En un colegio del sur de Bogotá tienen su propio palenque. Es más, no es solo uno, sino cuatro. Y aunque no son exactamente caseríos de africanos esclavizados que proclamaron su libertad, como el que surgió en San Basilio al norte del departamento de Bolívar, también son un hito en su comunidad: en ellos nace el respeto y el reconocimiento de la cultura afrocolombiana.
Cada palenque tiene hortalizas y plantas medicinales que se siembran según los saberes ancestrales, como lo explica María Stella Escobar, una orgullosa maestra afrodescendiente del colegio Altamira, ubicado en la localidad de San Cristóbal. “El palenque en la escuela es un símbolo de resistencia de la cultura afro”, asegura.
Oriunda de Cali, esta profesora y líder de las comunidades negras creó el palenque para acercar a niñas, niños y jóvenes de su colegio a las raíces africanas. “En el proyecto trabajamos por ‘cuagros’, que son grupos que corresponden a la forma de organización social de los palenques y están relacionados con la edad y el ciclo vital de los individuos”, explica.
Cada ‘cuagro’ se identifica con un orishá, es decir, con una divinidad de la religión yoruba africana, de forma que, por ejemplo, Oshún, la deidad del agua continental, es la que guía el trabajo que los estudiantes realizan para la recuperación de una quebrada en las inmediaciones del colegio.
Entre sus estudiantes está Sara, una joven de ascendencia afro que aprendió los gajes de la agricultura por herencia de sus padres, nacidos en Tumaco, en donde se acostumbra a sembrar cacao y palma africana. Aunque es tímida, con el brillo de sus ojos negros y con cada uno de los rasgos de su cara expresa la esencia de lo que narra con sus palabras.
Sara luce una cabellera perfectamente trenzada. “Las hizo mi madrina y se demoró seis horas” dice, en alusión a las trenzas, que para las mujeres afro significan una tradición cultural que recoge su identidad y que se aprende y se practica desde la infancia.
“Nos conocemos del barrio, del colegio y de siempre”, dice Ally, una de sus amigas. Es una situación común, pues muchos de los afrocolombianos llegan desde el Pacífico y el Caribe a la capital en busca de mejores oportunidades para sus hijos y se asientan en localidades periféricas en donde ya hay presencia de comunidades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras.
Como Sara y Ally, cerca de 4 mil niñas, niños y jóvenes afrocolombianos estudian en los colegios públicos de Bogotá. Allí, en las aulas, los maestros y maestras hacen la diferencia para que la garantía del derecho a la educación se transforme en una realidad incluyente e intercultural.
Saberes con sabor ‘afro’
En la clase de la profe María Stella Escobar se busca el origen de los saberes ambientales africanos. Se habla, por ejemplo, de Mateo Arará, un esclavo a quien la historia reconoce por sus conocimientos tradicionales sobre botánica y medicina.
El propósito es llevar la enseñanza de la historia negra a todos: a niñas y niños mestizos y afros, y también a aquellos jóvenes que en ocasiones desconocen o se avergüenzan de sus raíces, y por ello no se reconocen a sí mismos como parte de ningún grupo étnico.
“La escuela está impregnada por una visión del mundo eurocéntrica y hay que ‘descolonizarla’. Ese es el mayor reto, por lo que este trabajo busca que los estudiantes entiendan que hay otras voces y conocimientos que existían antes, y que eran muy importantes”, explica María Stella, quien también es miembro de la Fundación Red Eleggúa, en la que se promueve la Cátedra de Estudios Afrocolombianos (CEA) en todo el país.
Pero esta es una educación que no solamente se encuentra en los libros. Como en el palenque del colegio Altamira, la cultura afro se vive en la práctica y muchos la llevan en la sangre. Así lo aseguran las estudiantes y bailadoras del colegio Entre Nubes Sur Oriental, a quienes las une ‘la pinta, la raza y el don del sabor’.
Al ritmo de la salsa ‘choke’, el hip hop y el break dance, estas jóvenes dicen ‘somos Pacífico’ sobre cualquier escenario al que llevan sus coreografías.
Hace dos años que bailan juntas y ya perdieron la cuenta del número de canciones al que le montaron pasos. “Tenemos el swing, el sabor, la ‘gozadera’ y el ‘flow’. Como que nacimos aprendidas”, exclaman al unísono con emoción.
Ana Yacira, Darlyn Sofía, Camila y Norleidy participan en el proyecto ‘Yo soy y tengo una historia que contar’, que se desarrolla en este colegio desde hace tres años con el objetivo de reconocer la diversidad étnica que existe en la comunidad educativa.
