Biden, una inauguración bajo peligro

Biden, una inauguración bajo peligro

El 20 de enero de 2021, el presidente electo de los Estados Unidos tomará posesión de su cargo. El mundo está en vilo

Por: Orlando Solano Bárcenas
enero 19, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Biden, una inauguración bajo peligro
Foto: Twiiter @JoeBiden

En el derecho romano arcaico la inauguratio era una ceremonia en la que el colegio de los augures o sacerdotes invocaban la aprobación y la protección de los dioses nacionales sobre el nuevo rey de Roma, el rex. Así era bajo la monarquía, en aplicación de la lex curiata de imperio o de concesión al rex del Imperium o entrega del mando militar. Ya bajo la república esta ceremonia religiosa se celebraba después de la elección de los altos magistrado, los cónsules o del flamen Dialis, el sumo sacerdote. Durante el período imperial se hizo más solemne. La ceremonia del sacrificio podía dar un resultado favorable, lo que era visto como una manifestación de gracia de los dioses hacia el recién elegido e instalado en el cargo. Seguidamente era presentado al pueblo y se procedía a la inauguratio. El 20 de enero de 2021 se dará la inauguratio del presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden. Como nunca, será no solo atípica sino también llena de peligros. El mundo está en vilo, tanto como la propia nación norteamericana.

La concesión de poderes en Roma

El rex del período monárquico recibía sus poderes luego de realizadas las tres fases de un proceso complejo: la creatio, mediante la cual recibía los poderes civiles (i); la inauguratio, para los poderes religiosos (ii); y el Imperium, para recibir los poderes militares (iii). Desde el momento que Joe Biden, el presidente No. 46, preste su juramento asumirá el primero y el tercero de esos poderes. Sobre el segundo, deseamos los demócratas de todo el mundo que los dioses lo acompañen. Mucho lo habrá de necesitar.

El llamado a los dioses

La inauguratio tenía como finalidad esencial auscultar la voluntad de los dioses para en caso de ser favorable, sacralizar el poder del rex. Tuvo igualmente la función de sacralizar el trazado del suelo interno de Roma y de las ciudades romanas (el pomerium) con el fin de prohibir que dentro de esa demarcación se inhumaran o incineraran cadáveres. Prohibición que solo era levantada en el caso de deceso de los más altos funcionarios del Estado romano. Para el 20 de enero de este 2021 quisiéramos los demócratas de todo el mundo, que el “pomerium” que es el Capitolio, esté suficientemente protegido por los dioses luego del vil asalto de turbas que recuerdan aquellas que marcharon sobre Roma o las que incendiaron el Reichstag en asalto a la razón y la democracia.

La aprobación de los dioses

La inauguratio servía entonces para obtener la aprobación de los dioses a una elección o nominación que había sido decretada por los hombres. De esta manera los dioses declaraban su aceptación de la persona que pasaba a ser el agente a través del cual tendrían trato con la comunidad. A partir de este momento el “señalado” quedaba ungido y podía exigir la obediencia de sus ciudadanos. Algo que se espera de todo el pueblo norteamericano porque ya las urnas, las autoridades electorales, las judiciales y las representativas del pueblo ungieron, invistieron a Joe Biden como el nuevo presidente de la Unión Americana.

La inauguración presidencial

Una investidura, inauguración o toma de posesión presidencial, es un cambio de mando por inicio de un nuevo período y terminación de otro, sea por reelección o por un nuevo mandatario. Es una ceremonia solemne y pública, aunque las ha habido privadas por razones del clima o de orden público. Con ella termina la etapa de “transición” y se da comienzo a un nuevo periodo en la jefatura de Estado, luego de elecciones democráticas. Los dictadores suelen tener inauguraciones —uno de un país africano tendrá próximamente su sexta en línea— pero ellas no cuentan, por vergonzosas. El momento cumbre de esta ceremonia es la toma y prestación del juramento o protesta y, según el país, la imposición de la banda presidencial. El lugar más frecuente para realizarla es dentro o fuera de la sede de la rama legislativa.

Transcurridos 228 años de la historia democrática de Estados Unidos, esta vez la inauguración de Joe Biden se hará públicamente y en el Capitolio, pero bajo un ambiente de peligro y fuertes medidas de seguridad que alegran a la democracia, pero que también la entristecen como sentimiento de pesar surgido del criminal asalto de turbas demenciales al recinto de la democracia.

