Seré directo. El asunto es este: en la noche y madrugada del viernes 22 y sábado 23 de noviembre fueron borrados en Medellín —bajo una uniforme pintura gris— los casi 200 grafitis que una semana atrás, entre el viernes 15 y sábado 16 de noviembre, pintaron casi un centenar de jóvenes en la iniciativa independiente bautizada por ellos mismos como Jornada Grafiti 24H. Fue en los bajos del puente de la calle San Juan, cerca de La Alpujarra y en el centro de la ciudad. Un instante que fue eco y espejo de hechos similares registrados en Bogotá y Cali como fruto sano de la reflexión surgida después de la polémica por la imagen que recorrió el país en la que se vio a la estrella pop Justin Bieber pintando con aerosoles en la noche capitalina en plena avenida 26 custodiado por policías. No es una noticia que se quedó en los últimos minutos de farándula en el noticiero de la noche. Es una escena sensible porque aún está abierta la herida y el caso contra el ya expatrullero de la policía Wilmer Antonio Alarcón por el asesinato del grafitero Diego Felipe Becerra sucedido el 19 de agosto de 2011 mientras pintaba, precisamente, con aerosoles una pared.
La cita convocada por redes sociales tuvo tal acogida que lo que comenzó el viernes a las 6 p. m. solo terminó por la lluvia a las 5:30 p. m. del día después. Y muchos de los que allí estuvieron encontraron la posibilidad de expresar su arte sin sentirse perseguidos ni sentir zozobra como de hecho algunos lo sienten en sus barrios, dijeron.
Aquella Jornada Grafiti 24H fue hecha sin permiso expreso pero con conocimiento de las autoridades municipales.Cuentan que al llegar al sitio y recién al empezar los primeros trazos sobre las paredes estos jóvenes se comunicaron con Luis Fernando Suárez —vicealcalde de Gobernabilidad, Seguridad y Servicio a la Comunidad— también de esto estuvo al tanto María del Rosario Escobar —secretaria de Cultura Ciudadana— y tuvo conocimiento Jaime Alberto Carrión —subsecretario de Derechos Humanos— según comenta Wilmar Valencia, líder del proceso cultural Grafiti de la 5. De hecho la policía no reprimió la acción y el tránsito incluso les alertó para no tener accidentes sobre la vía pública.
Alguien se preguntará ¿y por qué jóvenes de barrio tienen comunicación directa con la alta dirigencia municipal? Pues la respuesta nace en que esta misma administración ha apoyado con decisión política y recursos públicos estas iniciativas de barrio. Puedes verlos en acciones oficiales como Medellín se pinta de vida, Sueños de corazón, ellos acompañan procesos como Jornada Complementaria estrategia que refuerza el proceso educativo de los chicos de colegios públicos. Otras evidencias claras están en las bases de la estación Universidad, del Metro de Medellín, que les invitaron a pintar. Y uno de los reflejos más interesantes está en el mapeo de Medellín y sus grafitis —y mucho más que eso— que puede consultarse en www.Parcharte.comY otro punto: casi mil personas han tomado en los últimos dos años el Grafitour; una forma de caminar por la historia y las calles de la comuna 13, que se toma cuatro horas, para entender a partir de lo que cuentan las paredes lo que sus gentes han vivido. Callejones recorridos igual por congresistas norteamericanos que periodistas nacionales e internacionales, artistas y ciudadanos del común. Incluso vecinos del barrio han hecho el grafitour. No mencionaré la cantidad de conciertos de hip hop subvencionados en distintas comunas. Basta un ejemplo más: en Medellín los grafiteros tienen lugar dentro de Expo-Artesanos.
Si una palabra puede escribirse ahora en este ahora reluciente muro gris de la calle San Juan es Contradicción.
La instrucción dada por la Gerencia del Centro de borrar estas pinturas evidencia, cuando menos, un desconocimiento de la naturaleza de esta expresión y del antecedente de la acción que los puso ahí. Pero también este insuceso es una puerta que se abre para pensar en una definición —casi en una política pública— sobre estos movimientos. Aquí cabe un diálogo, aquí urge una conversación. Habrá que aprender a leer la diferencia que por definición es el paisaje urbano. Una ciudad es diversidad.
¿Quién dice qué es bonito y qué es feo?¿Un grafiti convierte un lugar en peligroso? ¿Vos pensás que la pared y la muralla son el papel del canalla?
Por lo que he vivido cerca de las realidades de la cultura hip hop yo diría que aquí la pared y la muralla son papel y esperanza. Tanto así que los grafitis se firman, no son anónimos, porque son una forma de decir aquí estoy.
“Uno sabe que algún día van a quitar los grafitis, aunque tampoco cree que van a estar solo una semana… Pero nos podrían haber hablado así como nosotros les avisamos cuando los pintamos” escucho decir a uno de los autores de las coloridas pinturas ahora cubiertas de gris. Algunos tienen aerosoles vacíos, otros rabia y tristeza en la voz.
Justo esta es la Semana de la Memoria, cabe recordar. Y borrar un grafiti, borrar 200 así, de tajo, es invitar al olvido.
@lluevelove