Así como ellas transmiten con sus movimientos un conocimiento vivo de sus raíces, Jean Carlos y otros de sus compañeros lo hacen a través de sus relatos, los cuales comparten con los estudiantes del colegio a través de la emisora escolar.
No en vano el nombre de este proyecto hace alusión a la historia que cada uno tiene por narrar. “Del Chocó me acuerdo es de la comida: queso con plátano, ‘pescaito’ y jugo de borojó. Todo en leña queda bien rico, porque eso sí, la vida allá es mucho más sabrosa que aquí”, dice con su voz enérgica y alegre Jean Carlos.
El profesor Felipe Pérez, uno de los líderes de esta iniciativa, quien es, además, originario de la comunidad de Palenque de San Basilio, explica que “el propósito de una educación intercultural debe ser dar a conocer la diversidad y entender el origen y la cultura de todos los estudiantes”.
Para ello promueve en el colegio estos espacios que permiten aprender y enseñar desde la diferencia. “Sueño con una escuela que permita a los estudiantes ser, sin importar su procedencia o su forma de hablar. Que sea un carnaval en la que siempre se dé a conocer toda la riqueza cultural”, concluye el maestro.
Construyendo la educación afro
María Isabel Mena, experta en temas de educación y afrocolombianidad, asegura que uno de los mayores retos es lograr la implementación transversal de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos, de forma que en la escuela penetren los conocimientos sobre la historia de África y sus descendientes.
Mena, quien lidera el proyecto ‘África en la Escuela’ y se ha desempeñado como asesora del Programa Presidencial Afro, el Ministerio de Educación y el de Cultura, entre muchas otras entidades, asegura que la escuela debe ir más allá de los deportes, la música, la gastronomía o el folclor de la cultura negra, especialmente cuando se sabe que en el país esta población equivale al 10% de los colombianos.
“Algunas de las experiencias avanzadas hacen alusión a este tipo de prácticas. Eso está bien, pero para hablar de lo afro en el aula necesitamos mucho más: contar la historia de África, las rutas de los esclavizados, el pensamiento filosófico de las comunidades negras, entre muchos otros temas”, asegura la experta.
Temas como estos son abordados por 80 estudiantes del colegio San Bernardino como parte del proyecto institucional ‘Consejo de Etnias’, que lidera la coordinadora Blanca Peralta con el acompañamiento de algunas instituciones como el Cinep, en convenio con la Secretaría de Educación.
Tradicionalmente, este barrio de la localidad de Bosa ha estado habitado por una población multiétnica, entre la comunidad indígena muisca y las familias afro que han llegado a la zona como consecuencia del conflicto armado y el desplazamiento forzado que, según el Observatorio de Discriminación Racial, es un fenómeno ante el cual las comunidades afro han sido las más vulnerables y vulneradas.
Justamente para atender a esta población fue que desde hace tres años nació el ‘Consejo de Etnias’. Todos los miércoles en la tarde, este proyecto reúne a los estudiantes indígenas, afro y mestizos que deseen participar, para dialogar sobre los significados y las culturas de las diferentes etnias que convergen en la zona.
“El objetivo es adaptar un lugar dentro de la escuela para que los estudiantes tengan la posibilidad de reconocerse, reconstruir sus identidades y recuperar lo ancestral de sus familias”, explica la coordinadora del colegio San Bernardino.
Los líderes de este proceso son estudiantes como Yulisse Aparicio, una joven de Planeta Rica, Córdoba, que en las aulas del colegio San Bernardino descubrió su herencia africana.
“En el colegio nos invitaron a los estudiantes que veníamos de la Costa Caribe y del Pacífico a estos talleres. La verdad yo no sabía nada de esto: ni siquiera sabía que era afro. Pero ahora lo entiendo y me reconozco como tal”, asegura la estudiante de grado 10°.
Así, este proyecto profundiza en geografía, historia, literatura, simbología y arte, entre otras ramas del conocimiento, con una perspectiva de educación afro, que busca llevar al currículo el reconocimiento de la cultura de las comunidades negras como parte de un proceso que, además de necesario, es obligatorio, tal como lo indican la Ley 70 de 1993 y el decreto 1122 de 1998.
Pero los avances van más allá de estas instituciones educativas. Como una apuesta para fortalecer este proceso, la Secretaría de Educación del Distrito desarrolló una estrategia para apoyar la institucionalización de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos y otras medidas contra la discriminación racial en el sistema educativo oficial de la ciudad, entre los años 2013 y 2014.
