Desde siempre supo que era gay. Nunca tuvo miedo de mostrarlo. Hijo de Valentino un pintor bogotano íntimo amigo de Bob Marley y Salvador Dali y de Dominique Vaughan, una pianista de jazz francesa, creció en un hogar de liberales sin prejuicio que le enseñaron un solo valor: el de ser feliz con su vocación. A los cinco se subió en el escenario de MISI y le hizo el vestuario a la recientemente fallecida coreógrafa. A los 13, desde un balcón, vio como Andrew Cunanan disparaba sobre su ídolo, Gianni Versace, cuando iba a entrar a su mansión, mejor conocida como la Casa Casuarina en South Beach. A esa edad ya se sentaba en las piernas de la súper modelo Cindy Crawford en desfiles de moda y lo buscaba Naomi Campbell. A los 20 ya le había diseñado a los más grandes de la farándula: Kim Cattrall, Beyonce Knowles, Lenny Kravitz y Madonna y a los 22 años logró el privilegio de trabajar como director creativo de Emanuel Ungaro, el legendario diseñador de moda francés cuya marca solo es comparada con Ferragamo y Bulgari. Dos meses duró encerrado en un hotel en París. Dos meses duró la entrevista. Día y noche dibujaba modelos, daba ideas hasta que convenció y allí se quedó durante dos años hasta que se cansó y mandó todo al carajo porque le querían imponer a la siempre complicada Lindsay Lohan. Antes de renunciar a uno de los puestos más apetecidos viajo a Nueva York a hablar con la temible Anna Wintour. Le pidió consejo y la directora de Vogue fue tajante “No renuncies”. Igual, fiel a sus demonios, Cortázar siguió con su idea de independizarse. Lo logró.
A sus 33 años Cortázar sigue vigente, sin ataduras. Esta semana vistió con este traje africano a Beyoncé. En su Instagram explicó su espectacular y transgresor traje: