Se volvió un lugar común simular ser muy inteligente despreciando las películas de Woody Allen. Algunos se atreven a decir que Medianoche en París es una peliculita ahí, irregular, medio fantasiosa e inofensiva, una postal insulsa de la ciudad luz. Como si este genio inagotable no tuviera derecho a relajarse, la crítica lo señala porque decide hacer todavía comedias románticas frescas y divertidas como Scoop o De Roma con amor. Aclaro esto de entrada porque no estoy de acuerdo con los que dicen que Allen se reencontró con su talento en Blue Jazmín y que sin duda es su mejor filme desde Match Point. No sé cómo hace este anciano pero cada premier suya es un acontecimiento único, maravilloso. Su presencia permanece ahí, inmarchitable, necesaria para estos días en los que las películas se parecen cada vez más a los juegos de video.
¿Qué pretenden entonces? ¿Qué cada año estrene un clásico? ¿Una obra maestra absoluta? Es un milagro que puedas hacer una buena película en toda tu vida y este judío es capaz de hacer una cada año y deja por ahí cada lustro una joya inmortal, un fresco de las emociones humanas, un testimonio para las generaciones venideras de cómo era nuestra época.
Y eso es lo que vemos en Blue Jazmín, la historia del arribismo de nuestra era, de la absurda ostentación que algunas personas hacen de su riqueza y de la búsqueda desesperada del poder y el oro que llevan a ciertos tipos a cometer delitos como el de las pirámides financieras. A Cate Blanchet no le importa mucho que su marido, un magníficamente perverso Alec Baldwin, haga una fortuna a costa de la buena fe de los incautos. Ella puede perfectamente hacerse la de la vista gorda siempre y cuando él la sorprenda de tarde en tarde con una pulsera de diamantes o un collar de las más finas perlas. Ella ama a su esposo, lo adora y lo cela. Las buenas maneras de la sociedad a la que pertenece le impiden exteriorizar la inseguridad que le da verlo rodeado de mujeres tan hermosas, pero créanme, ella siente celos, muchos celos y esta mujer sería capaz de cualquier cosa si su hombre planeara dejarla por una institutriz francesa mucho más joven que ella.
Blue Jazmín es una película inmoral. Explota ese lado sádico que tenemos los seres humanos de alegrarnos por el mal ajeno. Como disfrutaremos el descenso final de esta odiosa protagonista. La oscuridad en la que se suma la película a raíz de la desgracia de Jazmín se atenúa con grandes dosis de humor. No hay duda: es Woody Allen en pleno estado de forma y como tal nos entrega uno de sus grandes personajes femeninos, a la altura de la Mia Farrow de Maridos y Esposos o de la Diane West de Septiembre, soberbia la actuación de Cate Blanchet quien desde ya se perfila como la gran favorita a ganarse el Óscar a la mejor actriz.
Divertida, tenebrosa, emocionante, profunda, Blue Jazmin es el acontecimiento cinematográfico del año, una película perfecta, el filme de un maestro. Larga vida a nuestro neurótico favorito.