Indignante, por donde se mire.
El terrorismo ve un Estado tan débil que siente el camino libre, con el nombre que sea.
MRP, ELN, Farc, bacrim, Clan del Golfo, etc. No hay excusa, menos justificación.
Lo más reciente, un petardo que estalla dentro de un baño de mujeres en un centro comercial un sábado, segando la vida de tres jóvenes y sembrando el terror. Secuencia de las bombas de la 7ᵃ en febrero de este año, cerca a las universidades Javeriana y Distrital. Y el bombazo de la Macarena hace menos de noventa días, por solo nombrar algunos, de los 20 ataques que han ocurrido en la ciudad en los últimos dos años. Todos los uniformes participan, ninguno habla de reparar sus víctimas, sienten que están en auge.
El nobel en picada, la confianza ciudadana se extingue, la de los inversionistas ni se diga. La firmeza contra el terror se esfumó, hasta para señalar sus autores. Las palabras de Nicolás Maduro, preocupan más cuando dice tener muchos secretos sobre el proceso con Farc y el gobierno colombiano que nunca nos contaron. ¿Será sobre los dineros que dejaron intactos, las rutas de narcotráfico, o milicias urbanas más fuertes que nunca?
Esa apuesta por esconder, maquillar, minimizar el confort que siente hoy el terrorismo urbano, hace mayor la indignación, en las urnas tuvo una respuesta ciudadana el 2 de octubre, y el país no está dispuesto dejar pasar. Refundió cualquier credibilidad en acuerdos, medios de comunicación y qué decir aquella clase política que entre plata o país, decidieron plata, entregando, la ciudad y el país al vaivén.
La falta de autoridad,
nos empuja una vez más a un abismo sin fondo
Esa falta de autoridad, nos empuja una vez más a un abismo sin fondo. Esa copa se rebosa cuando se cambia de uniforme y las milicias urbanas hacen de las ciudades la feria de atentados. ¿Somos un país maldecido y destinado a continuar la guerra con las FarcCrim, milicias, MRP, o los que vayan saliendo? Deberían respondernos Sergio Jaramillo y Timochenko.
Hay un país que, empezando por su capital, volvió al miedo. Lo primero que hay por hacer es reconocerlo. Desde estos 2600 metros bogotanos, miro el cielo estrellado, infinito, grandioso, misterioso... indiferente a la maldad que se expande sin freno aquí abajo, donde duerme la diligencia local y nacional con total silencio y mira hacia otro lado, diciendo que el auge del terrorismo y sus mentores es un tema menor.
Escribo esta columna a mis 25 años, testigo de una realidad que exige más que nunca a mi generación no ser indiferente. La historia nos exige sin posibilidad a equivocarnos, cambiar con firmeza el turbio presente y oscuro futuro por el que nos llevan. Fracasó Santos y sin pensarlo sus comités de aplausos, cuando los violentos buscan encerrarnos en las casas, solo el valor y la resistencia ciudadana hoy, y en las elecciones del 2018, hará que se detenga la feria del bombazo que se pretende instalar.
@josiasfiesco