Sé que esto va a representar un momento histórico para mi país. Es 20 de noviembre de 2019 y son las 7:45 p.m., mi celular no para de sonar. Un mensaje tras otro llega del grupo general que se creó específicamente para el paro nacional de mañana, están preguntando y especificando los lugares de encuentro y los objetos necesarios a llevar en la maleta. Las palabras de aliento y lucha no pueden faltar.
Estoy alistando todo lo necesario para el día siguiente: agua, algo de comida, alcohol y leche de magnesia, para los posibles gases lacrimógenos que nos pueden arrojar; del armario busco una sudadera, una camiseta y un par de tenis. Agarro mi celular y entro en nuestro grupo privado, junto con Nathalia, Ana y Yenny quedamos de encontrarnos en la entrada de la universidad a las 9:00 a.m.
Ha llegado el día, ya es 21 de noviembre de 2019, son 6:00 a.m. No acostumbro a madrugar, pero hoy la energía y la expectativa me levantan. Me arreglo, agarro mi maleta y me pongo la pañoleta en el cuello y salgo. Son las 7:15 a.m., coger transporte público fue sencillo a esa hora de la mañana, a pesar de la presencia del Esmad y la Policía en los alrededores del portal 80 y, de igual forma, en el interior. El ambiente es extraño, no sé si solo lo siento yo o lo sentimos todos, que esté el Esmad tan cerca me inquieta. En el derecho de las cosas no debería ser así, es el cuerpo de protección de la ciudadanía, pero siento de todo menos seguridad.
8:55 a.m., la estación de TransMilenio Calle 76 se está preparando para cerrar. Desde mi posición se alcanzan a ver algunas patrullas de policía dando rondas por el momento a los héroes. La chica que reparte todos los días el periódico se encuentra en el mismo lugar de siempre, así que le recibo uno. En su titular se halla la información del paro nacional, las rutas que va a tomar y, por ende, las calles que van a estar inhabilitadas, entre estas se encuentra la Avenida Calle 26 y la Avenida Caracas.
Por fin llego a la puerta de la universidad y me topo con aproximadamente 15 personas, todas están en el grupo de WhatsApp que se habían creado hace ya una semana, están esperando a que las personas faltantes lleguen. De mi grupo de amigas soy la primera en llegar, 5 minutos después aparece Yenny, unos minutos más tarde le sigue Ana y Nathalia. El grupo ya está listo, con pancartas que piden que se respete el derecho a la educación y otras protestando por la corrupción existente en el país.
Llegan las 9:40 a.m. y el grupo conformado por los estudiantes de mi universidad sale camino hacia la Universidad Pedagógica Nacional, al ser este el punto de encuentro de las universidades de Chapinero, el recorrido se propone empezar en ese punto y acabar en el Aeropuerto Internacional El Dorado. 20 minutos después, ya con todas las universidades reunidas comenzamos la marcha por la Avenida Caracas con 72.
A las 12:30 p.m., después de caminar por toda la Avenida Caracas llegamos a la estación Avenida 39, en la cual se decide tomar un descanso, pero las arengas y la energía jamás paran. Son las 2:30 p.m., luego de una caminata de aproximadamente 6 horas, llegamos a la Universidad Nacional, siendo recibidos por ellos con chiflidos y aplausos. Duramos en este punto unos 20 minutos para seguir nuestro camino hacia el aeropuerto todos juntos. Si antes la multitud era grande ahora era inmensa.
Han pasado solo 20 minutos desde que todas las universidades de Bogotá ya están reunidas y la multitud para de golpe en el puente de la Calle 26 con Avenida 68, con mi grupo de amigas nos mantenemos juntas a la espera de seguir avanzando, pero nadie parece entender por completo lo que sucede, los chicos de la defensoría de derechos humanos nos dicen que mantengamos la calma, que el Esmad está impidiendo el paso debajo del puente, que esperamos la autorización para seguir avanzando.
Nosotras decidimos sentarnos en los escalones de la entrada de Compensar, cuando empezamos a escuchar que las personas que lideran la marcha gritan una y otra vez la frase "sin violencia". Nos paramos rápidamente para saber lo que ocurre, pero solo logramos escuchar el eco del canto. De repente suenan las bombas lacrimógenas y unas cuantas aturdidoras que estallan contra el piso. La multitud se mueve rápidamente buscando otra ruta para continuar, huyendo del gas lacrimógeno; cuando el gas llega hasta nosotros nos tapamos con la pañoleta empapada de leche de magnesia, la cual logra apaciguar el ardor que se genera en la garganta y hace que sea difícil respirar. La pregunta que más invade mi mente es: ¿por qué el Esmad actúa así cuando la marcha está siendo completamente pacífica y sin alterar el orden público?
La nueva ruta que coge la multitud es por la Av. 68 hacia la Calle 80, pero nosotras decidimos apartarnos del grupo e ir a nuestras casas, y al no haber servicio de transporte público nos dividimos para empezar a caminar. Yenny y Ana se van juntas hacia el sur para buscar transporte, y Nathalia y yo nos dirigimos hacia el occidente para nuestras casas, ya que no nos encontramos muy lejos de estas. Ya son las 8:20 p.m., y para terminar el día en mi barrio y en muchos otros de la ciudad empieza un cacerolazo.