Bogotá es una joya en su particularidad, está hecha de retazos por donde veamos. Del sur al norte la ciudad se ha construido a sí misma y sobre sí misma, en el imperioso paso del tiempo se ha sobrellevado a su propia construcción, ha contenido la migración del mayor espectro de la población desplazada del país, y aún así sigue siendo Bogotá que tanto queremos y algunos por lo visto destetan (muchos desde la lejanía tirando piedras en la oscuridad).
Por eso, ¿qué culpa tiene Bogotá de ser una ciudad donde toda Colombia está? Es el reflejo perfecto del revoltijo de país que tenemos. Desde los años 50 se convirtió en la entrada a Colombia donde todos confluyen, esta cima incompleta donde el frío y el calor se intercalan como en un patrón de cebra, y que para salir primero se tiene que descifrar ese juego caprichoso que juegan las nubes y el sol. Es por esa particularidad, diversidad de formas, caminos y gentes que se puede amar a este suelo perdido e incompleto —que ha servido de hogar para tanta gente—. Quererlo es amar la complejidad del azar y la diversidad. No puedo decir que mi estirpe bogotana viene de años atrás, yo como es el caso de millones y millones de bogotanos, soy hijo de esos desplazados o migrantes que llegaron a bogotá para buscar una tierra donde poder hacer vida, la tierra que los colombianos de todas las condiciones tienen como última parada y opción para escapar de la pobreza, la falta de oportunidades y la tan mentada violencia.
Eso es Bogotá, no hay algo como un bogotano auténtico. El bogotano es la mezcla de todo el país y sin embargo sigue teniendo una identidad. Bogotá es para muchos el lugar donde se supo por primera vez qué era el mundo, la humanidad, los sabores, el amor y el odio. Esto no es una oda a Bogotá, es una sentida defensa a esa ciudad que aunque en desorden, maltratada y vilipendiada por tantos, sigue teniendo sus puertas abiertas para cualquiera.
Se puede decir que de Bogotá como de cualquier parte han salido imbéciles, ladrones y porquerías de la más baja calaña, pero,¿de dónde no? Cualquier lugar se ensucia, pero no por ello está dañado. El óxido que corroe siempre se pude limpiar. Bogotá es Colombia, es producto de sus flujos y reflujos, ser rolo es ser hijo de la síntesis de los procesos históricos del país
Los rolos amamos a Bogotá, como el hogar que nos vio nacer. Ya perdonarán a los pocos nostálgicos que aún existimos.
POSDATA: Este pequeño escrito es una repuesta a la pataleta expuesta en el articulo "Bogotá, ese asqueroso hueco que aman los rolitos arribistas". Yo soy de esos "rolitos" que aman Bogotá, porque vivimos en ella a diario. Un consejo para la gente que elabora ese tipo de pataletas: ser crítico no es hacer un berrinche por lo que no me gusta, es vivir a diario en el cambio.