Como ya es habitual, dentro del calendario de ofertas y rebajas que se ha venido desarrollando en los últimos años, por estos días se lleva a cabo una nueva fecha de las ya conocidas jornadas de descuentos, estrategias comerciales que buscan dinamizar las ventas que bajo la actual coyuntura sirven como elemento impulsor para reactivar en parte la decaída actividad comercial del país, recurriendo para ello a canales digitales los cuales han tenido gran aceptación dentro de los consumidores al incluir un número cada vez mayor de usuarios en los modelos de compras online.
Ahora bien, el Lunes Negro es el nombre que comúnmente se ha utilizado para referirse a las caídas de las principales bolsas del mundo que han ocurrido en cuatro momentos diferentes. El primero de ellos fue el 28 de octubre de 1929, días después del jueves negro que propicio el colapso del mercado de valores para esa época. A lo largo de esa jornada el Dow Jones Industrial Average (DJIA), un índice de referencia de precios de acciones muy seguido, fundado en 1882, cayó un 12,82% alcanzando los 260,64 puntos y al día siguiente un 11,7% (230,07 puntos), perdiendo con ello las ganancias restantes que se habían logrado durante todo el año; esta caída sin precedentes no fue el principal catalizador para desatar la Gran Depresión de 1929, aun así marcó un precedente al destrozar la confianza en la inversión empresarial.
Sin embargo, el termino Lunes Negro es el que se usa con mayor frecuencia para referirse al segundo descenso porcentual de una solo sesión de negociación, perdida que sigue siendo hasta la actualidad la mayor caída del mercado de valores en un solo día. Ocurrió el 19 de octubre de 1987, cuando el Dow Jones perdió un 22,61% cayendo 508 puntos ubicándose en 1738,74, mientras que el Standard & Poor's (S&P) caía un 20,4% perdiendo 57,64 puntos llegando a los 225,06. Fuera de los Estados Unidos, los demás mercados de valores registraron un descenso similar, entre los que sobresalen el índice japonés Nikkei 225 con una contracción de 14,9% y el FTSE 100 del Reino Unido que cedió 12,2%.
Las condiciones que habían predominado antes de esa fecha estuvieron marcadas por altibajos, las situaciones que vivieron los inversores durante este tiempo pasaron por un mercado a la baja estimulado por la crisis del petróleo en 1973 que provocó un incremento en el precio internacional del crudo y una posterior recuperación en 1974 que fue lenta, cerrando la década con un nuevo aumento en el precio del mineral para 1979 en principio a causa de la revolución iraní y el consecuente conflicto que enfrentó a la recién instaurada República Islámica de Irán contra Irak en una guerra que se prolongaría por cerca de nueve años.
En los Estados Unidos el crecimiento económico se había ralentizado, mientras la inflación alcanzaba cifras de dos dígitos y el desempleo iba en alza. En agosto de 1979 Paul Volcker es nombrado presidente de la Reserva Federal (FED) y tan solo dos meses después inició una serie de programas tendientes a disminuir la tasa de inflación, por lo que se genera un periodo de contracción monetaria logrando su cometido al reducir la inflación a niveles cercanos al 3% para 1983.
Bajo este panorama, no fue sino hasta 1982 que el mercado pudo liberarse y recuperar su senda alcista una vez más. Fue así como los cinco años anteriores a 1987, el DJIA había casi que triplicado su valor, creando niveles de valoración excesivos y con esto un mercado de valores sobreestimado; tan solo al 25 de agosto el índice había subido un 43% en cuestión de siete meses alcanzando un máximo de 2.746,65 puntos, a partir de allí permaneció en un rango de negociación ligeramente más bajo hasta el 2 de octubre.
A partir del 14 de octubre varios mercados empezaron a incurrir en grandes pérdidas diarias y para el final del día de negociación del 16 de octubre, el Dow Jones había perdido un 4,6% (108 puntos) en medio de un clima de incertidumbre ante la devaluación del dólar, con lo que nadie contaba era que en la próxima sesión bursátil, el pánico se apoderaría de las transacciones y el índice se desplomaría de la forma como la hizo.
La Fed entendió que no había tiempo que perder y a diferencia de 1929 cuando su accionar fue contrario agravando la crisis, en una rápida respuesta la institución anunció que estaba preparada para actuar como prestamista de último recurso. En un comunicado oficial, el 20 de octubre, el recién posesionado presidente Alan Greenspan informó que de acuerdo a las responsabilidades como banco central de la nación, confirmaba su disposición de servir como fuente de liquidez para respaldar el sistema económico y financiero (Carlson, 2006). Posteriormente, entre noviembre y febrero puso en marcha una serie de medidas consistentes en reducir las tasas de interés, logrando su cometido en tres oportunidades al pasar del 7,25% al 6,25%, disipando así el temor de que aquella jornada adversa resultara en el punto de partida de otra Gran Depresión, tal y como había ocurrido a finales de la década de 1920.
¿Cuáles fueron las causas?
Varios estudios han señalado a un gran cúmulo de factores como los responsables de provocar un desplome de tales dimensiones. De una parte se encuentra una serie de acuerdos monetarios y de comercio exterior que depreciaron el dólar de los Estados Unidos para ajustar la balanza comercial en favor del gigante norteamericano y luego intentar estabilizarlo en sus nuevos valores más favorables.
