En la actualidad, en Bogotá se habla de contaminación, un problema que ha acarreado inconvenientes de salud a sus habitantes. Esto debido a la proliferación de vehículos con funcionamiento a base de combustibles fósiles, entre ellos gasolina y ACPM. No obstante el disgusto, esto se debe a la falta de visión futurista por parte de los burgomaestres que han gobernado la ciudad, teniendo en cuenta que la capital colombiana ha tenido transportes amigables con el medio ambiente y a su vez enemigos que los acabaron.
Una de las contrariedades fue la clausura definitiva del tranvía en el año 1949 durante el mandato de Fernando Mazuera, mientras que el trole fue liquidado en 1991 en la administración de Juan Martín Caicedo Ferrer. Ahora nos preguntamos qué sería de la ciudad si estos políticos hubieran conservado este tipo de vehículos. Quizás poseeríamos un transporte alternativo y amigable con la atmósfera. Tal vez no tendríamos los graves problemas ambientales con el SITP y los buses tradicionales. Asimismo, seríamos pioneros en Latinoamérica en materia ambiental.
Si bien hoy el TransMilenio es un sistema de movilización rápido, también es muy obsoleto debido a la incomodidad en la que viajan sus pasajeros, en especial en las horas pico. Añadiendo que son unos vehículos contaminantes, dada su alta emisión de gases tóxicos y lo paradójico es que la nueva flota de articulados es operada con el mismo combustible, teniendo en cuenta que los autobuses eléctricos no fueron contemplados por el actual burgomaestre Enrique Peñalosa, implicando un atraso en transporte eficiente para la ciudad. Sumando a ello la falta de estudios serios con el objetivo de implementar el metro como un método moderno de traslado de viajeros dentro de la capital.
La motivación del artículo proviene de haber viajado a Ciudad de México por aspectos turísticos y tener ahora otra visión medio ambiental. Por eso quiero realizar un breve análisis comparativo de esa capital con Bogotá. Por ejemplo, algo que asombra saber es la supervivencia del bus eléctrico en CDMX. Y ni hablar del sistema trolebús en la ciudad manita, una estructura con más de medio siglo y aun fortalecida, pese al costo de 4 pesos (equivalente a 25 centavos de dólar) y el no pago de las personas de la tercera edad.
Lo sorprendente es que este tipo de buses son amigables con el entorno, estando a la vanguardia de los nuevos desafíos en beneficio de un aire puro. Por lo que se deduce que a veces las políticas ambientales de los gobernantes colombianos no son las adecuadas y en consecuencia no se perciben a largo plazo. Por tanto, el reto que tendrá el o la próxima gobernante será mayor. Entonces mi pregunta para todos los candidatos es: justamente cuando Quito y la capital de Panamá nos han demostrado que sí se puede construir un metro en poco tiempo y sin tanta retórica, ¿qué estrategias implementará en planes atmosféricos alrededor del transporte?