El colapso de Bogotá en términos de movilidad viene anunciándose desde hace décadas. El metro es absolutamente necesario, pero es necesario insertarlo en una amplia visión de desarrollo nacional urbano viable.
En las actuales condiciones, el territorio natural de Bogotá está llegando a los límites de su capacidad de carga. Por otro lado, la administración de la ciudad está alcanzando los límites de su capacidad de gestión. Es incapaz de responder adecuadamente las complejas demandas de más de ocho millones de ciudadanos, no solo en términos de movilidad, sino del conjunto de servicios esenciales, tales como los servicios públicos, la salud, la educación, el empleo.
Así que promover la expansión de Bogotá es insensato e irresponsable.
Así mismo, es importante aclarar de dónde procede la presión urbanizadora; es necesario observar los procesos demográficos y la migración interna, y examinar las tendencias de estos; y es fundamental examinar los intereses creados por los urbanizadores y constructores tanto formales e informales frente a procesos de urbanización especulativos que no están allí necesariamente para responder al crecimiento demográfico sino para satisfacer los intereses del capital especulativo.
Se hace imperativa una visión nacional del desarrollo sustentable que conduzca a un proceso de descentralización del desarrollo urbano. Esto implica el estímulo al desarrollo integral de una red nacional de ciudades pequeñas e intermedias que lleve a desestimular la expansión de Bogotá, acompañada de una densificación racional y controlada que permita la liberación del suelo urbano.
De lo contrario, los políticos continuarán llevando irresponsablemente la ciudad a su inviabilidad, no solo a nivel de movilidad, sino además en temas del desarrollo integral.