Es un lugar común leer sobre libros que llegan a nuestras manos como por encargo, como por milagro. Se ha escrito de eso una y otra vez, tantas veces que hablar de ello parece una empresa vacía; un cliché que no merece comentario.
Sin embargo, y esto también es un cliché, con Bogotá contada me sucedió lo que a Horacio con la Maga en la Rayuela de Cortázar: “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Definitivamente algo demasiado metafísico para ser verdad.
Bogotá visitada
Por Bogotá han pasado cientos, miles, de hombres y mujeres. Su encanto a muchos ha enamorado y a otros ha repelido. Unos se han quedado y otros se han ido. Bogotá se ha convertido en la amante siempre dispuesta que se entrega por necesidad pero con gusto. Una amante que nunca olvida y siempre tolera: por ejemplo a esos visitantes semidesnudos que piensan que toda Colombia es una jungla tropical.
Bogotá, aún conocida como la Atenas Sudamericana -algunos dicen que por su pujanza económica y su oferta cultural a lo largo del siglo XX, yo prefiero la versión de Daniel Samper Pizano que nos recuerda las épicas luchas de enmascarados anónimos en las arenas de pancracio de la Santa María- fue visitada por 12 escritores hispanoamericanos durante el 2013 para recorrerla en su epidermis, más allá de ella, y así poderla narrar.
Divididos en tres grupos, y tutelados por tres escritores colombianos, durante algunos días de agosto, septiembre y octubre de 2013 los ojos de Lima, Rio de Janeiro, Caracas, Guatemala, Ciudad de México, Santa Catarina –Brasil-, Barcelona, La Habana, Buenos Aires, Santo Domingo, Santiago de Chile, y Salto –Uruguay- se levantaron en Bogotá y la contaron.
En el recorrido por las 213 páginas de este libro, producto del proyecto Libro al Viento de la Bogotá Humana -hoy deshumanizada-, me encontré con la ironía de sentir sorpresa frente a los relatos de la ciudad que he recorrido por muchos años. En la versión número 97 del libro al viento Bogotá aparece rejuvenecida luego de 475 años de historia. Del centro a la periferia los escritores de esta antología dialogaron con la compleja realidad de esta ciudad inabarcable, para contárnosla una vez más.
Recorriendo Bogotá
Terminado el libro, la necesidad urgente de caminar un pedacito de esa Bogotá contada me llevó fascinado por un recorrido desde La Candelaria hasta el Parque Nacional, en día domingo de ciclovía.
La experiencia no pudo ser menos agradable. Con los caletres abiertos y despojado de cualquier prejuicio me introduje en ese mar de gente de todos los estilos, colores, dialectos y tumbaos. Las estatuas humanas; los vendedores de todo tipo de alimentos, artefactos y cosas imagínales; los vendedores de minutos, evolución cómica de las destruidas y extintas cabinas telefónicas; los conejillos de indias en quietud detestable a espera de la orden para hacer feliz a algún apostador; los varios Michael Jackson suspendidos en el tiempo; el Baterista solitario; los retratistas de instantes; los campeones de ajedrez; los ladrones y pillos en espera de un descuido… muchas cosas que en sí contienen lo mejor y peor de Bogotá, lo mejor y peor del ser colombiano. La Bogotá que quiere pasar de ser amante a ser amada.
¿Seremos capaces de amarla y dejarnos atrapar?
@ignotolegris