Esta es la frase de batalla y de cajón que todos los parlamentarios, senadores y representantes, han elegido para hacer su presentación ante los micrófonos y cámaras, que les permite decir a sus votantes que están asistiendo a devengar, pero también, sumarse así sea solo de palabra, a la gavilla contra el Centro Democratico: “agradezco Sr presidente la oportunidad que me da para saludar a mis compañeros de corporación, darle la bienvenida a los nuevos parlamentarios y decirles que “bienvenido el debate” que quieran proponer, pero que aquí nos tendrán de frente y sin sustos de ninguna clase”.
La polémica que arrastra el ex presidente Uribe la hemos podido observar en su verdadera dimensión ahora que, contra todas las afirmaciones de los llamados “analistas”, tomó posesión de su curul de senador.
En la instalación del congreso era visible el interés, por no llamarlo nerviosismo, de gran parte de los parlamentarios ante la presencia de Uribe. Que donde se va a ubicar, que va a decir, va a saludar a Santos o no, que van a decir los que hicieron su campaña montados en el recordatorio de las investigaciones que tiene el y que ahora que lo tienen en su mismo recinto y a escasos metros, que le van a decir.
Todo un catalogo de conjeturas que parece haberse resuelto con la simple frase de batalla: bienvenido el debate
No faltará por supuesto, y están en su derecho, quienes llevaran un espejo retrovisor tan grande como el capitolio para condimentar sus intervenciones y descalificar de manera fácil y simplista las intervenciones de Uribe. Están en su derecho, repito, pero sin olvidar que el salario que los contribuyentes les pagamos, incluye también presentar y debatir proyectos en beneficio del país y sus gentes y no simplemente hacer historia y aprobar condecoraciones y nombres de calles.
Vamos a tener la posibilidad los colombianos de a pie, de presenciar unos debates donde ya hay un primer ganador, el rating del canal del congreso, que si es manejado sin argucias manzanillas y politiqueras, verá crecer su audiencia por interés ciudadano sin necesidad de realitis ni novelones. Es el mejor medio, en vivo y de viva voz también, para dejar de lado el manejo amañado de medios de comunicación y locutores, aceitados prolijamente.
Tendremos la oportunidad de sopesar los proyectos de origen gubernamental y parlamentario sin la aplanadora de genuflexión e incienso, que caracterizó el congreso del cuatrienio pasado. Hoy existe una oposición, que si bien es cierto se mira con recelo interiormente por el desequilibrio que introdujo el Centro Democrático, tendrá que llegar a posiciones comunes, si es genuino el interés que la mueve.
Si eso sucede, tendremos una democracia actuante y no el imperio presidencial repartiendo canonjías que buena falta le hacen a nuestros territorios olvidados y sus gentes, que sufren todo tipo de necesidades en un silencio que desconocen los señores y señoras de las grandes votaciones.