Bolillo Gómez, el culpable del peor fracaso de Colombia en unos Juegos Olímpicos

Bolillo Gómez, el culpable del peor fracaso de Colombia en unos Juegos Olímpicos

Llegaban a las justas por la de oro en Barcelona 92. Las discotecas y el exceso de comida hicieron que el equipo de Asprilla y Valenciano fuera el peor de todos

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agosto 04, 2016
Bolillo Gómez, el culpable del peor fracaso de Colombia en unos Juegos Olímpicos

Cuando Iván Rene Valenciano llegó a Barcelona para participar en los Olímpicos de 1992, era uno de los delanteros más codiciados del mundo. Su espectacular torneo clasificatorio en Asunción, en donde salió goleador, hizo que el Atalanta, equipo de la primera división del fútbol italiano, le pagara 5 millones de dólares al Junior de Barranquilla por su pase. El gordo, famoso por su potencia e indisciplina, llegó con la Selección Colombia no a un hotel alejado de las cámaras, los hinchas y la fiesta a la que era tan proclive, sino a la Villa Olímpica en donde, desde las siete de la mañana, estaba abierto un catering repleto de jamones serrano, cochinillos asados y vino de Rioja, en el que, acompañado de Faustino Asprilla, se atiborraban de comida. Antes del primer partido todos los jugadores habían subido unos cuantos kilos de más.

Hernán 'Bolillo' Gómez, el seleccionador nacional, era demasiado laxo. No le parecía que sus muchachos fueran a la discoteca de la Villa Olímpica a descrestar a las atletas alemanas e italianas con el sabor de sus pasos de baile. En la ingenuidad de la época ni siquiera sabía nada de sus rivales, por más que España, país anfitrión y primer equipo al que enfrentaría, estaba compuesto por jóvenes promesas como Luis Enrique o Josep Guardiola. No vieron un solo video y, como afirman testigos presenciales, ni siquiera había un trabajo táctico.

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Eran tan jóvenes, tan ingenuos, que se creyeron el cuento que la prensa de Bogotá empezó a repetir: "Colombia mínimo obtendría la medalla de bronce". El torneo preolímpico celebrado en Asunción había demostrado que la selección integrada entre otras figuras por Farid Mondragón, Jorge Bermúdez y Víctor Aristizábal, era la mejor en su categoría, sub 23, del mundo. Por eso enfrentar a España iba a ser solo un trámite. Cuando salieron a reconocer el terreno de juego notaron que el pasto estaba seco. Se fueron al camerino, Bolillo impartió sus órdenes y decidió que los guayos de sus jugadores llevarían taches normales. En el túnel, cuando vieron a los españoles con sus taches largos, creyeron que se habían vuelto locos. Cuando volvieron a la cancha y se dieron cuenta que la habían rogado, supieron que estaban perdidos: en todo el partido no hicieron sino caerse mientras los españoles estaban asentados en el campo. Además, no habían estudiado las reglamentaciones que se implementarían en el torneo: el arquero Miguel Calero ignoró que no podía tomar con la mano el balón después de que un compañero se lo pasara. El árbitro pitó indirecto dentro del área y Guardiola convirtió. Iván René Valenciano fue expulsado al minuto 18 por pegar desde atrás. En el primer tiempo ya perdían 3-0. Al final se llevaron cuatro.

En vez de los regaños y los castigos, los colombianos celebraron la goleada en una discoteca. Su próximo rival sería Catar y, como bromeaban Diego León Osorio y Víctor Danilo Pacheco, era probable que los jugadores árabes llegaran en camello al estadio. Entre pantagruélicas comidas y fiestas interminables llegaron a su segundo partido en donde empataron a un gol y luego, contra Egipto, perdieron 3-4. Colombia perdía en primera ronda y afrontaba su fracaso olímpico más grande de la historia.

Después vendrían otras decepciones como el Mundial del 94, la muerte de Andrés Escobar y las eliminaciones de tres mundiales consecutivos. Ahora, la selección de Piscis, después de 24 años de ausencia, espera borrar para siempre la pobre imagen que dejó la selección del Bolillo.

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