Bien educados, venales y violentos
Opinión

Bien educados, venales y violentos

Los recientes escándalos de corrupción y violencia han sido orquestados por gente, en apariencia, bien educada. ¿Es la educación un antídoto contra violencia y corrupción?

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diciembre 25, 2017
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Los recientes escándalos de corrupción en Colombia han sido orquestados por gente, en apariencia, muy bien educada. Quienes promueven más violencia, también lo son.

¿Es la educación un antídoto contra la violencia y la corrupción en una sociedad? ¿Individuos con mejores oportunidades de asistir a buenos colegios y universidades ofrecen garantía de respeto por los recursos públicos y, en general, por la vida de los demás? ¿Sociedades en las que florece la ciencia y las artes son más pacíficas?

La respuesta no es fácil. Los más educados han apoyado  proyectos de muerte masiva en todo el mundo. En 1914, científicos e intelectuales de primer nivel  contribuyeron a que sus respectivos gobiernos  declararan la que se convirtió  en la Primera Guerra Mundial, la más mortífera  hasta entonces, por las nuevas tecnologías de tanques, aviones, submarinos y gases letales, que acabó, hace un siglo, con la vida de decenas de millones de civiles y militares. Los jóvenes soldados, ingleses, franceses o alemanes, salían al matadero aplaudidos en medio de manifestaciones populares.

Conocidos son los enganches en la Alemania nazi  de los investigadores de la eugenesia, del apoyo temporal de maestros filósofos como Heidegger al letal proyecto hitleriano y de artistas al antisemitismo que condujo al Holocausto. Y el respaldo del pueblo alemán, uno de los mejor educados del mundo, amén del de los aparatos industrial y financiero.

O el compromiso de físicos de primer nivel en el proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica en los Estados Unidos y que, en su primera aplicación bélica, acabó con la vida de centenares de miles  en Hiroshima y Nagasaki.

Se podrá decir que los nacionalismos o la necesidad de frenar a Hitler explican el apoyo de científicos, intelectuales y pueblos educados a las maquinarias de la guerra.  Explicación que deja mal colocada a la educación y a la ciencia como instrumento de los políticos y los intereses económicos.

Por el lado de la corrupción, la confusión es mayor. En general, en el mundo, los eventos mayores de sobornos se originan en  corporaciones poderosas, programados y decididos por ejecutivos de primer nivel, muy bien educados. Las contrapartes, en el sector público, pueden ser, fácilmente, cabezas de estado o ministros. Toledo, tecnócrata y presidente peruano, que anda prófugo por recibo de coimas de Odebrecht, es un ejemplo.

 

Las contrapartes, en el sector público,
pueden ser, fácilmente, cabezas de estado o ministros.
Como Toledo, presidente peruano, prófugo por coimas de Odebrecht

 

Cuesta trabajo entender que la corrupción sea promovida por organizaciones dotadas de códigos de buen gobierno corporativo, que suelen incluir mandatos éticos y de responsabilidad social empresarial. Códigos que, después de sucesivas olas de corrupción en el mundo, como las de los 80, comienzos del siglo y la de la crisis del 2008-09, son más estrictos. Y, sin embargo, no son suficientes para conjurarla.

En el caso colombiano, las preguntas sobre la relación entre buenas oportunidades de educación y corrupción están sobre la mesa. Aritméticamente, es sencillo: si los altos funcionarios del nivel nacional provienen de un puñado de universidades, la probabilidad de que egresados  de las mismas terminen envueltos en uno u otro lado e actos de corrupción (sobornado, sobornador) es alta. No obstante, la cuestión no es matemática; es otra: ¿por qué el tránsito por dichos centros educativos no garantiza que sus egresados actúen de manera correcta? ¿Se están formando profesionales técnicamente competentes, ávidos de billete sin importar los medios?

Las adjudicaciones de Odebrecht, las cúpulas de las campañas políticas que recibieron dinero, las intermediaciones de coimas, han sido, todas, gestionadas por gente muy bien educada proveniente de las mejores universidades colombianas.

En cuanto a la violencia extrema, no olvidemos, ejemplo de magníficas oportunidades de educación, al asesino de la niña Samboní.

Finalmente, es gente bien educada la que dirige la campaña para que no termine un período violento que le ha costado más de 200 000 vidas a Colombia y que busca enardecer masas. Y, como lo contó Vélez, el gerente de la campaña del No el pasado octubre, apelando a la mentira  y a las emociones negativas de los votantes, triunfó el guerrerismo.

Desalentador el panorama. Sin embargo, hay que insistir en promover  una educación con cultura de paz y respeto incondicional por los recursos públicos. Y cero impunidad.

Publicada originalmente el 19 de junio de 2017

 

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