La muerte de Rosa Elvira Cely no representó el final de su sufrimiento. Poco valió que fuese brutalmente golpeada, violada, apuñalada y empalada por Javier Velasco, pues la Secretaría de Gobierno de Bogotá no vio ese salvajismo como castigo suficiente y decidió empalar la memoria de Rosa Elvira: la culpó exclusivamente de la atrocidad que se cometió en su contra.
El concepto jurídico de “culpa exclusiva de la víctima” parece sacado de la ficción, por la imperdonable bestialidad con la que se construyen los argumentos. Pero no solo es real, sino frecuente. Víctimas similares hay muchas, pero como no reviven un caso de repudio nacional, muy pocas voces se alzan para defender esas memorias pisoteadas, como la de Rosa Elvira Cely. Sin embargo, hay que agradecer el trabajo periodístico de Diana Durán Núñez, y del periódico El Espectador, por la investigación y difusión de esta dolorosa historia.
De inmediato, las cabezas visibles de la Alcaldía de Bogotá y de la Secretaría de Gobierno, Enrique Peñalosa y Miguel Uribe Turbay, rechazaron el concepto que salió de sus entrañas distritales y de la administración que ellos representan. Tomaron distancia y censuraron el juicio de la abogada Nayive Carrasco Patiño, quien es egresada de la Universidad Libre y cuenta con una especialización en Derecho Contractual de la Universidad del Rosario, según reseña su perfil en la página web de la Secretaría, que la presenta, a la usanza de Peñalosa, como una doctora sin doctorado:
La abogada, en palabras de Miguel Uribe, revictimizó a Rosa Elvira Cely, pero es ahí donde se advierte que ni desde el lenguaje se hace justicia, pues “revictimizar” se me hace un elegante eufemismo que reduce la aberración. Lo que hizo la abogada, quien fungió como defensora de la Alcaldía y de la Secretaría ante la demanda impuesta por los familiares de la víctima, fue empalar la memoria de Rosa Elvira.
Javier Velasco destruyó con golpes, cuchilladas y ramas el cuerpo de Rosa Elvira y, del mismo modo, la Secretaría destruyó su memoria, pero las armas esta vez fueron palabras, juicios y monstruosos conceptos jurídicos. Según el criterio de Carrasco Patiño, Rosa Elvira es culpable exclusiva de su propia muerte, al menos, por tres absurdas razones. La primera contempla una responsabilidad de la víctima, porque ella salió con alguien tildado de “maloso”. La segunda expone el consumo de alcohol como causal suficiente para invitar al asesinato, pues la profesional en derecho hace hincapié en la ingesta de alcohol de la víctima. Seguramente a su criterio, todas las mujeres con aliento a alcohol extienden una invitación para ser golpeadas, violadas y asesinadas. Por eso, escribe esta inadmisible relevancia: “ROSA ELVIRA CELY salió a departir con ellos, se tomaron unos tragos (así se registra en la historia clínica cuando se afirma que ingresa con aliento alcohólico)”.
La tercera razón es la cereza del pastel de aberraciones que redactó la señora Nayive Carrasco Patiño, pues concluye que Rosa Elvira es culpable de su muerte, porque si “no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en las horas de la noche, hoy no estuviéramos lamentando su muerte”. Moraleja para las mujeres: cada vez que salgan por un trago con dos compañeros de clase, en horas de la noche, los autorizan directamente para que las violen y las empalen.
Como es apenas lógico, los opositores a la administración Peñalosa aprovecharon este error incalificable, del equipo jurídico del gobierno distrital, para pedir la renuncia de Miguel Uribe, lo cual no estaría de más, pero no pasará. Porque en estrategia política las responsabilidades no se asumen, se trasladan. Siempre paga el más pendejo o el que tenga menos poder, como el caso de la abogada inepta Nayive Carrasco, que ya renunció a su jefatura jurídica en la Secretaría de Gobierno, donde claramente impera un juicio colectivo, sin ética y moral, que expone la peor crueldad que existe.
Que este espacio sirva para pedirles perdón a los familiares de Rosa Elvira Cely, quienes sufrieron hace cuatro años, mayo de 2012, la inenarrable muerte de una hija, de una madre, de una mujer. Y quienes volvieron a sufrir, porque un sistema podrido desde adentro empaló la memoria de Rosa Elvira.
* Texto tomado del portal Águilas y Moscas