31 colegios de Bogotá fortalecieron sus procesos educativos interculturales e implementaron la Cátedra de Estudios Afrocolombianos (CEA), lo que significó el trabajo conjunto con 1.720 estudiantes y cerca de 2.400 docentes, quienes comprenden ahora la importancia y las posibilidades para articular la CEA con el currículo y con los planes de estudio que cada institución implementa.
Hoy, los maestros de la educación pública de Bogotá cuentan también con una ‘caja de herramientas’ para brindar una educación intercultural que reconozca a la cultura afro, la cual está compuesta por 8 materiales pedagógicos y puede consultarse en internet.
Por ejemplo, uno de estos materiales orienta la enseñanza del inglés visibilizando los aportes del pueblo afroamericano y la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Otro, por su parte, propone el estudio de ‘La otra historia’, con el propósito de descolonizar la visión hegemónica y occidental sobre la historia de la humanidad.
Los logros son significativos, pero como lo reconocen expertos y docentes, aún falta un largo camino por recorrer. “Para que exista una verdadera ‘educación afro’, Bogotá debe lograr la implementación de la CEA en todos los colegios, acompañada por un proceso de formación con los maestros. Solo así toda la escuela entenderá por qué esto es importante”, asegura la profesora María Stella Escobar
Acabar el racismo, la tarea pendiente
Expresiones utilizadas en tono despectivo, como ‘negro’ y ‘chocolate’, estereotipos sociales relacionados con la fuerza o las actividades que deben realizar las personas afro y estigmatizaciones frente a esta población, aún persisten en los salones de clase, no solamente en Colombia, sino en el mundo.
Muestra de ello son las cifras publicadas por el British Council en un proyecto realizado en Alemania, Bélgica, España, Portugal, Holanda, Italia y el Reino Unido, en el que se encontró que en una muestra de 3.500 estudiantes adolescentes, el 30% discrimina a sus compañeros por el color de la piel.
Por su parte, en Bogotá, un estudio realizado por la Secretaría de Educación del Distrito en el 2009 dio cuenta de la importancia de que los maestros realicen un mayor reconocimiento de la población afrocolombiana para impedir que estos discursos racistas continúen reproduciéndose al interior de las aulas.
Para María Isabel Mena, quien coordinó esta publicación, el racismo es un fenómeno muy complejo que en la medida en que no se encara se torna más sofisticado y violento, por lo que su propuesta siempre ha sido poner este tema en los colegios y empoderar a la población víctima.
En este sentido, es en los niños en quienes se va sembrando una semilla para evitar que la segregación continúe, como lo demuestran las palabras de José, un estudiante de 6° del colegio Altamira.
"En el trabajo de etnobotánica afro aprendemos y convivimos más con una cultura que ha sido históricamente discriminada”, asegura José, para quien la escuela debe ser un lugar en el que “no hay blancos ni negros, sino niños”.
En aras de prevenir y atender esta problemática, la educación pública de Bogotá realizó el diseño y la validación de una Ruta de atención integral a casos de racismo y discriminación racial en el sistema educativo Distrital, que se empezará a implementar con el apoyo de la estrategia de Respuesta Integral de Orientación Escolar (RIO).
Ambas, en el marco de la política educativa de la ciudad que promueve la no discriminación, la equidad y la formación integral para una buena vida para las niñas, niños y jóvenes de los colegios oficiales.
El propósito es que esta herramienta oriente a las comunidades educativas en la prevención y atención de situaciones propiciadas por prácticas racistas, lo que significa estar un paso más adelante en la identificación de los casos de racismo que persisten en los colegios públicos, como explica Claudia Taboada, profesional de la Dirección Inclusión e Integración de Poblaciones de la Secretaría de Educación.
Aunque es innegable que el racismo existe en la escuela, y más que esto, en la sociedad misma, estas experiencias suman al largo camino que se requiere para la inclusión y visibilización de la población afrocolombiana en los colegios, en donde la cátedra juega un papel clave para derrumbar esas barreras que surgen por el desconocimiento.
Cada historia, cada maestro y cada estudiante comprometido con el reconocimiento de la cultura afro aportan en el reto de tejer, como las trenzas que labran un camino hacia la libertad en las cabelleras de las mujeres palenqueras, una educación intercultural y verdaderamente incluyente.
Fotos: Juan Pablo Duarte y Julio Barrera.
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