Una investidura—posesión bajo fuego, pero que legitima

La institución de la investidura tiene su origen en el derecho feudal, como una ceremonia de entrega de la tierra de parte del señor a su vasallo. Posteriormente pasó a significar el derecho de investir a un gobernante o alto funcionario del Estado. Equivale algunas veces a la misma posesión. El nombre se deriva del latín vestire, vestir o revestir. Los símbolos de la inauguración —el cetro, el bastón de mando, la banda o la propia bandera, por ejemplo—, una vez terminada la ceremonia eran cortados para que no sirvieran a otros. Hoy en día suele ser una ceremonia parlamentaria que tiene como función reconocer y aceptar un nuevo jefe del Estado. De allí su naturaleza de acto solemne, preceptivo y de carácter legitimador. Joe Biden será investido de Presidente de los Estados Unidos de América mediante un acto solemne, preceptivo y legitimador por haber sido el ganador de unas justas electorales reafirmadas por todas las instancias competentes. Sobre esto ya no caben discusiones, solo resta entender el proceso en su complejidad e importancia.

El proceso de transición de poder se inicia antes de las elecciones

La ley de transición quiere que haya un “empalme” entre el saliente y el entrante a través de sus equipos y de un coordinador federal de la Casa Blanca. Se entregan informes. Todo se inicia desde antes de recibir los precandidatos la nominación formal del respectivo partido. Elegido el candidato de cada partido, sus equipos de transición reciben una oficina gubernamental y equipos de computación. La administración y el equipo de transición del nominado firman un "memorando de entendimiento", formalizando cómo trabajarán juntos.

Terminadas las elecciones se inicia la preparación de la transición presidencial

Desde 1937 el Día de la Elección está separado de la Inauguración 75 días. El perdedor suele “conceder” reconociendo el triunfo del entrante y si es cortés, felicitarlo. Con este gesto comienzan a sanarse las heridas de la lid electoral. De todas manera, el presidente electo asumirá el cargo independientemente de si su rival cede o no. Antes, el director de la Administración General de Servicios (GSA) "determina" un ganador y desde ese momento arranca el verdadero proceso de transición formal y el equipo del triunfador recibe mayor logística espacial, monetaria, en información de inteligencia y acceso a las agencias gubernamentales. Joe Biden es el indiscutible ganador de la elección presidencial de 2020. Del perdedor se esperaba que “concediese”, pero no lo hizo. Desde el punto de vista de la normativa constitucional poco importa su reticencia. Cada uno es dueño de sus grandezas y pequeñeces. Es la humana condición.

Entrega de informes clasificados de seguridad nacional

El presidente electo recibe informes clasificados sobre las principales amenazas a la seguridad nacional, operaciones militares encubiertas y similares tan pronto como sea posible después de las elecciones. El presidente saliente también suele compartir sus informes de inteligencia diarios con el presidente electo como acto de cortesía, y puede hacerlo hasta sin la verificación de la GSA. Cortesía que también puede ser acto de patriotismo. El saliente perdedor en esta ocasión no ha sido ni cortés, ni patriota.

Felicitaciones de los líderes extranjeros

Los líderes extranjeros acostumbran a enviar sus felicitaciones al presidente electo, siguiendo un protocolo de precedencia para el orden en que devolverá las llamadas, generalmente primero a los aliados de la OTAN y a países cercanos o “socios”, como suele decirse. En el caso de Joe Biden al parecer hacia el 6 u 8 de noviembre de 2020, ya había recibido las primeras felicitaciones. No solo porque diplomacia obliga, sino también porque el mundo democrático creyó en ese momento respirar con alivio.

La invitación de cortesía del presidente saliente al entrante

La nueva primera pareja presidencial suele visitar la Casa Blanca poco después de las elecciones, junto con una entrevista privada en la Oficina Oval. También se les da un curso intensivo sobre desastres y ataques bélicos contra la Casa Blanca y el país en general. En esta ocasión, ni lo uno ni lo otro. Seguramente para alivio y tranquilidad del mundo democrático y de la propia nueva pareja presidencial.

Antes de la inauguración el presidente electo empieza a conformar su equipo de Casa Blanca

El presidente electo poco después de las elecciones elige su personal de apoyo de la Casa Blanca —que no necesita la aprobación del Senado—, así como el gabinete de secretarios de Estado (ministros). Los nominados a estos altos cargos solicitan tener audiencias en el Senado a comienzos de enero, a fin de poder iniciar labores el 21. Una ley federal requiere que la verificación de antecedentes de los nominados para los puestos administrativos superiores se complete lo antes posible, para que estos funcionarios tengan las autorizaciones de seguridad antes de la inauguración. El primer puesto que se ocupa suele ser el de Jefe de personal —guardián y organizador de lo que se recibirá—, algo vital para el nuevo presidente. Se tiene como ejemplo de buena preparación previa la del presidente electo Jimmy Carter, quien creó un mejor y moderno proceso de transición al asignar personal y dinero para la preparación de políticas, antes de recibir la nominación demócrata. No puede Joe Biden decir lo mismo, tantas han sido las renuencias del saliente perdedor.

