Hace algunas semanas en la telenovela La ronca de oro la protagonista Helenita decía al médico tras su diagnóstico final que suponemos exigió biopsia hepática: “Doctor, no me hable de riesgos y porcentajes, hagamos lo que hay que hacer”. Más o menos estas eran las palabras, pues si Caracol TV no fue del todo precisa al narrar la vida de Helena Vargas tampoco nosotros necesitamos citar el guión con exactitud. De todas formas allí se retrata una actitud frecuente en los pacientes: no quiero saber fastidiosos detalles de mi enfermedad, solo quiero que desaparezca. Ahora, en muchos casos el médico no puede proponer un tratamiento o adelantar una siempre imprecisa predicción del futuro del paciente sin una biopsia. Y ahí la cosa es peor pues la palabrita “biopsia” produce pavor.
En la insuperable comedia de situación norteamericana Seinfeld (soy seinfeldiano) George le contaba a Jerry con gran miedo lo que el médico le hizo: ¡He took a biopsy, Jerry, a biopsy! Y también dice que lo hizo porque no sabía de qué se trataba. Todo lo cual por supuesto lo sumerge en miedo visceral. Al final del episodio el médico le comunica por teléfono, cosa que en la vida real nunca debe ocurrir, el resultado: la biopsia es negativa. En característico giro de humor negro George cree que se le está pronosticando un futuro negativo y su desesperación aumenta, provocando la risa enlatada o real aunque un poco incierta del televidente. Porque nadie ríe espontáneamente cuando se habla de biopsias. Esta situación médica va siempre envuelta en miedo e incertidumbre (¿necesitaré una yo?). Por eso es necesario discutirlas.
Un médico antiguo, de estilo tradicional o chamánico, no necesitaba biopsias para nada. Quizás era hasta buen terapeuta pero diagnosticaba las enfermedades observando sutiles signos que solo él podía interpretar (posición de las estrellas, vísceras de animales sacrificados, aspecto de la orina, líneas en la mano, manchas en el iris, etc.) Para ese tipo de medicina la enfermedad es siempre signo de algo incorpóreo que se adivina. Todavía hoy muchas personas piensan así y muchos médicos toman decisiones como si tuvieran un tercer ojo, el famoso ojo clínico. Quizás eso funciona en ciertas situaciones pero la mayoría de los médicos actuales entendemos la enfermedad como un complejo proceso biológico que exploramos a través de la historia del paciente, su examen físico, sus exámenes de laboratorio e imágenes diagnósticas.
Los médicos de la Alejandría helenística fueron quienes por primera vez abrieron cadáveres para comprobar ellos mismos los procesos patológicos realizando autopsias (del griego autós-opsis, por mí mismo-ver) Se trataba entonces de descubrir a posteriori las enfermedades, no solo adivinarlas, en los cambios macroscópicos de los órganos muertos. Cuando yo estudiaba en EE. UU. la morgue tenía una ocurrente frase latina en la pared sobre las neveras de cadáveres: Aquí es dónde los muertos nos ayudan alegremente a vivir. Durante siglos se contó solo con los sentidos humanos para ese estudio. En el siglo XVII se inventó y empezó a perfeccionar cada vez más el microscopio. Pero curiosamente por dos siglos no se usó este instrumento para entender las enfermedades porque no se tenía el concepto de célula y menos de célula enferma.
Cuando pasamos a comprender la enfermedad como proceso celularinventamos las biopsias. O sea buscar cambios visibles en células vivas (bios-opsis) que tomábamos del cuerpo antes o después de cirugías mayores o menores, con bisturí o con agujas gruesas, fijando el tejido con formol o congelándolo, examinándolo con microscopio de luz o electrónico, tiñéndolo con colorantes químicos o anticuerpos. Como se imaginan toda una especialidad de medicina diagnóstica que ejercemos los patólogos, médicos que estudiamos las enfermedades día tras día.
Estudiando esas enfermedades hemos empezado a comprender que ellas no son cosas que simplemente descubrimos sino procesos patológicos complejos que intentamos predecir para contribuir a su tratamiento. Y para esa predicción es fundamental tener a la mano una muestra de las células enfermas. Por eso podríamos explicar a Helenita y George de Seinfeld que la biopsia es muchas veces necesaria a pesar de nuestros miedos.
¿Pero qué tipo de biopsia?En los últimos meses se ha hablado mucho de una “biopsia líquida” (The New York Times, abril 8, 2014). Se trata de buscar y cuantificar células y moléculas del tumor maligno en la sangre circulante. Se han desarrollado técnicas e instrumentos para esto pero no han demostrado todavía clara utilidad clínica. Quizás la gran ventaja sería estudiar un mismo cáncer de manera repetida y apreciar su respuesta a distintos tratamientos. Intentamos predecir el comportamiento de una población celular no simplemente descubrir la neoplasia maligna como monstruo oculto. Y las biopsias sólidas o “líquidas” siguen siendo importantes. Mucho se puede hacer después: trasplante hepático para Helenita y nada más para George.