Jair Bolsonaro es un payaso fascista que se ha instalado en el trono presidencial del país más grande de Sudamérica. Un país que pasó por la benévola mano de Lula Da Silva, gobierno en el que se gastaron millones en programas de ayuda social y efectivamente se pudo superar en algo la pobreza, según cifras de diversas agencias internacionales.
La sociedad brasileña que ha tenido como sello característico una moral más bien relajada en cuanto a asuntos sexuales ha sorprendido al montar a un fascista homofóbico al poder como lo es Jair Bolsonaro. Sería interesante hacer la reflexión del porqué de este fenómeno, pues este tipejito no parece brindar ninguna perspectiva buena desde que ha declarado su odio contra los indígenas, negros y sus ansias de acabar con el amazonas.
En Brasil siempre ha habido homosexuales, al igual que en todo el mundo. Sin embargo, no sabíamos de persecuciones contra estos en este país hasta ahora que don Jair llegó al poder. Es ahora con el surgimiento del movimiento LGTBI que un odio visceral contra esta comunidad ha surgido de forma vertiginosa en un país con tales características.
Hay que decir que no todos los homosexuales del mundo se sienten identificados con el movimiento LGTBI, pues algunos han visto que estos conglomerados son en muchas ocasiones instrumentos de aglutinamiento y manipulación política que junto con algunos grupos feministas extremistas son un botín político de seres inescrupulosos que aprovechándose de los sentimientos de minimización a los que se han sometido a estas personas históricamente hacen su agosto electoral.
El movimiento LGTBI que es más político que otra cosa ha convertido su causa no solo en derechos para los homosexuales y sino en obligaciones para todo el mundo homosexual o heterosexual. Usando la fuerza y el poder del estado y de los medios de comunicación hegemónicos han introducido contenidos en varios renglones de la sociedad que escandalizarían a una persona medianamente normal sea esta homosexual o no.
Llegan a afirmar la falacia de que el género es única y exclusivamente es una construcción cultural y no un fenómeno biológico natural. A partir de esto han montado falacias como que cada persona puede escoger su género a libre albedrío ignorando por completo los dictámenes de las ciencias duras como la fisiología, la anatomía, la bioquímica celular, entre otras que han establecido que muchas características del hombre y de la mujer no son dadas por la cultura sino por la naturaleza.
Es obvio que en los roles de los géneros masculino y femenino hay mucho de cultural, pero debajo de esto subyace un componente natural que es innegable como lo han establecido de forma irrefutable las ciencias naturales duras.
El peor error y horror del movimiento político LGTBI ha sido sin lugar a dudas las marchas del orgullo gay. Se supone que estas marchas son para reivindicar los derechos de los homosexuales, lo cual está muy bien, pero la realidad es que en estas marchas ocurre de todo menos eso. Tenemos que sacarnos la idea de la cabeza de que los homosexuales son personas degeneradas o enfermas y esto no lo logran para nada las marchas del orgullo gay. En estas marchas puede uno ver actos sexuales en público de todo orden, un exacerbado desenfreno sexual a la vista de todos donde fetiches de sadomasoquismo y otras aberraciones son expuestas a la vista de todos, grandes y chicos, y por supuesto un consumo de drogas acompañado de música estridente sin mencionar las ocasionales peleas entre travestidos que fácilmente se pueden presenciar. Uno quiere ver a los gays como seres normales y estas marchas no ayudan para nada. Es por esto que son cada vez más comunes los homosexuales que no se identifican con el movimiento LGTBI.
Una auténtica marcha del orgullo gay sería mostrarle al público como los homosexuales pueden ser realmente personas que contribuyan a la sociedad como médicos, profesores, bomberos, escritores, policías, ingenieros, deportistas o cualquier otra profesión porque es sabido por todos que hay gays en todas las profesiones y no mostrar a los gays solo como unos bailarines en tarimas que se manosean semidesnudos unos a otros.
El movimiento LGTBI es un movimiento político, su intención no es luchar por los derechos de los homosexuales sino posicionar a algunos personajes grotescos y poco honestos en algún escaño o puesto público de la burocracia estatal. Hay políticos, o politiqueros mejor dicho, que no hacen absolutamente nada de las funciones que les corresponden por su puesto sino solo posar en fotos con algunos gays cargando la banderita del arcoíris y ya con eso justifican su jugoso sueldo.
Para lograr más votantes estos personajes grotescos usan todo el poder del estado para irrumpir cada día más en la vida de la gente común y han logrado una penetración tan grande en las instituciones nacionales e internacionales que prácticamente todos los partidos políticos de izquierda y derecha se han rendido por completo a su ideología. Prueba irrefutable de esto es el reconocimiento de la ONU de que existen 112 géneros sexuales, ¡hágame el favor!