Conferencias de prensa del presidente entrante antes de su inauguración

El presidente electo generalmente realiza algunas conferencias de prensa antes de la jura del cargo para que la nación se entere de lo que piensa realizar y cómo. Igualmente organiza cumbres de política nacional así como reuniones y saludos con miembros del Congreso, funcionarios estatales y locales, representantes de la industria y varios otros agentes. En esto ha sido pródigo el entrante presidente, para tranquilidad de sus próximos gobernados y un poco menos para los salientes y para algunos habitantes del dudoso universo de las dictaduras.

La renuncia del equipo saliente

Se refiere al equipo de libre nombramiento y remoción, o de carácter “político”. Son pedidas por el Jefe de gabinete de la Casa Blanca para dejarle el campo libre a los del nuevo equipaje. A los de “carrera” se les deja en sus puestos hasta que lleguen los nominados por el nuevo presidente. Nunca se había visto tanta reticencia, omisiones, renuencias y palos en la rueda de salientes hacia entrantes como en estos 60 días previos. Se espera que el efecto perverso querido por el saliente perdedor no haga daño a los buenos inicios de la entrante administración con graves consecuencias para, por ejemplo, la lucha contra el CV—19. A decir verdad infortunadamente ya se ven estas malas consecuencias y de cuya responsabilidad habrá que hacer enjuiciamiento severo por los organismos competentes de control y los judiciales.

El viaje de aproximación a la Casa Blanca del nuevo presidente

Para la inauguración de Buchanan a Abraham Lincoln, este llegó a Washington en tren luego de 23 días de viaje. Mientras tanto, siete estados se separaron entre su elección y toma de posesión. Antes de llegar se salvó de dos atentados. Desde el tren y en cada estación pronunció unos cien discursos maravillosos ante más de un millón de personas, que también fueron reproducidos por la prensa. Trataba el gran presidente de salvar la unión de los estados y hacer conciencia sobe la necesidad de acabar con la esclavitud. Hoy en día este paseo es simbólico y Bill Clinton y su esposa Hillary lo revivieron. Thomas Jefferson en 1801 lo hizo en coche desde Charlottesville a Washington.

El viaje de los presidentes entrante y saliente al Capitolio

Antes de la toma de posesión y del viaje al Capitolio, se ofrece un almuerzo ligero o un té. Casi siempre ha sido cordial. Ambos, entrante y saliente, suelen ir en el mismo auto. Andrew Jackson y Martin Van Buren compartieron en 1837 un carruaje desde la Casa Blanca hasta el Capitolio para la inauguración del nuevo presidente, iniciándose una tradición que la mayoría de los presidentes salientes y entrantes continuarían. Pero Andrew Johnson y el presidente electo, Ulysses Grant, no compartieron el mismo carruaje en 1869. Grant no quiso la compañía de Johnson y este no asistió a la toma de posesión de Grant. A la fecha era el tercer presidente que se negaba a ver juramentar a su sucesor electo. Siendo el cuarto el actual saliente perdedor, una vez más descortés, para no decir más. Claro que ni A. Jonhson ni U. Grant dieron instrucción de sabotear el importante evento. Dos personalidades fuertes discreparon, pero no agredieron. Ni directamente, ni por interpuesta turba.

La nota cordial de “buena suerte”

Antes de salir de la Casa Blanca, el presidente saliente le deja una nota personal manuscrita al entrante en el escritorio de la Oficina Oval. Ronald Reagan inició esta costumbre. Tendrán que hacerlo esta vez expertos en exorcismos no sea que quede en el ambiente y escritorio una tenebrosa “jettatura”.

Los presidentes salientes suelen asistir a la jura del presidente entrante

Pero ha habido excepciones. John Adams en 1801 no fue a la Inauguración de Thomas Jefferson. Su hijo —el presidente John Quincy Adams—, no fue en 1829 a la inauguración de Andrew Jackson. Ambos, John Adams (1801) y John Quincy Adams (1829) salieron temprano de Washington para evitar la inauguración. Bueno, en la vida se puede entrar y salir a voluntad. Pero, de ambas acciones se espera altura. No deja de venir a la memoria la famosa frase de “You are fired”, casi siempre dicha si no con acrimonia y burla, sí con impiedad para con soñadores aprendices.

