Dividir al adversario, calumniarlo, destruir su reputación, construir narrativas falsas, son algunos de los mandatos del marketing político en las redes sociales. En Colombia ya somos expertos, aunque no es asunto sólo de la política local. Ni tampoco es un tema de izquierda o derecha. Es un requisito actual de la política.
Una campaña, la del vencedor, contó con Guanúmen y su equipo, el hombre franco de la frase famosa (“hay que correr un poco la línea ética”). El equipo digital de Fico, cuando era alcalde de Medellín, creó cuentas falsas en redes sociales para lo ídem: calumniar a los detractores, incluyendo al actual presidente (según La Silla Vacía, el equivalente a Guanúmen, en las todas de Fico se llama Mateo Gómez Vahos).
Somos buenos aprendices. Trump, con sus propias bodegas y las que le aportó el gobierno encabezado por Putin, las manejó con maestría singular. La magia de internet y, particularmente de las redes twitter y facebook, obró maravillas. Hillary Clinton, la candidata demócrata, contaba con un equipo digital más potente que el de Trump. Una de las grandes diferencias, sin embargo, consistió en que el republicano invirtió, de lejos, mucho menos dinero en publicidad política en los medios tradicionales (especialmente TV) y se concentró en las redes, de tal forma que aquellos terminaron reproduciendo, gratis, cuanto mensaje en twitter y facebook emitiera su equipo. La estrategia la aplicó tanto en las primarias (acordémonos de la recurrente falta de respeto frente a sus adversarios Cruz, Rubio, Bush…) como en la campaña presidencial propiamente dicha. Se habla de alrededor de USD 1.900 millones de publicidad gratuita en TV gracias a la estrategia en redes.
Trump contó, además, con una valiosa ayuda: la de Putin y aliados internos que tuvieron la sagacidad de imponer narrativas que beneficiaran al presidente, tanto durante la campaña como durante su gobierno. Recién posesionado, el 21 de enero del 2017, millones de mujeres en los Estados Unidos manifestaron en contra del machismo (¿recuerdan la grabación aquella que decía que a las mujeres había que agarrarlas de la vagina?), con una asistencia que no se conocía desde las protestas contra la guerra de Vietnam, hacve mas de 50 años. Pues bien: las bodegas, en este caso gestionadas por el gobierno ruso, se encargaron de dividir, a como diera lugar, el movimiento de las mujeres gringas. Tuvieron la capacidad de construir narrativas que parecían elaboradas por mujeres comunes norteamericanas de a pie: los falsos mensajes simularon disputas entre feministas afroamericanas y blancas, desacreditaron, por musulmana, a una de las dirigentes, falsificaron comunicaciones de las dirigentes. El saldo, el deseado, fue la fractura del movimiento feminista de los Estados Unidos.
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Las campañas son asesoradas por consultores políticos sin hígado
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Acá se ha aprendido rápido. Las campañas son asesoradas por consultores políticos sin hígado, tipo Juan José Rondón, que ha acompañado campañas presidenciales en varios países latinoamericanos, incluidas las de Juan Manuel Santos. Apoyé con el alma el proceso de paz gestionado por Santos, la perseverancia del equipo, comenzando por Humberto de la Calle. No obstante, tampoco olvido que, en la época en que Antanas Mockus, en el 2010, tuvo alguna posibilidad de triunfo, las bodegas del candidato Santos destrozaban, a punta de miles de comentarios malévolos, aquellas columnas de opinión que favorecieran al exalcalde.
Ni qué decir del maestro de twitter, Álvaro Uribe, capaz de convertir en violador de niños a un periodista hace un par de años, de imponer cuentos de su interés, de etiquetar a su antojo al adversario.
Y, por supuesto, en la campaña que culminó con la elección de Gustavo Petro, daría la impresión de que Fico Gutiérrez hubiese contado con un equipo de estrategas digitales ajeno a la difamación. A raíz de los videos filtrados sobre algunos detalles de la campaña del candidato Petro (hacer aparecer a Fico como un depravado, por ejemplo), lo único que se puede decir es que no se trata de Guanúmen o Gómez Vahos: es ya una función profesional del mercadeo político con el fin de armar los cuentos necesarios para aniquilar al otro, al que se considera detractor, mediante la construcción de estructuras mas o menos complejas basadas en cuentas y perfiles falsos, la aplicación de algoritmos y, por supuesto, la elaboración de narrativas acomodadas.