Ideología como dijo Marx es todo pensamiento que no es científico y una afirmación de este calibre no es científica ni por todo el lenguaje elegante o rimbombante que se usen al presentar. Por lo tanto así muchos intelectuales no lo acepten es un hecho que existe la ideología de género, siendo el concepto de género de por si un concepto ideológico
Además de absurdo el movimiento LGTBI es mal intencionado, han pretendido inyectar su ideología en los currículos escolares y hay niños hoy tan confundidos con respecto al género que quieren asumir que no saben cuál de los 112 géneros escoger, cuando sabemos que solo existe xx y xy, además de sugerirles a niños que intenten penetraciones anales, masturbaciones en grupo, la promoción de los medios de comunicación de niños trans y demás cosas que quieren promover como “educación sexual”. De esto se puede decir que es mentira o inventos de la extrema derecha religiosa pero algo de verdad hay en ello y se puede comprobar.
¿En qué estado mental podemos estar para aceptar que un niño de siete años ya tiene criterio suficiente como para elegir su género? Si un niño de siete años sale con la idea de que quiere ser transgénero es un hecho evidente de que este está siendo abusado. Señal necesaria para que las autoridades investiguen a los adultos que tiene cerca.
No se debe en absoluto rechazar la educación sexual, pero esta primero que todo debe ser dada en el hogar como primera escuela del individuo y luego en el colegio donde debe ser única y exclusivamente con criterios biológicos y no ideológicos, pues estos contenidos que de educación sexual tienen poco o nada y más de ideología lo que hacen es alienar al individuo y atomizarlo en cuanto su conciencia al llenarlo de deseos e insatisfacciones.
Pero esto no lo dicen los promotores del movimiento LGTBI, ni lo que ya hace mucho descubrió Freud sobre las experiencias sexuales tempranas y su estrecha relación con la neurosis adulta, ni tampoco dicen que la tasa de suicidios en esta población es más alta que en el resto de la gente y si lo hacen van a decir que es porque los LGTBI son perseguidos y estigmatizados por una sociedad homofóbica, lo cual es una falacia porque nunca en la historia de la humanidad los homosexuales han logrado tantas libertades como lo han hecho en la sociedad occidental actual.
Ante esta situación las personas comunes, hombres y mujeres, jefes de familia se sienten asustados y buscan detener semejante desproporción y es ahí cuando aparecen personajes tan grotescos como Jair Bolsonaro. Un verdadero ser villano en el poder, su ya expresado odio por los homosexuales, por los negros, por los indígenas y su anunciada intención de arrasar con el pulmón del mundo debería ser razón suficiente para que todo el planeta tratara de detenerlo por todos los medios posibles. Pero debemos reconocer que es sobre la indignación que han provocado estos movimientos además de los múltiples escándalos de corrupción de la izquierda brasileña que Jair Bolsonaro cabalga el poder de un país que realmente no debería tenerlo como mandatario.
De Donald Trump podríamos decir lo mismo.
El movimiento politiquero LGTBI y su aliado el feminismo radical son una roña ideológica que desde diversos sitios de internet se vienen denunciando que son financiados por grandes poderes económicos como la mismísima fundación Rockefeller, George Soros y otros que usando todo su poder político, económico, mediático, etc. siempre están instigando a los gobiernos para que asuman políticas en las que se promuevan estas ideologías. Es por esto que ya en muchos lugares empiezan surgir movimientos de resistencia a semejantes ataques a las libertades individuales y colectivas así como también a las dignidades humanas.
Se trata pues de una jugada de tres movimientos tal y como un planteamiento hegeliano (tesis, antítesis y síntesis) o como lo diría Chomsky es un dejar hacer un mal para luego aparecer como el salvador y ofrecer soluciones. Esta no es la primera ni la última vez que lo hacen.
La única estructura social que puede resistir el embate del capitalismo salvaje es la familia. En la medida en que la familia esté fuerte y los lazos de afecto entre los miembros de esta sean fuertes los miembros de las familias podrán vivir con dignidad, dignidad que hoy quiere arrebatarle al ser humano el sistema económico despiadado que está triturando a todo el que puede. Los movimientos citados lo único que están logrando es producir conflictos y divisiones en las familias y en las comunidades, y con esto fabricar seres solitarios y psicológicamente inestables que son presa fácil de los intereses capitalistas. Hoy casi nadie sale a paro a pesar de que vemos atónitos como se pierden y pierden derechos laborales conquistados en el pasado, pues si no hay paga no se come. Hay que recordar que en muchas partes del mundo muchos de los logros de los movimientos sindicales se lograron porque los huelguistas pertenecían a familias extensas que los cubrían económicamente mientras estos se dedicaban a las huelgas que nos dieron los derechos laborales que hoy estamos perdiendo. Hoy la familia es el antisistema.