Parece una imagen sencilla, como cualquiera que se puede ver en las calles y cuadras de alguna ciudad de Colombia o del mundo, pero no, esa imagen es muy representativa y significativa. Aquí observamos a un señor de gafas, maduro, con las manos en los bolsillos, esperando pacientemente su turno en una fila y detrás de un joven que está siendo atendido en un local de venta de comidas rápidas.
Lo que hace interesante y llamativa la imagen es la identidad de ese aparentemente desconocido señor. Y es que precisamente, el señor de la foto es Bill Gates, dueño y fundador de Microsoft, hoy día uno de los tres hombres más ricos del mundo, con una fortuna calculada en una cifra superior a los 90.000 millones de dólares. Sí, noventa mil millones de dólares. Es decir, con el dinero suficiente para comprarse todos los restaurantes McDonalds del planeta, pero, ajá, prefiere hacer su filita y esperar su turno, como lo debe o debería hacer cualquiera de nosotros, los que nunca alcanzaremos un nivel de riqueza de tan superlativas proporciones como la de él.
Además de lo anterior, lo observamos solo, sin la compañía de ningún escolta, jefe de seguridad o asistente.
Desconozco el origen de la foto y el contexto de la misma. No sé si es algo premeditado del señor Gates o si la foto fue tomada en las circunstancias que a mí me han llamado la atención, pero el mensaje es bien grande y significativo: humildad, educación y sencillez.
La imagen obviamente se viralizó y le está dando la vuelta al mundo, porque a la gran mayoría nos parece inédito que un personaje de estas características asuma ese rol tan cotidiano.
Esta es una muestra de sencillez extraordinaria que nos invita a reflexionar de lo simple que es nuestra existencia; que los millones nos dan comodidad, pero no nos pueden deshumanizar; que la única diferencia entre rico y pobre debería ser los ceros a la derecha que tienen nuestros saldos en cuentas bancarias y no nuestro ser mismo.
Difícilmente nos podríamos imaginar a uno de nuestros cacaos colombianos haciendo lo mismo. Y no lo hacen porque son muchas las circunstancias y razones para no hacerlo: la inseguridad, su soberbia, la educación, nuestra cultura, etcétera; pero es así, ninguno de nuestros multimillonarios lo hace y por eso me llamó la atención la foto, tanto como para escribir y publicar este artículo.