Investidura formal del presidente de Estados Unidos

La investidura presidencial de Estados Unidos se produce a partir de la apertura de un nuevo período del presidente de los Estados Unidos. Es un requisito constitucional estricto, preceptivo. Pone fin a la transición formal. La 20° Enmienda estipula que los "términos del Presidente y el Vicepresidente terminarán al mediodía del día 20 de enero". La investidura se da incluso si hubo reelección inmediata o mediata. Desde 1937 se realiza al medio día del 20 de enero, unos 77 días después de la elección. Si cae en domingo, la ceremonia se realiza ese día en privado y luego el lunes 21 en público. Se realizó anteriormente en cinco fechas distintas: 30 de abril (George Washington en 1789); 4 de marzo (George Washington en 1793, fecha que inicia el comienzo de los mandatos presidenciales); 5 de marzo. El 4 de marzo se cambió por el 20 de enero, por mandato de la Vigésima Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos teniendo en cuenta que eran muy lejanas la inauguración de las elecciones, la confirmación del Colegio Electoral y del Senado; y el lunes 21 de enero, si 20 cae en domingo. Su predecesor se convierte en expresidente. Ningún expresidente se ha negado a irse. Esta vez los demócratas del universo esperan que no haya “desalojo de inquilino”, sino entrega pacífica de predio. Amanecerá y veremos.

Residencia del presidente de EE. UU. desde el día de su inauguración

Desde Jimmy Carter todos los presidentes electos se han quedado en Blair House, la casa de huéspedes vecina de la Casa Blanca. Son cuatro casas adosadas, con catorce habitaciones, para un total de 60.000 pies cuadrados. Con dotación completa. Se preguntan ciertos acuciosos de las estadísticas, la agrimensura y la mensuración psiquiátrica si en esa no despreciable área cupo o no el ego del saliente ocupante.

Oración del presidente electo en la Iglesia de San Juan

Desde F.D. Roosevelt, por tradición los presidentes electos salen de Blair House el día de la inauguración para orar en la iglesia de Saint John. Bill Clinton lo hizo en una iglesia metodista. J. Carter ante el Monumento a Lincoln. Tienen el electo, su familia e invitados a la inauguración un banco reservado, el No. 54. Una constante: todos los presidentes han ido a St. John’s desde cuando lo hiciera James Madison. Que se sepa todos han salido en cierto estado casi beatífico. Es normal, dada la ocasión y el honor que se va a recibir. ¿Salió “él” en ese estado?

Los lugares de la inauguración del presidente de los Estados Unidos

En diferentes espacios se ha realizado la ceremonia de inauguración, primando el Capitolio. A saber: en el lado oeste, en los escalones del pórtico este, dentro de la Cámara del Antiguo Senado, de la Cámara de Representantes y debajo de la cúpula de la Rotonda central. Tradición que fuera iniciada por Thomas Jefferson. Seis se han realizado en la Casa Blanca. En una sola ocasión en el Viejo Capitolio, actual sede de la Corte Suprema de Justicia. En dos ocasiones en Washington, pero no en el Capitolio ni en la Casa Blanca. Fuera de Washington, D.C. en 7 ocasiones (G. Washington en Nueva York y Filadelfia). Una ocasión en el Air Force One, por L.B. Johnson cuando el asesinato de J.F. Kennedy. Esta vez se hará en el Capitolio, lugar que permanece inmaculado pese a la profanación de turba exaltada, enceguecida y…dirigida. Faltaron gansos sagrados…sobraron cómplices internos y externos.

La investidura y la toma del juramento presidencial en Estados Unidos

La investidura tiene como momento cumbre, la recitación del juramento presidencial del cargo. Lo ordena el Artículo II, Sección Uno, Cláusula 8: “Juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de Presidente de Estados Unidos, y hasta el límite de mi capacidad, preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos”. Por costumbre lo toma el presidente del Tribunal Supremo. Desde 1789 —año de la Revolución francesa— se ha prestado en 53 inauguraciones públicas por medio de magistrados plenos, y en dos ocasiones por jueces de estado federado. Nueve vicepresidentes han prestado juramento tras la muerte o renuncia de su predecesor dentro del período. Acostumbra a poner el juramentado su mano sobre una biblia histórica, o encima de una de su preferencia. De Joe Biden, católico, se podría esperar que lo haga sobre una biblia de esta creencia.

Una anécdota demuestra que el juramento de toma posesión es preceptivo

Barak Obama tuvo en 2009 que repetir la recitación de su juramento “por precaución” porque el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, cometió un error en una frase del texto constitucional durante la ceremonia de investidura y el presidente se confundió. Se hizo en privado en la Casa Blanca. Este es el texto: "Yo, Barack Hussein Obama, juro solemnemente cumplir lealmente el cargo de presidente de los Estados Unidos de América, y hacer todo lo que esté a mi alcance para preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos de América. Con la ayuda de Dios". El magistrado puso “lealmente” al final, después de “…Dios”. Con la ayuda del Ser Supremo y su inteligencia, Obama hizo —a juicio de historiadores— una gran presidencia. Por el bien de la democracia se espera que Joe Biden haga igual o mejor faena.

