Ha ocurrido una bestial masacre de mascotas en Santa Marta, y con el corazón lacerado por el dolor pido perdón.
Pido perdón en mi nombre, en mi condición de ser humano, en mi condición de habitante de esta tierra.
Como custodios de la vida en el planeta, somos responsables de la felicidad de todas las criaturas de la creación, pero no lo somos, somos sus depredadores y exterminadores. Una vez leí que si los animales tuviesen religión seriamos sus diablos, y desgraciadamente es cierto.
Es duro ser animal en cualquier lugar del mundo, estás expuesto a cualquier atrocidad. Y no tienes ni un Dios que te cuide, ni leyes que garanticen tu vida. Y ser animal en un país violento y subdesarrollado como Colombia, es aún más peligroso. Y si tienes la desgracia de nacer en una de las zonas más atrasadas y primitivas de esa nación subdesarrollada y violenta, pues ya la palmaste.
Pues sí, ha ocurrido una masacre de mascotas en Santa Marta, y eso no es lo peor, lo peor es que ocurre todos los años, y no lo sabíamos. Desgraciadamente nos hemos enterado demasiado tarde, ya fueron asesinados.
Por esto pido perdón por no haberme enterado a tiempo, por no haberlo evitado. Pido perdón por mi ignorancia. Aunque sé que la ignorancia no es disculpa para nada.
Durante años me intrigó no saber nada del movimiento de defensa de la vida de las mascotas de Santa Marta. Claro, son pocos y trabajan con las uñas, son héroes invisibles que batallan contra todo y contra todos, aplastados por esa mayoría indiferente que mira hacia otro lado ante la matanza de los ángeles.
Esta masacre es anual, como lo es la matanza de las focas en el polo norte, o la matanza de delfines en Japón. Ocurre siempre al acercarse el verano, y lo hace la propia alcaldía, para “Limpiar la ciudad” y no lo sabíamos. Increíble que una noticia de esta magnitud no se haya difundido antes, y más aún en una región como la costa caribe colombiana, donde el chisme, la injuria y la maledicencia corren más rápido que un bólido. Supongo que es algo tan espantoso que nadie quiere ni siquiera hablar de eso.
Pero ha llegado el momento de que se sepa, que se grite, que la noticia sea pública y mundial.
Durante años, sencillamente las mascotas sin hogar desaparecían del centro de Santa Marta, y parecía no importar a nadie. Pero en el año 2013, ante la presión de un puñado de defensores que presionaron por un tratamiento humanitario para los perritos, los secretarios del despacho prometieron conservar su vida.
Entonces se recogieron decenas de inocentes y llevados a una finca por funcionarios de la alcaldía que prometieron a los dueños de la misma pagarles $150.000 mensuales por el alquiler.
Pero estos funcionarios nunca más aparecieron, ni con comida ni con dinero. Las pobres mascotas quedaron para siempre encerradas en ese lugar, condenadas. Tuvieron una muerte horrible y cruel, murieron de física hambre y deshidratación, los perros grandes se comieron a los pequeños y luego se comieron entre ellos.
Cuando los defensores llegaron un tiempo después para verificar su estado encontraron un paisaje dantesco, de pesadilla: cadáveres despedazados, y los pocos sobrevivientes llenos de gusanos, solo sobrevivió uno.
Las pruebas visuales de esta aberración fueron llevadas a la Procuraduría General de la Nación, sin que a la fecha se haya dado la primera sanción.
Este año 2014 las cosas se cortaron por lo sano: Los envenenaron,
Quien? Nadie ha visto nada, nadie sabe nada. Lo único cierto es que más de 20 perros del centro fueron intoxicados con raticida. Los sobrevivientes fueron recogidos y desaparecidos.
Por todo esto, un puñado de jóvenes samarios liderados por la heroica Lauren Sánchez, convocan por las redes sociales a un boicot contra “Las fiestas del Mar de Sangre” de Santa Marta.
Como es obvio, han sido amenazados y constreñidos, llamados “apátridas”, insultados y acusados de actuar contra los intereses de la ciudad.
Pues nada, no los detendrán, no nos detendrán, seguiremos adelante, el turismo también debe ser ético y moralmente sostenible.
Santa Marta fue presa durante años de la más abyecta corrupción y el más crudo paramilitarismo, pero ya no tenemos miedo. Ya no, nunca más.
No podemos revivir a los ángeles asesinados, pero en su nombre lucharemos por los que quedan.
No vayan a Santa Marta este verano. Hay muchos destinos en los cuales se puede disfrutar con la consciencia tranquila.
