, aduciendo que eran símbolos impíos contrarios a su fundamentalismo religioso.

Postee mi rechazo al asesinato de George Floyd y me solidarice como mucha gente en el planeta. También me conmovió el asesinato de Anderson Arboleda en Colombia, ambos crímenes cometidos por una discriminadora y racista policía. En este caso empatizo con el derrumbe de ciertas estatuas de esclavistas sin que me cause el más mínimo escozor. Pero me ha causado grima la búsqueda de censura a las proyecciones del filme clásico Gone with the wind (Lo que el viento se llevó), ambientada en una época esclavista, o los ataques a los textos de la saga Lord of the rings (El señor de los anillos), escrita cuando no se forzaba la muestra de una diversidad racial o sexual de actores y actrices, como ocurre en cualquier serie actual de Netflix.

Recuerdo un viaje en España a la Mezquita Catedral de Córdoba, monumento histórico que cuenta con estructuras musulmanas del antiguo Califato de Córdoba, luego Catedral Católica y ambas construidas sobre ruinas visigodas y cristianas. A pesar de los intentos de borrar el pasado del lugar, de acuerdo a los actores de dominio de cada una de sus épocas, este monumento aún mantiene y relata las huellas de todas estas culturas, siendo patrimonio universal de la Unesco.

Como activista antiespecista, he invertido mucho tiempo de mi activismo en la lucha antitauromaquia. Pero en ese contexto, nunca he buscado o promocionado por ejemplo, la destrucción de la plaza de Santamaría en Bogotá, arquitectónicamente bonita, aunque llena de historias de dolor. Pero precisamente esto es por lo que hay que mantenerla luego de la abolición de la tauromaquia, por la huella que debe quedar en la memoria de un pasado que no debe volver a repetirse, así como para aprovechar y resignificar su arquitectura, como se ha hecho en la misma Bogotá hace algunos años, o en plazas convertidas en centro comercial como en Barcelona (España), hotel en Zacatecas (México) o una ruina histórica como en Colonia (Uruguay).

La historia es cambiante, porque aquellas personas que la relatan hacen su labor con retazos, normalmente provistos por los sectores dominantes o por quienes ganaron las guerras. Quedan por fuera aquellos sectores invisibilizados por el poder (como sigue ocurriendo actualmente, por lo que se hace necesario por parte de los ningueneados en los movimientos sociales escribir, fotografiar, dejar testimonio, plantar huella, haciendo resistencia al olvido frente a los monopolios), y por ello los arqueólogos, historiadores entre otros investigadores, siguen en la búsqueda entre las arenas del tiempo de nuevos descubrimientos fortuitos y siguen re escribiendo día a día la historia, haciendo caducos hoy muchos apartados que nuestros padres y madres consideraban ciertos e indebatibles.

Un monumento, una estatua, una construcción que aluda a una época nefasta de discriminación y violencia no necesariamente tiene que ser en estos tiempos una representación de honra o glorificación de sus protagonistas y sus acciones. Puede ser una gran oportunidad de reescribir la historia, de nutrirla con las nuevas perspectivas éticas, sociales y políticas. Una estatua de un esclavista en la plaza de cualquier ciudad, anónimo para turistas que no tienen por qué conocer todo contexto, puede dejar de ser solo un sitio de selfies sin criterio, para ser un lugar pedagógico que muestre quién era ese personaje, por qué influyó en su época, qué personajes se opusieron a sus visiones (puede ser incluyendo nuevas estatuas de estos últimos con sus respectivas referencias) y por qué se rechaza ahora aquello que fue.

Para la memoria de aquel esclavista, su estatua ya no será de vanagloria, sino de picota pública de vergüenza. Así mismo, toda película o texto debe ser contextualizado de acuerdo a nuestras más actuales reflexiones y presentada no solo como forma estética o artística inerte de divertimiento, al mejor estilo del cuestionado arte por el arte, sino como posibilidad pedagógica gestora de concienciación que incentive el pensamiento crítico. Así hemos trabajado el movimiento animalista desde hace tiempo, usando material fílmico de documentales como Earthlings, que muestran la crudeza de la realidad de la explotación animal, pero que ha servido enormemente en los procesos hacia la liberación animal.

No está bien borrar la historia, por dolorosa que sea. Debemos propender por rescatar la historia completa, que no solo contemple una versión dominante, sino que entienda las diferentes aristas, contextos y épocas, teniendo claro que siempre nos faltará una gran parte por conocer, y teniendo en cuenta que ni siquiera en nuestro presente podemos contar la versión más fidedigna por todos los sesgos que nos trascienden a pesar de nuestra odiosa y jactanciosa tendencia a creer ser poseedores de la verdad. Necesitamos conocer toda la historia, aprender de ella para no repetir sus errores y poder seguir construyendo nuestro futuro con bases mucho más firmes.

Y definitivamente en historia, en presente y en futuro, tener en cuenta que sin discriminación y sin violencia todo es mejor.

De aquí la pertinencia del artículo El pasado no perdona: qué hacer con las estatuas de personajes controvertidos, publicado en Semana el pasado 13 de junio y que me suscitó la presente reflexión.

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