El discurso inaugural del presidente de los EE. UU.

Después de ser juramentado, el nuevo Presidente pronuncia un discurso inaugural. Los hay largos y cortos. El más largo fue pronunciado por William Henry Harrison, el presidente estadounidense más corto de la historia. El menos extenso fue durante la segunda inauguración de G. Washington, con 135 palabras. Dada la trascendencia del momento se espera que el de Joe Biden sea un discurso conciliador, de mano tendida, de “Salut publique”, de “Union sacrée” a fin de preservar el bipartidismo histórico e impedir que el saliente perdedor cree un tercer partido extremista o una facción supremacista que regrese a la pavorosa Batalla de Gettysburg, 1863. Aunque parezca paradójico, es mi sentir, el principal interesado en impedir que el P.R. se fracture debe ser el propio nuevo presidente, los expresidentes y altos dirigentes del P.D. para que —en estrecha alianza con sus pares del P.R.— lleguen a un acuerdo que ataje el proceso de destrucción del sistema de partidos iniciado por un mal perdedor. Lo grita la venta de unos 17 millones de armas bajo la pandemia.

Almuerzo del presidente de EE. UU. con el Senado

Terminada la ceremonia inaugural, el Comité Mixto del Congreso para Ceremonias Inaugurales le ofrece al nuevo presidente un almuerzo elegante dentro del Capitolio. Esta tradición se inició en el Capitolio desde la inauguración de D. Eisenhower en 1953. Desde mediados de 1800 hasta principios de 1900, el nuevo presidente iba del Capitolio a la Casa Blanca para almorzar antes del desfile inaugural. En 1945 Roosevelt tuvo más de 2.000 invitados en la Casa Blanca para su almuerzo, pero el traslado de la Casa blanca al Capitolio retrasaba mucho el inicio del desfile y por eso se hizo el traslado al Capitolio. Los menús suelen ser escogidos según la gastronomía del estado natal del Presidente y vicepresidente. JFK y LBJ cenaron sopa de tomate, langosta rellena y costillas de Texas. ¿Cuál será el de Biden? Nacido en Scranton, Pensilvania, se podría decir que su plato favorito sería el Pennsylvania Deutsch (chucrut, pan de centeno, galletas saladas y de postre shoofly pie) y seguramente un buen vino Merlot Napa Valley, 2017. El café será, necesariamente, el mejor del mundo, un buen arábigo colombiano, en esta ocasión café marca San Alberto, Buenavista, Quindío, 2019 para satisfacción de mis amigos y contertulios de la Tertulia del Café “Il Pomeriggio” nacidos en el Eje Cafetero.

El desfile del presidente de EE. UU.

Le sigue al almuerzo en el Senado. Desfilan el presidente y el vicepresidente, con sus esposas. Esta tradición viene de la primera inauguración de G. Washington, lo acompañaron espontáneamente las milicias locales en un viaje desde Virginia a Nueva York. Luego se organizó el primer desfile en la inauguración de Madison en 1809. Harrison incluyó carrozas. Abraham Lincoln en su segundo desfile en 1865 vinculó a los negros por primera vez, tal vez rindiéndole homenaje al bravo y muy patriótico 54º. Regimiento de Voluntarios de Massachusetts, en su gran mayoría integrado por afroamericanos.

El palco presidencial para presenciar el desfile

En 1873 el presidente Ulysses Grant comenzó la tradición de ver el desfile desde un palco frente a la Casa Blanca, después de ser juramentado. El segundo desfile de Ronald Reagan fue cancelado en 1985 por lluvia extrema, también el palco; hoy construido a prueba de balas. Así llueva, truene, relampaguee, nieve, haya cataclismo, apocalipsis, temblor, terremoto, maremoto, tsunami o lo peor, supremacistas, la única inauguración que no puede dejar de realizarse es la de Joe Biden porque están en juego los principios y la razón de ser de una nación.

El baile de inauguración del presidente de los EE. UU.

La tradición la inició Madison en 1809, se cobró a $4 la entrada. Desde 1950 los bailes suelen ser varios: D. Eisenhower tuvo cuatro bailes oficiales, J.F. Kennedy asistió a cinco, Bill Clinton en 1997 fue a 14. Obama en 2009, asistió a 10 bailes oficiales. (Brenna Williams, CNN 16 de enero de 2017 Inauguration day is always pretty much the same. El día de la inauguración es siempre más o menos el mismo.)