Bajo el “Acuerdo Plaza” (Plaza Accord) en 1985, la Fed junto con los bancos centrales de las cinco naciones más industrializadas para la época (República Federal de Alemania, Canadá, Francia, Japón y Reino Unido) acordaron un programa para depreciar el dólar en los mercados internacionales de divisas con el propósito de contrarrestar los crecientes déficits comerciales de los Estados Unidos que al cierre de 1984 lo convirtieron en un país deudor por primera vez desde el final de la Primera Guerra Mundial. El arreglo fue reemplazado por el Acuerdo de Louvre en febrero de 1987, donde los países miembros resolvieron disminuir sus déficits presupuestarios, comerciales junto con una rebaja en los impuestos.
Al mismo tiempo la Fed endurecía su política monetaria a causa del alza en sus precios internos, aumentando el tipo de referencia (Federal Fund Rate), como resultado el crecimiento de la oferta monetaria se contrajo entre enero y septiembre y los precios de las acciones comenzaron a caer a finales del tercer trimestre del año.
El acuerdo entró en un punto álgido en octubre cuando el banco central de Alemania notificó un aumento en sus tasas de corto plazo por presiones inflacionarias, lo cual condujo a que el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, James Baker, anunciara públicamente el sábado 17 de octubre una devaluación del dólar para hacer frente al creciente déficit comercial de la nación, con esto buscaba a su vez que los precios de las acciones fueran más baratos pero era necesario un aumento de las tasas de interés para mantener los capitales extranjeros, por lo que los inversores interpretaron estas medidas como una señal negativa temiendo que la caída provocará una recesión, escenario que llevó a muchos a empezar a vender sus activos y valores bursátiles.
Para el 19 de octubre, en pocas horas la bola de nieve se convirtió en pánico global, cuando los complejos programas de computadora para operaciones a futuros empezaron a dar órdenes de venta ante la caída de los precios más allá del índice de futuros de acciones; un fallo en el recién instalado sistema que conectaba el mercado de contado de Wall Street y el de derivados de Chicago había ocurrido, por lo que una estrategia automatizada parece haber facilitado en parte la exacerbación del colapso durante esa jornada.
Fue en 1976 cuando dos jóvenes profesores de la escuela de negocios de Barkeley, Hayne Leland y Mark Rubinstein desarrollaron la idea de “seguro de cartera”, un método técnico que tenía como fin limitar las pérdidas que podría experimentar una cartera a medida que las acciones disminuyeran de precio sin que el gestor de la cartera tuviera que venderlas. Dicha innovación otorgó una falsa sensación de confianza a las instituciones y corredores, la creencia general era entonces que evitaría una pérdida significativa de capital si el mercado se desplomaba.
De todos modos, los programas computarizados de comercio de acciones empeoraron la venta, automáticamente empezaron a liquidar las acciones cuando ciertos límites de pérdida eran alcanzados, empujando los precios a la baja. En vista de que los mismos programas desactivaron automáticamente todas las compras, las ofertas desaparecieron en todo el mercado de valores casi que al mismo tiempo, como resultado la bolsa detuvo la negociación.
Lo acontecido el Lunes Negro sirvió para poner de manifiesto el nivel sin precedentes en que los mercados financieros de todo el mundo se encontraban interconectados tecnológicamente; a su vez condujo a una serie de cambios notables, incluidas reglas que permitían a las bolsas detener temporalmente las operaciones en caso de una rápida liquidación del mercado conocidas como interruptores de circuito, con el objeto de brindar a los inversionistas la capacidad de tomar decisiones durante periodos de alta volatilidad del mercado (Bernhardt & Eckblad, s.f.).
Además, la respuesta de la Fed marcó el comienzo de una nueva era de confianza entre los inversionistas y la capacidad del banco central para intervenir frente a graves caídas del mercado. Con relación a otras crisis financieras anteriores, las fuertes pérdidas derivadas el 19 de octubre no fueron seguidas por una recesión económica o una crisis bancaria, al contrario los mercados bursátiles reanudaron rápidamente la mayoría de las pérdidas del Lunes Negro y en solo dos sesiones de negociación el DJIA había recuperado el 57% de la caída total (288 puntos), a comienzos de 1988 se estabilizo en torno a los 2.000 puntos retornando a los niveles en los que empezó a operar tan solo un año atrás y en menos de dos años superaron sus máximos anteriores a la crisis.
Si bien las causas del Lunes Negro ahora son conocidas, es probable que algo así pueda suceder nuevamente; el auge de la tecnología y el comercio en línea han introducido más riesgo en el mercado, los cuales como ya quedó demostrado volvieron a sucumbir debido a la rápida propagación del coronavirus y la posterior declaratoria de pandemia, haciendo que los mercados fluctuaran a la baja con pérdidas cercanas al 10% en varios días de marzo.
Referencias
Amadeo, K. (13 de marzo de 2020). Black Monday in 1929, 1987, 2015 and 2020. The balance.
Bernhardt, D. & Eckblad, M. (s.f.). Stock Market Crash of 1987. Federal Reserve History.
Carlson, M. A. (2006). A Brief History of the 1987 Stock Market Crash With a Discussion of the Federal Reserve Response. Social Science Research Network, 2006(13), 1–24.