Boric, Petro
Opinión

Boric, Petro

Los presidentes de izquierda de América Latina definen su proyección política, su estatura democrática, alrededor de un hecho único: las elecciones en Venezuela

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abril 15, 2024
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El proceso electoral en Venezuela se ha convertido en un referente fundamental que marca las líneas rojas de la izquierda latinoamericana. 

Los gobernantes de izquierda en América Latina solo tienen dos opciones: otorgar legitimidad al infame proceso de reelección de Maduro en Venezuela o sentar su posición clara en defensa de la democracia de la nación vecina. No hay tonos intermedios.

Simple y llanamente, Maduro se ha convertido en dictador. Miles de opositores detenidos, desaparecidos y muertos. Medios de comunicación censurados. Candidatos a quienes se les impide participar en los comicios presidenciales mediante burdas triquiñuelas. Incumplimientos flagrantes de los acuerdos, en este caso el de Barbados. Conejo tras conejo. País rico empobrecido al extremo por las dimensiones de la corrupción y la desidia administrativa. Millones de venezolanos emigrados, jóvenes en su mayoría, descapitalizándose el rico bono poblacional del país vecino.

El caso de Tareck El Aissami es un símbolo de sordidez y podredumbre. La detención de Aissami, que ocupó cargos como los de gobernador del estado de Aragua, ministro del Interior, Justicia y Paz, ministro de Petróleo, vicepresidente de Venezuela, pareciera indicar una postura de Maduro en contra de la corrupción. Acusado de traición a la patria, apropiación del patrimonio público y asociación para delinquir, entre otros cargos, El Aissami fue el funcionario consentido de Chávez y Maduro. En 2017, incluido en una lista negra de los gringos por narcotráfico (emitida por la Oficina de Control de Activos Extranjeros, que lo acusó de narcotraficante), recibió el respaldo público incondicional de Maduro. “Un hombre valiente, que no tiene precio, un hombre patriota, un verdadero revolucionario, un socialista…” ¿Qué pasó? ¿Sí tiene precio y robó sin permiso? ¿Es posible robar en tales magnitudes, durante años, sin que la cúpula lo supiera?

Las elecciones presidenciales en Venezuela son la oportunidad que tienen los gobernantes de izquierda en América Latina para mostrar quiénes son, qué tanto defienden la democracia.

(En Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, dice Jorge Luis Borges que su propósito no es repetir la historia de Cruz, que sólo le interesa una noche. “Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo… cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.”)

Parafraseando a Borges, Petro, Boric y también Lula, presidentes de izquierda, definen su proyección política, su estatura democrática, alrededor de un hecho único: las elecciones en Venezuela.


La genuflexión de Petro la semana pasada en Miraflores ante Maduro lo empequeñece y lo identifica como validador de la dictadura y su perpetuación


La genuflexión de Petro la semana pasada en Miraflores ante Maduro lo empequeñece y lo identifica como validador de la dictadura y su perpetuación. Excepto que enmiende y asuma la posición que muchos creímos era la definitiva: rechazar la exclusión de María Corina Machado en el tarjetón.

Boric, también un inexperto, pese a los muy adversos resultados electorales y la derrota plebiscitaria constitucional, tiene, con coraje, su noche estelar. Ha repudiado la detención de miembros del staff de María Corina, ha llamado a consultas al embajador chileno en Venezuela por las actividades ilegales del Tren de Aragua (que asesina opositores venezolanos en el exterior), propiciadas, aparentemente, por el gobierno venezolano.

Lula, parece, va por la vía que es: “No quiero nada mejor ni peor para Venezuela, quiero que las elecciones sean hechas como en Brasil, con la participación de todos”.

Validar a Maduro es un error político descomunal.

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