Las transmisiones del día de la inauguración presidencial

Se han hecho transmisiones por radio, televisión y sitios web. Cuando un presidente ha asumido el cargo durante un período y bajo circunstancias extraordinarias, por razones de urgencia la ceremonia de inauguración se ha realizado en ceremonias sencillas con transmisión y luego se dirige a la nación. El 20 de enero de 2017 Donald Trump asumió el cargo, registrando las cámaras de televisión relativa poca asistencia, lo que dio lugar a comparaciones con la de su inmediato antecesor. Este 20 de enero de 2021 lo hará Joe Biden y seguramente —ante la imposibilidad de que sus seguidores lo hagan presencialmente por razones de seguridad excepcionalísimas—, repitiendo la memorable apoteosis de Barak Obama que tuvo la mirada complacida de la Nueva Norteamérica.

Algunas transiciones del mando presidencial en EE. UU. y la ceremonia de inauguración

Las derrotas duelen. Pero los hombres con grandeza sacan a relucir su sentido del honor y el fair play. Los malos perdedores sacan a relucir sus minoridades, sus envidias, sus celos. Bref, lo peor de sí. Estados Unidos no ha sido la excepción. Allí las transiciones de poder han sido unas veces suaves, sobre todo cuando el entrante es del mismo partido que el saliente. Cuando no, se han dado roces antes del 20 de enero. Empero, finalmente han sido roces por motivos de personalidad, idiosincrasia y hasta de preferencias en el vestir o en cubrirse la cabeza. En el caso del saliente perdedor, este ha adoptado conductas que no tienen precedentes. Que han escandalizado, chocado, ofendido y seguramente pondrán en marcha mecanismos policivos y judiciales. Las consecuencias son impredecibles y marcarán por mucho tiempo el ser nacional norteamericano y la buena imagen de que goza la nación de Abraham Lincoln. Veamos algunas transiciones:

—Transición G. Washington a John Adams. La transferencia de Washington a John Adams fue pacífica. Después algunas otras fueron tensas, pero fueron superados los motivos de discordia. Las buenas maneras han primado. La tradición de pacíficas se ha impuesto.

Transición William Jennings Bryan a Grover Cleveland. En 1896 Bryan pronunció el primer "discurso de concesión” apresurándose a enviarle un telegrama conciliador y de felicitación al ganador, William McKinley. La elección se dio por voluntad del pueblo y esta es ley, dijo Bryan. El perdedor sintió que su mensaje era una cortesía necesaria y de buenas maneras. Desde entonces todos los candidatos perdedores han seguido su ejemplo. Trump ha roto la tradición. Es el décimo titular en perder la reelección y el primero en crear situaciones de peligro tanto en lo interno como en lo internacional.

—Transición de William Howard Taft a Woodrow Wilson. En 1913 el nuevo presidente no quiso que se hiciese el baile tradicional y ordenó cancelarlo. Entre Taft y Wilson se cuenta que hubo excelentes momentos de cordial humor antes de la jura del cargo. Decía un escritor británico que una de las causas por las que Trump no sería apreciado en Inglaterra sería su falta de humor...entre otras razones.

—Transición de Calvin Coolidge a Herbert Hoover. Se hizo en 1929 y ambos viajaron juntos a la toma de posesión, costumbre que se había iniciado en 1837. En esta ocasión este viaje sería un imposible ético y hasta por motivos de seguridad personal, probablemente.

Transición de Groover Cleveland a William McKinley. Fue muy pacífica y desde ella la cortesía en estos actos se convirtió en tradición. Hoy rota y de qué manera.

—Transición de Herbert Hoover a Franklin D. Roosevelt. Hubo dos visitas a la Casa Blanca, no muy cordiales. Roosevelt ganó de forma aplastante y le quitó a Hoover la reelección. Este reaccionó mal y discutieron en la casa de gobierno sobre el New Deal. Hoover quería que el ganador renunciara a su programa y este se negó. Volvieron a reunirse el día anterior a la toma de posesión de Roosevelt, y nuevamente discutieron en medio del té. Fue mucho más fuerte la discusión entre Hoover y Jimmy Roosevelt, hijo del entrante presidente. Creo que a nadie se le ocurriría imaginar ver al saliente perdedor ofreciéndole tea five o’clock a Joe Biden —su reemplazo—, hombre curtido en las tareas diplomáticas y asiduo a la vida social del D.C.

