Que el presidente Maduro llamara a participar en paz en los “procesos electorales” que se realizaron este domingo 16 de julio (consulta y ensayo) y que no hubiera movilizado a las fuerzas armadas para impedir la realización de la “consulta interna de la oposición” que Cabello y El Aissami consideraban inconstitucional e ilegal, se constituye en un acto de responsabilidad política muy importante que deberá ser valorado por sus opositores.
Quienes apostaban porque este día en Venezuela se desencadenara una guerra abierta, se quedaron con los crespos hechos. Por ello, los sectores demócratas de la oposición (que tienen que existir), o por lo menos, los moderados, deben entender que solo un clima de paz les crea condiciones para consolidar sus fuerzas y constituirse en una seria alternativa de cambio, en el marco de la institucionalidad vigente. O, que surjan nuevos alineamientos en torno a la defensa de la convivencia pacífica y de la Constitución.
En esa dinámica no deben atender las propuestas guerreristas de gente como el ex-presidente colombiano Andrés Pastrana que llama a “implementar los mandatos de la consulta”, o sea, le apuesta al “derrocamiento” de Maduro. Eso es una provocación y una afrenta al pueblo venezolano que se corresponde con las posiciones de los sectores extremistas tanto de la MUD como del gobierno, que anhelan una intervención militar extranjera, unos, para destruir todos los avances del proceso bolivariano y, otros, para amarrarse compulsivamente al poder burocrático porque no tienen otra salida.
Si los convocantes a la consulta popular contra la Constituyente logran sopesar con sentido democrático el esfuerzo realizado por la ciudadanía venezolana, y quieren aislar y derrotar a los sectores extremistas que anidan dentro de ambos sectores polarizados, y que desde sus posiciones anti-democráticas anhelan y alimentan una verdadera guerra fratricida, deben proponer un diálogo inmediato y directo al gobierno del presidente Maduro.
Con la fuerza de la participación ciudadana deben plantear un diálogo abierto, transparente y propositivo, dándole intervención a nuevos sectores de la sociedad que se expresaron en esa consulta, ya sea para suspender o aplazar la realización de las elecciones de la ANC, cambiar las condiciones de esa convocatoria o, acordar un procedimiento deliberativo, participativo, amplio e incluyente para debatir de cara a la sociedad venezolana si se hace necesario un cambio o reforma constitucional.
La responsabilidad recae ahora en la oposición y en los sectores “no polarizados” que llamaron a apoyar la consulta. Si sus dirigentes no actúan con espíritu democrático, si caen en triunfalismos vanos, si no valoran con sensatez el esfuerzo de la ciudadanía, si desconocen a la “otra Venezuela” que no participó y, que, ya sea por consciencia política, miedo a perder las conquistas sociales, o por presiones y chantajes del gobierno, también se va a expresar el próximo 30 de julio, entonces, van a perder una oportunidad única y demostrarán que no han aprendido de 18 años de errores consecutivos.
Aislar a los extremistas de ambos bandos es la tarea del momento. La mesa está servida.