—Transición de Harry S. Truman a Dwight Eisenhower. El saliente quiso informar bien a Ike, el entrante, en asuntos de seguridad nacional. Antes, en 1952, durante la campaña presidencial, Truman invitó a los candidatos, Dwight D. Eisenhower (R) y Adlai Stevenson (D), a ser informados por su gabinete. Stevenson aceptó, Eisenhower no. Truman se sintió y manifestó que esa negativa podía ser perjudicial para la República. El día de la inauguración Truman quería que fuesen ambos con sombrero de copa, Eisenhower no lo aceptó. Discutieron sobre si viajaban juntos al Capitolio en el mismo coche, acordaron que sí; pero Eisenhower se negó a salir del auto antes de que lo hiciera Truman que todavía era el presidente y tenía derecho a salir de último, según el protocolo. La esposa de Truman preparó el almuerzo habitual y los Eisenhower no fueron, cometiendo un acto bochornoso de violación de la etiqueta. Imaginar a entrante y saliente juntos y en el mismo auto, sería como para Maigret.

—Transición de Gerald Ford a Jimmy Carter. Tuvo este inconveniente: Jimmy Carter se demoró algo en el nombramiento de su jefe de gabinete al asumir su cargo en 1997. Lo hizo con gente poco ducha en moverse en Washington, lo que retrasó mucho la conformación de su gabinete y esto trajo problemas de logística. Situación que podría habérsele presentado a Joe Biden dada la abulia, molondrismo o mala fe del saliente y su equipo también saliente. Claro que no por lo de desconocimiento del medio social y político de la capital, donde Biden es maestro por tres o más décadas.

—Transición Jimmy Carter a Ronald Reagan. Ante lo sucedido con Carter, Reagan —que no era ducho en Washington y sí en Hollywood— nombró un jefe de gabinete muy eficiente para lograr un rápido avance en el empalme y la entrada en funcionamiento de los secretarios de Estado. Esta celeridad le dio buenos resultados. La inauguración de Ronald Reagan en 1981 fue la primera que se llevó a cabo en West Terrace. Además de un poderoso equipo femenino en los altos cuadros de su gobierno, Biden llevará en su gabinete a curtidos funcionarios con experiencia en gobiernos anteriores, en especial de la era Obama.

—Transición de Ronald Reagan a George Herbert Bush. Por darse dentro del mismo partido (P.R.) se esperaba una entrega amistosa entre los dos equipos de funcionarios. Pero, los de Reagan se negaron a presentar sus cartas de renuncia al llegar la nueva administración G.H. Bush. Ellos creyeron que por ser del mismo partido entrante y saliente podían quedarse. No fue fácil. Sin embargo, antes de que Ronald Reagan abandonara la Oficina Oval por última vez —en 1989—, dejó una nota amable no exenta de humor para George H.W. Bush, iniciando una tradición. Firmada: “Ron”. Son las buenas maneras que hacen la vida más agradable y a la administración, transiciones hacia el buen gobierno.

— Transición de G.H. Bush a William Clinton. Bush padre se juramentó en 1989. Al salir, a su turno dejó una nota a Clinton deseándole una gran felicidad, apoyo y mucho éxito, que seguramente iba a ser el éxito de EE. UU. Firmada: “G.W”. Bill venía de derrotar a G.W. Pura cortesía, buenas maneras entre caballeros. Y de allí tal vez las excelentes relaciones entre las dos familias, ejemplo de civilidad.

—Transición de Bill Clinton a George Walker Bush. Fue en el año 2000, muy tranquila y corta. A medida que avanzaban las disputadas elecciones de 2000 Bill Clinton aprobó proporcionar informes de inteligencia clasificados a George W. Bush, dos semanas antes de que la GSA declarara a Bush como el ganador. Es de anotar que Al Gore, el perdedor, ya estaba recibiendo los informes —como vicepresidente en funciones— para entregárselos al presidente electo G.W. Bush. Sin embargo, la Comisión del 11—S consideró que la transición de George W. Bush —de 37 días— pese a ser corta se demoró un tanto en cubrir los puestos clave de la Seguridad Nacional, lo que traería algunos problemas por estar EE. UU. bajo ataques terroristas. Se recuerda que Bill Clinton y Al Gore habían llegado a Washington en autobús saliendo de Charlottesville, como Jefferson en 1801. Al llegar a la Oficina Oval, G.W. Bush encontró una nota personal muy amable firmada: “Bill”. Las buenas relaciones iniciadas entre Clinton y G.H. Bush permitieron una transición cordial, amistosa y sin acrimonia.

Transición de George Walker Bush a Barak Obama. El 4 de noviembre de 2008 John McCain —un hombre de calidades excepcionales— concedió y celebró la naturaleza histórica de la victoria de Barack Obama y su significado particular para los afroamericanos. Bush le ofreció a Obama todo el apoyo durante la transición, en gesto patriótico. Era la Gran Recesión. Ambos estuvieron a la altura que necesitaba momento tan crítico. George W. y Laura Bush dieron la bienvenida a Barack y Michelle Obama a la Casa Blanca, seis días después de que Obama ganara las elecciones de 2008. La transición de Bush a Obama en 2008—2009 ha sido la más cordial de la historia, en momentos de guerra y la Gran Depresión económica. Esta cordialidad entre las dos parejas salvó muchos empleos. Y los Obama recibieron temprano el curso de simulación de desastres de mesa, luego del S—11. Al salir de la presidencia G.W. le dejó una nota personal a Obama, firmada: “George”. En 2008, las hijas de George W. Bush, también les dejaron una nota muy amable a las dos niñas Obama contándoles sobre cómo era la vida en la Casa Blanca. Es que nobleza obliga. Es que lo cortés no quita lo valiente. Es que el solo dinero no da la clase —no la social— sino cierta elegancia y buenos modales que alegran la vida y facilitan la convivialidad.

—Transición de Barak Obama a Donald Trump. En 2016 los Obama recibieron a Donald y Melania Trump solo dos días después de que Trump fuera declarado ganador, y en el curso de emergencia se les instruyó sobre cómo abordar una pandemia global (premonitorio). Trump inició su proceso de transición rompiendo el protocolo del orden de la “devolución de llamadas telefónicas” a otros jefes de Estado. Su hijo no respetó ese orden diciendo que esa era una tradición y una convención de protocolo que Donald Trump no tendría en cuenta, al ser él “poco convencional”. Por haber hecho llamadas rompiendo el orden establecido, varios jefes de países aliados se molestaron. Tres días después de las elecciones la encargada del protocolo de transición fue despedida por Trump y los libros contentivos de la información de seguridad nacional recogida por los dos equipos, no fueron tenidos en cuenta. También la administración Trump empezó cojeando al hacer los nombramientos de los altos cargos con atraso y es que el conocimiento sobre las agencias federales son fundamentales y como quiera que los equipos de empalme habitualmente son sometidos a revisión por el FBI esto debe hacerse desde antes de las elecciones. Un buen empalme, asegura buena gobernabilidad. El saliente presidente dejó al entrante una nota amable firmada: “BO”.

La malhadada transición de Donald Trump a Joe Biden

El saliente —perdedor en todo— ha sido reticente en reconocer si no su derrota, al menos el triunfo de su opositor pese a que la administradora de GSA —Emily Murphy— determinó la victoria de Biden no sin cierta reticencia y al parecer sometida a presión por Trump. Sin embargo, antes de que el Departamento de Estado enviara mensajes diplomáticos oficiales a Biden, muchos líderes extranjeros se habían acercado desde el 10 de noviembre a felicitarlo.

El 23 de noviembre Trump impartió orden de comenzar a entregar a Biden informes de inteligencia. Se anota que desde el 7 de noviembre, era evidente que Biden había ganado las elecciones y Trump podía comenzar a entregarle información desde antes.

La tradicional visita de los nuevos residentes de la Casa Blanca —a 19 de enero de 2021— todavía no se ha realizado, pese a que han transcurrido casi mes y medio luego de las elecciones y ya tanto el Colegio Electoral como el Senado se han pronunciado por Biden como ganador.

El curso de simulación de emergencia que debe recibir la nueva pareja ganadora lo ha estado preparando el Consejo de Seguridad Nacional, no sin cierto retraso.

Biden ha avanzado rápido en la ocupación de los altos cargos y en las nominaciones del gabinete, pero las verificaciones de antecedentes de alto nivel por el Senado han ido con un retraso más tarde de lo habitual. La toma del Capitolio ha atrasado mucho las revisiones.

Como varios de los funcionarios de Joe Biden ya han ocupado esos cargos en el pasado, lo que se dará será una actualización de las autorizaciones para ganar tiempo. Se espera que el actual nuevo Senado —empatado, pero con el voto de desempate de la vicepresidenta Harris— actuará con mayor rapidez.

Biden y la vicepresidenta electa —Kamala D. Harris— han celebrado reuniones virtuales y mesas redondas con alcaldes, gobernadores, líderes del Congreso, líderes laborales y empresariales, trabajadores de la salud y otros grupos.

El jefe de gabinete de Trump debió seguir la costumbre de pedirles a los funcionarios de confianza que presentaran sus renuncias desde los primeros días de diciembre. El 20 de enero, Joe Biden y Kamala D. Harris tomarán posesión como presidente y vicepresidente. Pero, con la criminal toma del Capitolio por turbas trumpistas desencadenadas, la inauguración de Biden-Harris se hará casi que bajo estado de preguerra civil. Será, sin duda alguna, la inauguración más tensa de la historia de los Estados Unidos de América. Los demócratas del mundo estamos en vilo.

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